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Trasplante pulmonar Ángel Salvatierra Velázquez, Paula Moreno Casado silicosis, pudo egresar del hospital a los ocho meses del trasplante y sucumbió dos meses más tarde debido a rechazo crónico, sepsis y estenosis bronquial (Derom et al., 1971). La introducción de la ciclosporina como base de la inmunosupresión y la notificación del primer trasplante cardiopulmonar por Reitz de la Stanford University, en 1982, contribuyeron también sin duda al inicio de la era del trasplante pulmonar (Reitz et al., 1982). En 1983, el grupo de Toronto decidió reiniciar el programa clínico de trasplante pulmonar a partir de los principios derivados de sus investigaciones y de los criterios estrictos de selección de receptor y donante que estableció. Se consideró que la insuficiencia respiratoria secundaria a fibrosis pulmonar avanzada era la situación clínica más adecuada para tratar con un trasplante pulmonar unilateral; el incremento de la resistencia a la ventilación y la perfusión en el pulmón nativo llevó a dirigir de manera preferencial la ventilación y la perfusión al pulmón trasplantado. El primer paciente trasplantado fue un hombre de 58 años de edad con fibrosis pulmonar en estadio avanzado que, después de recibir el alta a la sexta semana posoperatoria, pudo reasumir una vida activa de buena calidad: murió seis años y medio más tarde por complicaciones secundarias a una insuficiencia renal. Este y los siguientes casos trasplantados con éxito en Toronto desencadenaron la vertiginosa evolución del trasplante pulmonar clínico. El equipo de trasplante pulmonar de la Washington University in St. Louis, Misuri, dirigido por Joel D. Cooper, desarrolló la técnica del trasplante pulmonar bilateral secuencial (Pasque et al., 1990). Mediante una toracotomía anterolateral bilateral transesternal es po- © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. HISTORIA DEL TRASPLANTE PULMONAR La historia del trasplante de órganos sólidos, uno de los más espectaculares hitos de la medicina del siglo XX, ejemplifica la importancia que tiene la cooperación interdisciplinaria para el desarrollo de la ciencia médica. El camino del trasplante clínico de órganos sólidos, siempre difícil y en ocasiones dramático, tanto para los pacientes como para los cirujanos, se inició en el riñón y sólo al final se intentó el de pulmón debido a diversos problemas inherentes a esta víscera. En 1963, tras muchos años de investigación y varios cientos de experimentos en perros, James D. Hardy, de la University of Mississippi, llevó a cabo el primer trasplante pulmonar humano. El receptor fue un hombre de 58 años, prácticamente desahuciado, portador de un carcinoma epidermoide hiliar izquierdo y lesiones enfisematosas en el pulmón contralateral. El pulmón donante se extrajo post mortem de un sujeto fallecido a causa de un infarto miocárdico. Después de un curso posoperatorio inicial favorable, el receptor falleció a los 18 días del procedimiento por insuficiencia renal, si bien mantuvo hasta su muerte una buena función respiratoria (Hardy et al., 1963). Esta experiencia clínica, además de demostrar la posibilidad técnica del trasplante pulmonar, estimuló en todo el mundo la investigación en las diferentes áreas relacionadas con el trasplante. Entre 1963 y 1978 se efectuaron unos 40 trasplantes pulmonares en diferentes centros del mundo. De ellos, sólo un receptor de 23 años, afectado de 1 Diagnóstico y tratamiento en neumología sible resecar y reimplantar ambos pulmones de modo secuencial. El receptor mantiene su función respiratoria con un pulmón mientras se implanta el contralateral, con una técnica similar a la del trasplante unilateral; el segundo pulmón se reemplaza con posterioridad, al tiempo que el recién injertado asume la función respiratoria. Por lo general se evita la necesidad de utilizar circulación extracorpórea, pero si ésta se requiere sólo opera durante un breve periodo de tiempo y sin necesidad de detenimiento cardiaco. Las técnicas de preservación pulmonar y las medidas para reducir el daño de reperfusión se hallan en constante evolución. Asimismo, cada vez se controlan con más eficacia las complicaciones infecciosas. Estas mejorías han posibilitado un progresivo incremento de la supervivencia. En la actualidad, el mayor problema del trasplante pulmonar, además de la escasez de órganos donantes, es el control inadecuado de la reacción inmunitaria al injerto, con el desarrollo consecuente del rechazo crónico. La investigación de los mecanismos de esta respuesta, así como otros aportes derivados de la investigación básica aplicada y clínica, mejorarán sin duda alguna los resultados actuales del trasplante pulmonar de una manera progresiva. PRINCIPIOS Y FUNDAMENTOS Las indicaciones del trasplante pulmonar (TP) incluyen cualquier enfermedad pulmonar terminal, ya sea refractaria al tratamiento médico regular a dosis máximas o para la cual no exista ninguna terapéutica efectiva. Hoy en día, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) constituye la indicación más frecuente de trasplante pulmonar, seguida de la fibrosis pulmonar idiopática (FPI), fibrosis quística (FQ), enfisema por déficit de antitripsina α1 e hipertensión pulmonar primaria, en ese orden. En el caso de las afecciones sépticas pulmonares y determinados procesos con hipertensión pulmonar, la extensión de la enfermedad obliga a extraer ambos pulmones nativos. En los primeros años del trasplante pulmonar, lo anterior se realizaba con un trasplante cardiopulmonar. Más adelante, esta técnica se sustituyó de modo inicial por un trasplante bipulmonar simultáneo, con la sutura de la vía aérea realizada a nivel traqueal, y con derivación total, y al final con un trasplante bipulmonar secuencial a través de una incisión de clamshell. La técnica del trasplante pulmonar incluye tres anastomosis principales: a) bronquio (B); b) arteria pulmonar (AP); y c) aurícula izquierda (AI). No se efectúa de forma sistemática una revascularización de la circulación bronquial, salvo en algunos grupos (Pettersson et al., 2010). A diferencia de otros trasplantes de órganos sólidos, como hígado o riñón, la práctica de trasplantes pulmonares se ve limitada no sólo por el número absoluto de donantes, sino también por la calidad de los injertos. Los donantes en muerte encefálica constituyen la principal fuente de pulmones para el TP. Sin embargo, sólo 15 a 20% de los donantes multiorgánicos en muerte encefálica suministra pulmones válidos para el TP. La desproporción entre la oferta y la demanda ha dado lugar en la última década a la duplicación de la mediana de estancia en la lista de espera, así como a un mayor riesgo de muerte antes del trasplante, que puede alcanzar 50% en el subgrupo de individuos con fibrosis pulmonar en algunos grupos (Fisher et al., 1998). SELECCIÓN DEL DONANTE PULMONAR La donación pulmonar puede comprometerse por fenómenos que afectan al donante potencial antes y durante el proceso de muerte encefálica, como traumatismos, broncoaspiración, neumonía relacionada con la ventilación mecánica o sobrecarga hídrica, así como por factores secundarios a la atención del donante en cuidados intensivos (hipovolemia, barotrauma o neumonía relacionada con el respirador). El pulmón es un órgano especialmente vulnerable, puesto que el proceso de muerte cerebral puede lesionar al pulmón por sí misma y este daño puede agravarse tras el trasplante como resultado del fenómeno de isquemia-reperfusión o falla primaria del injerto (FPI). Desde la realización del primer TP con éxito en 1983, más de 40 000 receptores se han beneficiado de este procedimiento. En las últimas décadas se ha perfeccionado la técnica quirúrgica y se han mejorado tanto los esquemas de tratamiento inmunosupresor como los cuidados posquirúrgicos. Esto ha favorecido un incremento significativo de las indicaciones de TP. Sin embargo, la falta de donantes óptimos constituye, hasta el día de hoy, el principal factor limitante para aumentar el número de TP realizados. Esto implica que muchos receptores fallecen en lista de espera, al no poder encontrar a tiempo un injerto óptimo para ellos. Entre las distintas medidas postuladas para incrementar el número de donantes destacan las siguientes: campañas de concienciación ciudadana para favorecer la donación de órganos; liberalización de los criterios comunes de donantes pulmonares (denominados también donantes marginales, subóptimos o donantes con criterios extendidos); donación a corazón detenido © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 2 © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. Trasplante pulmonar o donantes en asistolia; trasplantes de lóbulos pulmonares, tanto de donante cadavérico como de donante vivo; y perfusión pulmonar ex vivo. En el cuadro 1 se detallan los criterios habituales de selección de los donantes pulmonares (Orens et al., 2003). Como criterios tradicionales para aceptar como óptimo un donante pulmonar figuran la edad <55 años, compatibilidad de grupo sanguíneo AB0, antecedentes de tabaquismo <20 paquetes-año, radiografía de tórax normal, ausencia de secreciones purulentas o signos de broncoaspiración en la fibrobroncoscopia, índice de oxigenación (PaO2/FiO2) >300 mm Hg (FiO2 de 1.0, PEEP = 5 cm H2O; 5 min), ausencia de traumatismo torácico significativo, duración de la ventilación mecánica invasiva inferior a cinco días y tiempo de isquemia previsto <4 h. En los primeros años del TP, los criterios de selección de los donantes eran muy estrictos, con objeto de lograr los mejores resultados posibles. Es cierto que, en aquellos años, eran mínimas las indicaciones de TP. Los escasos grupos que en la década de 1980 desarrollaron la técnica seleccionaban a donantes jóvenes, de la misma ciudad que el centro donde trabajaban (para que el tiempo de isquemia fuera mínimo), sin antecedentes de tabaquismo, con intubación mecánica de unas pocas horas de evolución, radiografías de tórax completamente normales y sin secreciones purulentas en la broncoscopia. Conforme se lograron los primeros éxitos, se abrió de forma paulatina el abanico de afecciones pulmonares susceptibles de tratarse con un TP, de tal modo que el número de receptores en lista de espera sobrepasaba en mucho a los donantes óptimos. Una solución a la escasez de donantes que comenzaron a aplicar algunos grupos fue ampliar los criterios de aceptación de los donantes, lo cual no modificó de manera negativa los resultados del TP. La preservación pulmonar regular, estática y en frío implica que no puede valorarse de forma objetiva la funcionalidad del injerto. Los únicos criterios de valoración del pulmón donante son por tanto subjetivos y arbitrarios: edad del donante, tabaquismo, índice de oxigenación, hallazgos radiológicos, hallazgos fibrobroncoscópicos, Cuadro 1. Criterios de selección de los donantes pulmonares (Orens et al., 2003) 1. Edad <55 años 2. Compatibilidad AB0 3. Tabaquismo ≤20 paquetes-año 4. Radiografía de tórax sin infiltrados 5. PaO2 >300 mm Hg (FiO2 1.0, PEEP = 5 cm H2O; 5 min) 6. Fibrobroncoscopia sin evidencia de secreciones purulentas o signos de broncoaspiración 7. Ausencia de traumatismo torácico significativo 3 tiempo de isquemia y concordancia en grupo sanguíneo y diámetros radiológicos. Respecto de la edad, los datos del último registro de la ISHLT (International Society for Heart and Lung Transplantation (Yusen et al., 2014)) demuestran un incremento progresivo en los últimos 30 años de la edad media de los donantes. Un estudio retrospectivo llevado a cabo por la OPTN (Organ Procurement and Tansplantation Network) encontró que la utilización de pulmones procedentes de donantes con edades comprendidas entre los 18 y 64 años de edad no se relacionaba con mayores tasas de disfunción del injerto en el primer año tras el trasplante; por el contrario, los pulmones de donantes menores de 18 años o mayores de 64 incrementaban el riesgo de aparición de falla del injerto (Baldwin et al., 2013). Otro análisis retrospectivo de la UNOS (United Network for Organ Sharing) que analizó los trasplantes practicados entre 2000 y 2010 confirmó un aumento de la mortalidad al año y los tres años cuando se empleaban pulmones de donantes mayores de 60 años. Sin embargo, no se identificaron diferencias en cuanto a la aparición de bronquiolitis obliterante (Bittle et al., 2013). Estudios recientes han publicado resultados satisfactorios con el uso de donantes pulmonares de edad avanzada (Fischer et al., 2005). La edad mayor del donante es un factor de riesgo conocido que se acompaña de peor función del injerto renal, cardiaco y hepático, de tal modo que es extraño que el pulmón fuera una excepción. Además, dado el conocido efecto negativo de la relación entre edad avanzada del donante y tiempo de isquemia prolongado, parece prudente no recurrir a un donante pulmonar con criterios por lo demás óptimos, salvo por la edad avanzada, si se prevé que el tiempo de isquemia será prolongado. La discordancia de género entre donante y receptor se ha analizado de forma recurrente por numerosos grupos de trasplante pulmonar. Fessart et al. (Fessart et al., 2011) analizaron el efecto de las cuatro posibles combinaciones donante-receptor en cuanto al género y no hallaron diferencias significativas en términos de supervivencia. Por el contrario, Roberts et al. de la Harvard University encontraron una mejoría en la supervivencia en los trasplantes con discordancia de género (hombre-mujer o mujer-hombre), mientras que la combinación hombre-hombre se acompañaba de una mejor supervivencia (Roberts et al., 2004). En fecha reciente, el grupo de los autores analizó el efecto del género en 266 donantes y receptores de TP en un periodo de 14 años e identificó que la discordancia de género donante-receptor no influye de manera negativa en la función del injerto ni en la mortalidad tras el TP. Además, se evidenció un beneficio en supervivencia cuan- Diagnóstico y tratamiento en neumología do las receptoras eran mujeres, al margen del género de los donantes (Alvarez et al., 2013). Por lo regular se han excluido para el TP a los donantes con antecedente de tabaquismo superior a 20 paquetes-año. Un análisis de los resultados del TP basado en donantes con criterios extendidos del grupo de Newcastle reveló una peor oxigenación del injerto y una mayor duración de la ventilación mecánica cuando se utilizaron pulmones procedentes de grandes fumadores activos. Sin embargo, la supervivencia era aún superior a la de los pacientes elegibles en lista de espera (Botha et al., 2006). Del mismo modo, Oto et al. encontraron una correlación significativa entre la dosis acumulada (paquetes-año) y la dosis actual (cigarrillos/día) y peores resultados en relación con el intercambio gaseoso, duración de la ventilación mecánica y la estancia en UCI. Por el contrario, no hubo diferencias en cuanto a la mortalidad a uno y tres años o la incidencia de bronquiolitis obliterante (Oto et al., 2004). Se ha demostrado que el uso de injertos pulmonares de fumadores se vincula con la aparición de falla primaria del injerto (FPI) de grado 3 en el receptor (Diamond et al., 2013). Desde el punto de vista global, parece evidente pues que el tabaquismo en el donante eleva el riesgo de muerte de forma temprana tras el trasplante, pero a largo plazo la mortalidad es equivalente a la de los receptores con mayor riesgo. La presión parcial de oxígeno en sangre arterial (PaO2) es la única medición regular objetiva de la función pulmonar. El donante ideal debe presentar un índice de oxigenación aproximado de 600. No obstante, la elección de un punto de corte por debajo del cual no debe emplearse un injerto pulmonar ha sido objeto de controversia. Se han establecido los parámetros de 300 mm Hg, FiO2 del 100% y PEEP de 5 cm H2O. Sin embargo, pronto se advirtió que este punto de corte era demasiado estricto, puesto que el uso de pulmones con oxigenación inferior a ese punto de corte no se acompañaba de peores resultados (Lardinois et al., 2005). Numerosos autores han documentado que el tratamiento radical del donante se traduce en una mejoría en el índice de oxigenación, del mismo modo que un índice de oxigenación bajo no debe ser un motivo para rechazar un donante pulmonar, sino para realizar una valoración y optimización tempranas del donante. La PaO2 no considera la presencia de enfermedad pulmonar unilateral. Aziz et al. y de forma más reciente McGiffin et al. demostraron que el análisis del intercambio de gases unipulmonar a través de la exclusión pulmonar o el análisis de gases obtenido de una vena pulmonar se relacionan con un incremento de la utilización de pulmones donantes, gracias a la identificación de injertos unilaterales óptimos para trasplantes unipulmonares (Aziz et al., 2002; McGiffin et al., 2005). El uso de injertos pulmonares procedentes de donantes distantes del hospital receptor tiene la posibilidad de incrementar la actividad trasplantadora y reducir la mortalidad en lista de espera, a costa de aumentar el tiempo de isquemia. En la actualidad, la solución de preservación empleada por la mayoría de grupos es el Perfadex®, una solución coloidal extracelular con escaso potasio. En teoría permite extender los tiempos de isquemia más allá de las seis a ocho horas habituales. Por el contrario, un estudio multicéntrico francés demostró un peor intercambio gaseoso con tiempos de isquemia >330 min, cualquiera que fuera la solución de preservación empleada. El análisis, que incluía a 40 pacientes con tiempos de isquemia mayores de este punto de corte, mostró un cociente de riesgo de mortalidad de 2.70 (IC 95%, 1.93 a 3.78) para el trasplante bipulmonar con tiempos de isquemia >8 h, así como de 7.10 (IC 95%, 3.64 a 13.70) para tiempos de isquemia >10 h (Thabut et al., 2005). Por el contrario, trabajos recientes han demostrado que el tiempo de isquemia prolongado no es un predictor de mortalidad a uno y cinco años (Trulock et al., 2007). A la luz de estos resultados, muchos centros aceptan pulmones de donantes jóvenes sin otras alteraciones, aunque el tiempo de isquemia previsto sea >10 h. No obstante, la conjunción de tiempo de isquemia >6 h y la edad del donante >50 años se relaciona con una peor supervivencia a los dos años del trasplante (Meyer et al., 2000). La interpretación de la radiografía de tórax está influida por la subjetividad de quien la valora. Un estudio que analizó el efecto de la variabilidad interobservador en la interpretación de la radiografía de tórax del donante encontró que este criterio juega un papel escaso en el algoritmo de aceptación del donante (Bolton et al., 2003). Hasta un tercio de las radiografías de tórax de los donantes puede presentar infiltrados, de los cuales más de la mitad se resuelven o mejoran de forma espontánea. Las alteraciones identificadas con mayor frecuencia son los infiltrados bilaterales difusos, secundarios al edema pulmonar neurogénico, o la pérdida de volumen unilateral debido a atelectasias. Ambas pueden corregirse mediante un control adecuado del donante, sin modificar de forma negativa los resultados(Gabbay et al., 1999; Straznicka et al., 2002). Hasta la fecha, ningún trabajo ha logrado correlacionar los hallazgos radiológicos con la incidencia de infecciones en el receptor. Por otro lado, los donantes pueden someterse a gran número de exploraciones radiológicas antes de la intervención. La elevada subjetividad en la interpretación ha hecho que la radiografía de tórax como criterio de aceptación pulmonar tenga en la actualidad una función menor. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 4 © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. Trasplante pulmonar Dado que la aparición de infecciones en el receptor es una de las principales causas de mortalidad temprana, los criterios regulares de aceptación del donante pulmonar incluían la radiografía de tórax y los hallazgos de la fibrobroncoscopia (ausencia de tinción de Gram positiva en el esputo), con la finalidad de no transmitir infecciones del donante al receptor inmunodeprimido. Un análisis retrospectivo observó que hasta 12% de receptores con pulmones de donantes cuya tinción de Gram era positiva desarrollaba una neumonía, en comparación con el 20% de receptores con pulmones de donantes con tinción negativa. Esta aseveración objeta el nexo entre tinción de Gram positiva y aparición de neumonía en el receptor. No obstante, en dicho protocolo no se emplearon los injertos con signos evidentes de broncoaspiración (Weill et al., 2002). Otro análisis prospectivo de los cultivos de la vía respiratoria y de biopsias bronquiales demostró una tasa de transmisión de gérmenes del donante al receptor menor de 1.5% (Mattner et al., 2008). Una revisión de la concordancia del tamaño donante-receptor en el TP publicada en 2013 (Barnard et al., 2013) demostró que la capacidad pulmonar total (CPT), la indicación del trasplante (enfermedad obstructiva o restrictiva) y la altura eran los factores a considerar para realizar un emparejamiento idóneo. Para los trasplantes bipulmonares en individuos con enfisema deben emplearse donantes cuya CPT sea de 67 a 100% la del receptor. Para los sujetos con hipertensión pulmonar o fibrosis quística, la CPT predicha del donante debe alcanzar 120% de la del receptor en el momento del TP. Debido a las limitaciones que puede suponer la CPT en la fibrosis pulmonar, la recomendación es que la CPT prevista del donante sea el 20% de la del receptor. En términos globales, la mayoría de grupos prefiere emplear injertos de tamaño ligeramente superior que el receptor, más que pulmones <80% del CPT predicho (Eberlein et al., 2013). SELECCIÓN DEL RECEPTOR PULMONAR La rápida evolución del TP ha permitido que se lo considere hoy día un tratamiento capaz de mejorar la cantidad y la calidad de vida de los pacientes con enfermedad pulmonar avanzada, no susceptible de tratamiento con métodos alternativos menos radicales. El número de trasplantes pulmonares registrados en el mundo ha aumentado de manera ininterrumpida desde 1988, hasta alcanzar una cifra mayor de 3 800 procedimientos en 2012 (Yusen et al., 2014). Las en- 5 fermedades en las que se considera indicado en la actualidad el trasplante pulmonar figuran en el cuadro 2. El proceso de selección de individuos elegibles para trasplante es uno de los principales aspectos subyacentes a un programa de trasplante pulmonar. La selección debe basarse en criterios bien definidos y, aunque no inflexibles, lo suficientemente estrictos para asegurar una selección adecuada y homogénea. Dado que algunos criterios son empíricos y otros controvertidos, deben revisarse de modo periódico para adecuarlos a la continua evolución de los conocimientos. Debido al riesgo inherente a la intervención, efectos indeseables de los inmunosupresores, problemas derivados del rechazo crónico y escasez de órganos donantes, el trasplante sólo debe ofrecerse a pacientes con una esperanza de vida limitada por la enfermedad pulmonar y con graves restricciones para la realización de las actividades cotidianas. Asimismo, es necesario que el potencial receptor no padezca alteraciones en otros órganos y sistemas que eleven en grado significativo el riesgo de la operación o comprometan su resultado a largo plazo. De manera especial, debe descartarse una alteración irreversible en las funciones cardiaca, renal y hepática. El sujeto elegible para trasplante pulmonar debe ser capaz de llevar a cabo un programa controlado de rehabilitación mientras espera el órgano; si la rehabilitación es esencial para cualquier intervención quirúrgica del tórax, lo es mucho más en estos pacientes, casi siempre muy debilitados y que requieren una inmediata y activa colaboración en el posoperatorio. Por consiguiente, el TP debe considerarse en personas con enfermedad pulmonar crónica, en estadio final, que reúnan los siguientes criterios generales, según la actualización de 2014 de la ISHLT (Weill et al., 2015): 1. Alto riesgo (>50%) de muerte por neumopatía en dos años, si no se somete a trasplante. 2. Alta probabilidad (>80%) de sobrevivir por lo menos 90 días tras el trasplante. 3. Alta probabilidad (>80%) de supervivencia a cinco años desde una perspectiva médica general, si se presupone una adecuada función del injerto pulmonar. CONTRAINDICACIONES ABSOLUTAS Hoy en día se consideran contraindicaciones absolutas para la práctica de un trasplante pulmonar las siguientes (Weill et al., 2015): Diagnóstico y tratamiento en neumología Cuadro 2. Enfermedades susceptibles de trasplante pulmonar Enfermedades pulmonares obstructivas 1. EPOC, incluido el déficit de antitripsina α-1 2. Bronquiolitis obliterante idiopática, con o sin neumonía organizativa 3. Bronquiolitis obliterante secundaria a infecciones virales, inhalación de humos o tóxicos 4. Bronquiolitis obliterante secundaria a rechazo crónico (trasplante pulmonar previo, enfermedad de injerto contra hospedador luego de trasplante alogénico de médula ósea o progenitores hematopoyético) Enfermedades pulmonares restrictivas 1. Fibrosis pulmonar idiopática 2. Alveolitis alérgica extrínseca 3. Enfermedades pulmonares intersticiales de origen ocupacional: silicosis, beriliosis, asbestosis, etc. 4. Fibrosis pulmonar inducida por fármacos o tóxicos 5. Sarcoidosis 6. Histiocitosis X 7. Linfangioleiomiomatosis pulmonar 8. Fibrosis pulmonar relacionada con enfermedades del tejido conectivo: lupus eritematoso, esclerodermia, etc. Enfermedades pulmonares sépticas 1. Fibrosis quística 2. Bronquiectasias de cualquier otro origen (idiopáticas, posinfecciosas, postuberculosas, relacionadas con síndrome de discinesia ciliar) Enfermedades pulmonares vasculares 1. Hipertensión arterial pulmonar idiopática 2. Hipertensión pulmonar secundaria a cardiopatías congénitas con síndrome de Eisenmenger 3. Hipertensión pulmonar secundaria a enfermedades sistémicas 4. Hipertensión pulmonar tromboembólica crónica 5. Hipertensión pulmonar relacionada con fármacos o tóxicos 6. Embolismo graso 7. Estenosis de las venas pulmonares 8. Hemangiomatosis capilar pulmonar 9. Malformaciones vasculares congénitas (síndrome de la cimitarra) o adquiridas (malformaciones arteriovenosas) 10. Hemangioendotelioma Diversas 1. Neumonía lipoidea 2. Microlitiasis alveolar 3. Proteinosis alveolar 4. Hemosiderosis pulmonar idiopática 5. Síndrome de dificultad respiratoria del adulto 6. Displasia broncopulmonar 7. Hernia diafragmática 8. Déficit de surfactante 9. Carcinoma bronquioloalveolar 1. Antecedente reciente de enfermedad maligna. Para el cáncer de piel localizado, no melanótico, con un riesgo previsible de recurrencia bajo, dos años de intervalo sin enfermedad se considera un lapso razonable. Sin embargo, para el resto de tumores (hematológicos, sarcomas, melanoma y carcinomas), un intervalo sin enfermedad de cinco años se considera prudente, a pesar de que el riesgo de recurrencia puede ser elevado, incluso tras ese periodo. 2. Disfunción significativa e intratable de otro sistema orgánico (p. ej., corazón, hígado, riñón, cere- 3. 4. 5. 6. bro), a menos que se pueda realizar un trasplante combinado. Enfermedad ateroesclerótica con disfunción o isquemia orgánica sospechada o confirmada, o coronariopatía no susceptible de revascularización. Inestabilidad clínica aguda, como septicemia aguda, infarto de miocardio o insuficiencia hepática. Diátesis hemorrágica incontrolable. Infección crónica por gérmenes muy virulentos o resistentes, con mal control preoperatorio. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 6 Trasplante pulmonar 7. Infección activa por micobacterias tuberculosas. 8. Deformidad significativa de la pared torácica o la columna vertebral que pueda producir restricción grave después del trasplante. 9. Obesidad de clases II o III (índice de masa corporal [IMC] ≥35 kg/m2). 10. Falta de cumplimiento actual del tratamiento médico o con antecedentes de incumplimiento terapéutico repetidos o prolongados que anticipen un riesgo elevado de incumplimiento luego del trasplante. 11. Problemas psicológicos o psiquiátricos que puedan comprometer la cooperación con el equipo cuidador o con el cumplimiento de un tratamiento médico complejo. 12. Ausencia de un apoyo social adecuado o seguro. 13. Estado funcional gravemente limitado, con escasa probabilidad de rehabilitación. 14. Dependencia o abuso de tóxicos o drogas (alcohol, tabaco, drogas, etc.). Por lo regular se requiere un periodo de abstinencia contrastada, así como la participación en tratamientos de la dependencia o abuso de larga duración, de tal forma que exista evidencia convincente de un riesgo menor a recaer en la adicción. CONTRAINDICACIONES RELATIVAS © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. Se consideran contraindicaciones relativas las siguientes (Weill et al., 2015): 1. Edad >65 años en relación con baja reserva fisiológica u otra contraindicación relativa. Aunque no existe una edad límite que pueda considerarse contraindicación absoluta, es improbable que un paciente >75 años pueda considerarse apto para trasplante pulmonar. Aunque la edad por sí misma no constituye una contraindicación, su aumento se relaciona casi siempre con afecciones patológicas que sí representan contraindicaciones absolutas o relativas. 2. Obesidad de clase I (IMC, 30 a 34.9 kg/m2), sobre todo cuando es troncal. 3. Desnutrición grave o progresiva. 4. Osteoporosis grave y sintomática. 5. Cirugía torácica extensa previa, con resección pulmonar. 6. Ventilación mecánica o apoyo extracorpóreo, con excepción de pacientes seleccionados de manera cuidadosa, sin otras disfunciones orgánicas agudas o crónicas. 7 7. Colonización o infección por bacterias, hongos o micobacterias muy resistentes o virulentas. 8. En pacientes infectados por virus B o C de la hepatitis, el trasplante puede considerarse si no existen signos clínicos, radiológicos o bioquímicos significativos de cirrosis o hipertensión portal y están estables con el tratamiento apropiado. 9. En pacientes infectados con el virus de la inmunodeficiencia humana, el trasplante puede considerarse si la enfermedad está controlada, no se detecta HIV-RNA y toleran el tratamiento combinado antirretroviral. 10. En individuos infectados por Burkhoderia cenocepacia o gladioli y Mycobaterium abscessus, el trasplante puede intentarse si la infección se ha tratado de forma suficiente y se prevé un razonable y adecuado control posoperatorio. 11. Enfermedad ateroesclerótica de intensidad suficiente para poner al paciente en riesgo de producir enfermedad de órganos blanco. Con respecto a la enfermedad coronaria, la valoración preoperatoria, el tipo de endoprótesis a aplicar y el grado de enfermedad considerada aceptable varían entre los diferentes centros. En cuanto a otras anormalidades que no han ocasionado daño orgánico irreversible, como la diabetes mellitus, hipertensión arterial sistémica, epilepsia, obstrucción venosa central, úlcera péptica o reflujo gastroesofágico, deben tratarse antes del trasplante. El documento de consenso (Weill et al., 2015) establece las siguientes consideraciones quirúrgicas: 1. Operación previa: ● Una cirugía anterior no es una contraindicación para el trasplante pulmonar ● La pleurodesis previa es la situación más problemática, pero no es una contraindicación ● El neumotórax en un posible paciente para trasplante debe tratarse de la manera mejor posible, ya que es improbable que el tipo de intervención afecte la aceptación como paciente elegible ● Los individuos con procedimientos torácicos previos tienen un mayor riesgo de sangrado, reexploración quirúrgica y complicaciones, como daño del nervio frénico, quilotórax, insuficiencia renal y disfunción primaria del injerto, sobre todo si precisan circulación extracorpórea ● Los pacientes mayores (>65 años), con comorbilidades adjuntas, suelen tener una evolución Diagnóstico y tratamiento en neumología peor, por lo que es conveniente tener en cuenta la cirugía previa en el proceso de selección 2. Transición al trasplante (oxigenador con membrana extracorpórea [ECMO]): ● Se recomienda en los casos siguientes: – Jóvenes – Ausencia de disfunción multiorgánica – Posibilidad de rehabilitación ● No se recomienda en las alteraciones siguientes: – Choque séptico – Disfunción multiorgánica – Enfermedad oclusiva arterial grave – Trombocitopenia inducida por heparina – Ventilación mecánica previa prolongada – Edad avanzada – Obesidad CRITERIOS DE SELECCIÓN DE PACIENTES ESPECÍFICOS DE ACUERDO CON LA ENFERMEDAD Los criterios de selección de individuos elegibles específicos, según sea el tipo de enfermedad, expuestos en la actualización de 2014 del Documento de Consenso para la Selección de Pacientes Aptos para Trasplante Pulmonar del Consejo de Trasplante Pulmonar de la ISHLT (Weill et al., 2015), son los siguientes. Enfermedad intersticial pulmonar (EIP) Indicación de valoración por el grupo de trasplante 1. Evidencia histopatológica o radiológica de neumonitis intersticial usual o neumonitis intersticial no especifica fibrosante, al margen de la función pulmonar. 2. Función pulmonar alterada: capacidad vital forzada (CVF) <80% o difusión (DLCO) <40% de las previstas. 3. Disnea o limitación funcional atribuible a la neumopatía. 4. Necesidad de oxigenoterapia, aunque sólo sea para el ejercicio. 5. Enfermedad intersticial inflamatoria, ante el fracaso del tratamiento médico indicado en clínica para mejorar la disnea, la necesidad de oxigenoterapia o la alteración funcional. Ingreso a espera activa 1. Descenso de la CVF ≥10% durante seis meses de seguimiento (un descenso del 5% se relaciona 2. 3. 4. 5. con mal pronóstico y puede justificar el ingreso a lista de espera). Descenso de la (DLCO) ≥15% durante seis meses de seguimiento. Desaturación <88%, o distancia <250 m en la prueba de 6 min de marcha, o descenso >50 m en la misma prueba en un periodo de seis meses. Hipertensión pulmonar detectada por cateterismo derecho o ecocardiograma bidimensional. Hospitalización secundaria a insuficiencia respiratoria, neumotórax o exacerbación aguda. La EPI representa el 24% de los trasplantes efectuados entre 1995 y 2013 (Yusen et al., 2014). La EPI, y sobre todo la fibrosis pulmonar idiopática, es la de peor pronóstico entre las enfermedades susceptibles de trasplante pulmonar, con una mediana de supervivencia de dos a tres años desde el diagnóstico y una supervivencia a cinco años del 20 al 30% (Raghu et al., 2011). Los predictores clínicos de mal pronóstico son edad avanzada, disnea, función pulmonar baja o descendente, hipertensión pulmonar, enfisema concomitante, baja capacidad o desaturación con el ejercicio y diagnóstico histopatológico de neumonitis intersticial usual. La enfermedad intersticial pulmonar relacionada con esclerodermia o artritis reumatoide puede ser susceptible de trasplante pulmonar si la neumopatía no responde al tratamiento y no hay contraindicación extrapulmonar para el trasplante. No obstante, y debido a la naturaleza sistémica de la enfermedad, hay que tener en cuenta la posibilidad de afectación subclínica de otros órganos vitales y la recurrencia final de la enfermedad en el nuevo órgano. La enfermedad intersticial pulmonar secundaria a radioterapia y quimioterapia es asimismo una indicación de trasplante pulmonar muy controvertida. Los efectos residuales de la radioterapia o quimioterapia, unidos a la toxicidad del tratamiento inmunodepresor, pueden comprometer de manera excesiva las defensas del receptor e incrementar en grado desmesurado el riesgo de complicaciones infecciosas. También debe considerarse el peligro de recurrencia de la neoplasia primitiva y el riesgo, no desdeñable, de desarrollar un segundo tumor como consecuencia de la inmunodepresión necesaria. Fibrosis quística (FQ) Indicación de valoración por el grupo de trasplante 1. VEF1 <30% del valor previsto o enfermedad avanzada con disminución rápida del VEF1, a pesar del tratamiento apropiado, sobre todo en © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 8 Trasplante pulmonar mujeres, infección por micobacterias no tuberculosas o Burkhoderia cepacia, y diabetes mellitus. 2. Distancia recorrida en la prueba de 6 min de marcha <400 m. 3. Hipertensión pulmonar, en ausencia de exacerbación hipóxica, definida por una presión arterial pulmonar sistólica >35 mm Hg en ecocardiograma o presión arterial media >25 mm Hg en cateterismo cardiaco derecho. 4. Empeoramiento clínico caracterizado por incremento de la frecuencia de exacerbaciones, en relación con cualquiera de las siguientes condiciones: ● Episodio de insuficiencia respiratoria aguda que requiera ventilación mecánica no invasiva. ● Aumento de las resistencias antibióticas y recuperación tórpida tras las exacerbaciones. ● Empeoramiento del estado nutricional, a pesar de la administración de complementos. ● Neumotórax. ● Hemoptisis amenazante, pese a la embolización bronquial. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. Ingreso a lista de espera activa 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. Insuficiencia respiratoria crónica: Parcial (PaO2 <8 kPa o <60 mm Hg). Global (PaCO2 >6.6 kPa o >50 mm Hg). Ventilación mecánica no invasiva de larga duración. Hipertensión pulmonar. Hospitalizaciones frecuentes. Disminución rápida de la función pulmonar. Clase funcional IV de la World Health Organization. Las neumopatías sépticas susceptibles de trasplante se caracterizan por la existencia de bronquiectasias generalizadas muy evolucionadas. De éstas, la más frecuente es la FQ, anomalía congénita en la que la afectación de las glándulas exocrinas conduce a enfermedad pulmonar crónica, con bronquiectasias difusas y destrucción progresiva del parénquima pulmonar. Sin trasplante, la mayoría de los pacientes fallece por insuficiencia respiratoria en la segunda o tercera décadas de la vida. Debe considerarse el trasplante en aquellos sujetos con una supervivencia prevista <50% y limitación funcional de clases III o IV de la New York Heart Association (NYHA). Sin embargo, no se ha encontrado un único factor que prediga en grado suficiente baja supervivencia en estos enfermos. Las variables más usadas en este sentido se han referido con anterioridad y describen el momento de remisión e ingreso a lista de espera. Dada su implicación pronóstica negativa, todos los pacientes referidos para trasplante deben valorarse para enfer- 9 medad pulmonar por micobacterias no tuberculosas e infección por Burkhoderia cepacia. Enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) Remisión a valoración por el grupo de trasplante 1. Enfermedad progresiva, a pesar del máximo tratamiento, que incluya medicación, rehabilitación pulmonar y oxigenoterapia. 2. Pacientes inelegibles para reducción de volumen pulmonar endoscópica o quirúrgica. Parece apropiada la valoración simultánea para reducción de volumen y trasplante. 3. Índice BODE de 5 a 6. 4. PaCO2 >6.6 kPa, o >50 mm Hg, o PaO2 <8 kPa o <60 mm Hg. 5. VEF1 <25% del previsto. Ingreso a lista de espera activa La presencia de los siguientes criterios es suficiente: 1. Índice BODE ≥7. 2. VEF1 <15 a 20% del previsto. 3. Tres o más exacerbaciones graves en el año precedente. 4. Una exacerbación grave con insuficiencia respiratoria hipercápnica. 5. Hipertensión pulmonar moderada a grave. El término enfermedad obstructiva se aplica a pacientes que presentan obstrucción crónica de la vía respiratoria en las pruebas de función pulmonar. Incluye el enfisema (idiopático o por déficit de antitripsina α1), y la EPOC (caracterizada por tos, producción de esputo, disnea, limitación al flujo aéreo y alteración del intercambio gaseoso, a menudo en relación con el tabaquismo). La EPOC representa la indicación más frecuente para trasplante en el mundo y alcanza un porcentaje del 40% (Yusen et al., 2014). Por lo regular, el curso clínico de la EPOC es muy prolongado e incluso en estadios muy avanzados la supervivencia a corto y medio plazos es mejor que en las otras enfermedades susceptibles de trasplante. Con frecuencia, el hecho clínico más importante en los pacientes con EPOC es la pérdida significativa de la calidad de vida. Este hecho, si se toma en cuenta la elevada prevalencia de la EPOC avanzada y la escasez de órganos donantes, determina la dificultad de encontrar el punto, éticamente adecuado, para indicar el trasplante en estos pacientes y si la calidad de vida debe integrarse en la decisión. Diagnóstico y tratamiento en neumología Enfermedad vascular pulmonar Remisión a valoración por el grupo de trasplante 1. Clases funcionales III o IV de la NYHA, pese al tratamiento progresivo. 2. Enfermedad de rápida progresión, sin problemas de peso o rehabilitación. 3. Necesidad de tratamiento parenteral, al margen de los síntomas o la clase funcional. 4. Enfermedad venooclusiva conocida o sospechada, o bien hemagiomatosis capilar pulmonar. Ingreso a lista de espera activa 1. Clases funcionales III o IV de la NYHA, a pesar de un tratamiento combinado de al menos tres meses, incluidos los prostanoides. 2. Índice cardiaco <2 L/min/m2. 3. Presión media en aurícula derecha >15 mm Hg. 4. Distancia recorrida <350 m en la prueba de 6 min de marcha. 5. Hemoptisis significativa, derrame pericárdico, o signos de insuficiencia cardiaca derecha progresiva (insuficiencia renal, hiperbilirrubinemia, elevación del péptido natriurético tipo B o ascitis recurrente). En los pacientes que desarrollan hipertensión pulmonar secundaria a situación de Eisenmenger no existen factores predictivos del curso evolutivo tan claros como en los afectados de hipertensión pulmonar primaria, por lo que el momento preciso para su introducción en lista de espera es más incierto. Casi siempre se propone el trasplante cuando los signos de insuficiencia ventricular derecha progresan. Indicaciones especiales Retrasplante Los criterios de selección de enfermos elegibles para retrasplante pulmonar son similares a los del trasplante. No obstante, no debe perderse de vista la presencia de comorbilidades, sobre todo la disfunción renal, que incrementan el riesgo de mortalidad (Kawut et al., 2008). Los pacientes retrasplantados por bronquiolitis obliterante tienen mejor supervivencia que los retrasplantados por disfunción primaria del injerto o complicaciones de la vía respiratoria. En cualquier caso, la supervivencia del retrasplante es inferior a la del trasplante; este hecho, unido a la escasez de órganos y la teórica inequidad de ofrecer una segunda oportunidad frente a pacientes que no han tenido ninguna, constituye un problema ético a resolver de forma individua- lizada, a la luz de las características de cada programa de trasplante concreto. Con respecto al tipo de retrasplante programado, existen controversias aún no del todo resueltas. Si bien la tendencia actual se inclina por efectuar un trasplante bipulmonar, sin importar que el trasplante anterior fuera unipulmonar o bipulmonar, con objeto de no dejar un injerto inservible, puede ser fuente de problemas infecciosos y de estímulos inmunológicos. Pese a ello, tras un trasplante unipulmonar, el retrasplante ipsolateral se relaciona con un mayor riesgo de mortalidad temprana, en comparación con el trasplante del pulmón contralateral (Kawut et al., 2008). Por lo tanto, el tipo de retrasplante debe individualizarse y tener en cuenta la experiencia de cada centro. Trasplante cardiopulmonar El trasplante cardiopulmonar ofrece peores resultados de supervivencia que el pulmonar, por lo que se indica de modo exclusivo en pacientes con disfunción cardiaca irreversible o defectos congénitos irreparables, junto a afección pulmonar intrínseca o hipertensión arterial pulmonar grave. En la mayoría de los individuos con hipertensión pulmonar, junto con insuficiencia ventricular derecha, el trasplante bipulmonar ofrece iguales o mejores resultados que el cardiopulmonar, en ausencia de infartos o cambios fibróticos del ventrículo derecho, o cardiomegalia de tal tamaño que impida alojar los injertos pulmonares. Esclerosis sistémica La indicación de trasplante pulmonar en la esclerosis sistémica es controvertida. La mayoría de los grupos la considera una contraindicación, debido al elevado riesgo de aspiración por la dismotilidad esofágica y la gastroparesia. No obstante, dos series recientes muestran resultados similares de supervivencia a uno y cinco años y tiempo libre de síndrome de bronquiolitis obliterante en los sujetos con esclerosis sistémica y enfermedad intersticial pulmonar (Saggar et al., 2010; Sottile et al., 2013). Adenocarcinoma in situ y adenocarcinoma de mínima invasión La indicación de trasplante pulmonar en el adenocarcinoma in situ y el adenocarcinoma de mínima invasión, ya sea el de crecimiento lepídico puro o de predominio lepídico, se desarrolló cuando estos tumores se identificaban como adenocarcinoma bronquiolo-alveolar difuso. En cualquier caso, la indicación de trasplante se basa en que el tumor, al menos de forma inicial, se confina a los pulmones y que, salvo en las malformaciones localizadas que pueden resecarse, la supervivencia en las tumoraciones difusas tras quimioterapia es casi nula al año o a los 5 años. Sin embargo, la su- © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 10 Trasplante pulmonar pervivencia luego del trasplante en el registro de la ISHLT es de 53 y 31% a cinco y 10 años, respectivamente (Yusen et al., 2013). La principal preocupación se deriva de la elevada tasa de recurrencia del tumor, cercana al 60% a los cuatro años (de Perrot et al., 2004). Antes del ingreso a la lista de espera, la masa debe someterse a biopsia y estudiarse de manera extensa, con el fin de descartar enfermedad más invasiva; la estadificación debe ser exhaustiva (incluidas RM cerebral y tomografía por emisión de positrones) y repetida con regularidad mientras el paciente se encuentre en lista de espera. En el momento del trasplante, debe prepararse un segundo receptor, para el caso de que la toracotomía revele afectación ganglionar o invasión extrapleural que obligue a suspender el trasplante. EXTRACCIÓN DEL PULMÓN DONANTE © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. TRATAMIENTO DEL DONANTE MULTIORGÁNICO En la actualidad, la principal fuente de órganos sólidos para el trasplante son los individuos declarados muertos por criterios neurológicos (muerte encefálica). Estos pacientes presentan una pérdida irreversible de las funciones cerebrales, de tal forma que su organismo se mantiene conectado a un respirador en una unidad de cuidados intensivos. La oxigenación y la perfusión tisular continúan en el cuerpo del donante gracias a la actividad cardiaca nativa y la ventilación asistida, justo hasta el momento de la preservación orgánica en frío. A estos donantes se los conoce como donantes a “corazón latiente”. Muchos de estos donantes experimentan una elevación de la presión intracraneal, como consecuencia del traumatismo o el accidente cerebrovascular desencadenantes de la muerte. A continuación se produce una serie de fenómenos que conducen a un empeoramiento de la perfusión cerebral y ello causa ectasia venosa y edema. Después se produce una herniación parcial, lo cual compromete aún más el flujo arterial y agrava la isquemia y el infarto cerebral. La isquemia progresiva conduce a un empeoramiento del edema cerebral hasta que, por último, la presión intracraneal asciende hasta un punto en que cesa todo flujo sanguíneo cerebral. Los fenómenos que tienen lugar en el plano sistémico se corresponden con las áreas cerebrales en las que se produce la isquemia inicial. En pri- 11 mer lugar, la isquemia en el troncoencéfalo precipita una activación mixta, simpática y parasimpática, que produce una respuesta similar a la de Cushing (bradicardia, hipertensión y patrón respiratorio irregular). La afectación en un nivel medular más inferior causa isquemia del núcleo vago, con estimulación simpática notoria y una desregulación del control cronotrópico e inotrópico del corazón. La isquemia progresiva da lugar a una pérdida completa del control de la respuesta simpática, así como a trastornos del eje hipotálamo-hipófisis. En consecuencia, la muerte cerebral desencadena una cascada de alteraciones sistémicas hormonales, neurológicas, hemodinámicas e inmunológicas que pueden atenuar la calidad del pulmón antes de la extracción. La inestabilidad hemodinámica se precipita por el notable estímulo del sistema nervioso simpático, como efecto de la isquemia del núcleo vago. Esta activación simpática produce una estimulación de las vías autonómicas e inflamatorias que conduce al final a un incremento de la permeabilidad capilar, con producción a continuación de un escape de agua, proteínas y células sanguíneas al alveolo. Este fenómeno se denomina edema pulmonar neurogénico y se ha documentado en diversas formas de daño cerebral. Como medida para incrementar el porcentaje de donantes pulmonares válidos, se han propuesto varias medidas consistentes en un tratamiento intenso del donante potencial, entre ellas instauración de una ventilación protectora, reanimación hormonal, restricción hídrica o administración de diuréticos. Varios artículos y documentos de consenso han recomendado mantener la presión venosa central en el donante entre 6 y 10 mm Hg (Straznicka et al., 2002, Rosengard et al., 2002). Sin embargo, no es claro de qué forma podría influir esta medida en la función del injerto renal, en el caso de trasplantes combinados de pulmón y riñón. En el donante multiorgánico pueden incidir intereses opuestos en cuando a las medidas hídricas a mantener. En el caso del pulmón, un equilibrio hídrico restrictivo se acompaña de un incremento del número de pulmones extraídos, mientras que una sobrecarga hídrica facilita el mantenimiento del riñón. TÉCNICA DE EXTRACCIÓN PULMONAR Se realiza una abertura del tórax mediante esternotomía media y se extiende la incisión con una laparotomía hasta llegar al pubis, con objeto de permitir la extracción de los órganos abdominales. Los restos tímicos se disecan para facilitar la identificación de la Diagnóstico y tratamiento en neumología vena innominada. Se abre el pericardio con amplitud y en forma de T invertida, lo cual expone el corazón y hace posible inspeccionarlo para reconocer posibles alteraciones. A continuación se traza una incisión en ambas pleuras justo detrás del esternón y se amplía para revisar ambos pulmones en busca de posibles áreas de atelectasia, edema o focos contusivos. Es importante en este punto la realización de una prueba para analizar la distensibilidad pulmonar mediante la desconexión del respirador al final de la espiración, lo cual debe producir un vaciado rápido de los pulmones. Dentro del pericardio se diseca la vena cava superior (VCS), que se individualiza con dos ligaduras de seda #2 y la vena cava inferior (VCI) que se marca con una ligadura de seda #2. En seguida se tracciona la VCS hacia la izquierda para disecar el tronco de la arteria pulmonar (AP) y la aorta ascendente (AA). La AP y la AA se liberan la una de la otra y se marcan cada una con una cinta. Se coloca una bolsa de tabaco de polipropileno (Prolene®) 4-0 distal al tronco de la AP para la cánula de pulmoplejía, y otra de Ticron® 2-0 en la AA para la cardioplejía. A continuación se efectúa una incisión en el pericardio posterior, entre la aorta y la VCS, para exponer la porción distal de la tráquea. Una vez que se completa la disección torácica, se hepariniza al donante (300 U/kg) y se canulan la AA y la AP proximal para la cardioplejía y pulmoplejía, respectivamente. Tras inyectar un bolo de 500 μg de prostaglandina E1 de manera directa en la AP, lo cual se sucede casi siempre de una hipotensión sistémica notoria en el donante, se liga la VCS y se secciona la VCI justo por encima de la pinza para descomprimir el hemicardio derecho. Luego de tres o cuatro latidos, el corazón se vacía de sangre, se pinza la AA y se inicia la Figura 1. cardioplejía. Se lleva a cabo una incisión en la punta de la orejuela izquierda para descomprimir el hemicardio izquierdo y se inicia la pulmoplejía. La solución de preservación pulmonar más empleada en la actualidad es el Perfadex® (60 mL/kg) a 4ºC. Mientras tanto, la cavidad pleural y el saco pericárdico se mantienen fríos con la aplicación generosa de hielo picado, a la vez que se mantiene una ventilación pulmonar suave (figura 1). Para el final del proceso de pulmoplejía, el efluente de la orejuela debe salir casi trasparente, sin sangre ni coágulos. Una vez terminada la cardioplejía y pulmoplejía, se retiran las cánulas de la AA y la AP y se practica la cardiectomía. Se secciona la VCS entre las dos ligaduras de seda, se secciona la aorta de forma proximal a la pinza, se la libera de la AP, y se secciona esta última en primer término al nivel del orificio de la cánula de pulmoplejía. La cooperación entre el cirujano cardiaco y el torácico es de suma importancia, sobre todo al dividir la aurícula izquierda y colocar la cánula de pulmoplejía en la AP, que será el lugar en que se seccione con posterioridad. Se tracciona el corazón hacia la derecha, de tal modo que se realiza luego una incisión en la aurícula izquierda en el punto medio entre el seno coronario y las venas pulmonares izquierdas. La incisión se continúa en sentidos craneal, hasta llegar al techo de la aurícula izquierda, e inferior de forma paralela al seno coronario. Un injerto adecuado de aurícula debe contener un pequeño anillo de músculo auricular alrededor de cada uno de los orificios de las venas pulmonares. Una vez que se extrae el corazón, se diseca la tráquea y liga con dos cargas de una TA-60 con grapas de 4.8 mm de altura (verdes), cerrando la TA con los pulmones al final de la espiración. Después se secciona la tráquea entre las dos líneas de grapas y se libera de los tejidos del mediastino supe- Preservación pulmonar fría en el donante. Llenado de ambas cavidades pleurales con hielo mientras los pulmones son perfundidos por vía anterógrada con la solución de preservación. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 12 Trasplante pulmonar rior. Se abre también todo el pericardio de lado a lado, se disecan ambos ligamentos pulmonares y se extrae el bloque bipulmonar, luego de seccionarlo de la aorta descendente. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. SEPARACIÓN DEL BLOQUE BIPULMONAR Una vez en la mesa auxiliar, se efectúa una perfusión pulmonar retrógrada. Con uso de la misma cánula de la pulmoplejía, pero esta vez introducida por cada una de las venas pulmonares, se purga la solución de preservación por vía retrógrada a través de la AP, hasta que el efluente sale claro y sin coágulos (figura 2). En el caso de llevar a cabo un trasplante bipulmonar, el bloque se empaqueta de manera sucesiva en tres bolsas estériles rellenas con solución de preservación y se traslada colocado sobre hielo en un receptáculo de transporte a 4ºC. Es necesario en ocasiones separar el bloque bipulmonar en el hospital del donante, cuando de un mismo donante se implanten los dos pulmones en receptores de centros diferentes (procedimientos twinning). En estos casos, la AP se divide a nivel de su bifurcación, la aurícula izquierda en la línea media y se divide el pericardio posterior de abajo arriba. Se reseca cualquier resto de tejido mediastínico, se pinza y se secciona el bronquio principal izquierdo entre dos cargas de una TA, de forma tal que puedan separarse ambos pulmones. Por último, cada injerto se empaqueta en las tres bolsas correspondientes y se transporta de la misma forma que el bloque bipulmonar. Figura 2. 13 PERFUSIÓN PULMONAR EX VIVO Y DONACIÓN EN ASISTOLIA En fecha reciente se han desarrollado nuevas medidas para incrementar el número de donantes pulmonares, tales como el TP de donantes en asistolia y la perfusión pulmonar ex vivo. A los donantes que proporcionan órganos para el trasplante después de sufrir un paro cardiaco se les conoce como donantes en asistolia. La donación en asistolia, sobre todo la controlada, constituye una iniciativa prometedora para incrementar el número de donantes pulmonares (Van De Wauwer et al., 2011). En algunos grupos, pueden llegar representar hasta 25% de donantes pulmonares. El concepto de donación pulmonar en asistolia no es novedosa, puesto que el primer TP realizado en el mundo en 1963 empleó un donante de este tipo. No obstante, después de la introducción y aceptación de los criterios de muerte encefálica en 1968, la mayoría de órganos se extrae de donantes a “corazón latiente”. El pulmón es relativamente resistente a la isquemia, de tal manera que puede tolerar periodos de isquemia caliente hasta de 60 a 90 min (Egan et al., 1991; Loehe et al., 2000; Van Raemdonck et al., 1998). Este fenómeno sentó las bases para la aplicación clínica de la extracción de órganos de donantes en asistolia. El primer TP de un donante en asistolia se realizó en 1995 (Wigfield y Love, 2011) seguido del primer TP de un donante en asistolia no controlada y recuperado con un sistema de perfusión pulmonar ex vivo por el grupo de Lund, dirigido por Stig Steen (Steen et al., 2001). La mayor parte de los grupos ha publicado unos resulta- Preservación pulmonar retrógrada. En una mesa auxiliar junto a la mesa del donante se prepara el injerto pulmonar para empaquetarlo y trasladarlo al hospital del receptor. Con la misma cánula que la empleada para la pulmoplejía, se introduce esta vez por cada una de las venas pulmonares, para purgar el efluente por la arteria pulmonar. Diagnóstico y tratamiento en neumología dos favorables al emplear donantes en asistolia controlada (Van De Wauwer et al., 2011; De Vleeschauwer et al., 2011; Mason et al., 2008; Snell et al., 2008; Cypel et al., 2009; De Oliveira et al., 2010; McKellar et al., 2010), a excepción del grupo de San Luis, cuyos resultados con donantes en asistolia fueron inferiores a los donantes en muerte encefálica (Puri et al., 2009). En 1995 se introdujo la clasificación de Maastricht para categorizar los donantes de órganos en asistolia (Kootstra et al., 1995). Según esta clasificación, la asistolia no controlada corresponde a las categorías I y II, mientras que la asistolia controlada está representada por los grupos III y IV. En el año 2007 se ha añadido una quinta categoría (el grupo V) que corresponde a los pacientes hospitalizados que sufren paro cardiaco. La asistolia controlada es la forma más aceptada y utilizada para la donación. A diferencia de los donantes en muerte cerebral, se añade un tiempo de isquemia caliente al tiempo de isquemia frío. El proceso de valoración y extracción del donante en asistolia es el siguiente: se retiran las medidas de apoyo vital en un momento planificado, lo cual conduce a la muerte del donante, tras lo cual es posible extraer los órganos. Después de cinco minutos de la declaración de muerte cardiaca, el donante es reintubado para reiniciar la ventilación mecánica. La extracción y preservación pulmonar se realizan de la misma forma que en el donante en muerte encefálica, con una perfusión anterógrada in situ y otra retrógrada en la mesa auxiliar tras extraer el bloque pulmonar. Un aspecto a considerar es la forma de preservar el pulmón en el cuerpo del donante potencial hasta que se obtiene el consentimiento de los familiares para la donación y se organiza el dispositivo para extraer los órganos. Una forma de preservar los pulmones dentro del cadáver consiste en enfriarlos durante el periodo comprendido entre la muerte y la preservación-transporte en frío, una vez fuera del organismo. El sistema se consigue mediante una infusión continua de líquido de preservación frío (Perfadex®) administrado a través de dos drenajes pleurales en cada hemitórax (Steen et al., 1997). Otra forma novedosa para superar la escasez de donantes pulmonares es la perfusión pulmonar ex vivo, utilizada para recuperar órganos considerados de modo inicial como no válidos para el trasplante. La perfusión pulmonar ex vivo se empezó a desarrollar a finales del decenio de 1990 con el grupo de Stig Steen, en Lund, a raíz de las investigaciones que llevaron a cabo estos investigadores con los TP de donantes en asistolia (Steen et al., 1997). A través de los experimentos efectuados en un modelo porcino, Steen et al. desarrollaron una solución de preservación específica que previene del edema pulmonar y la pérdida de fun- ción del injerto, denominada solución de Steen® (Vitrolife; Gothenburg, Sweden). Se trata de una solución de preservación extracelular compuesta de electrólitos, dextrano y albúmina, cuya principal característica es su elevada presión oncótica. La primera aplicación clínica de la perfusión pulmonar ex vivo fue la valoración de pulmones de donantes en asistolia (Steen et al., 2003). El circuito original que describió Steen consistía en una caja rígida y transparente que contenía el bloque cardiopulmonar y disponía de una serie de orificios de entrada y salida para conectar las tubuladuras de un circuito de derivación cardiopulmonar, una bomba centrífuga, un calentador y un oxigenador de membrana, además de transductores de presión, sensores de flujo y un termómetro, incluidos los correspondientes monitores. El líquido de perfusión pulmonar es de 1.5 L de solución de Steen® a los que se añaden concentrados de eritrocitos hasta alcanzar un hematócrito de 15%. Para desoxigenar el líquido de perfusión en la membrana se emplea una mezcla de gases (nitrógeno, oxígeno y dióxido de carbono), de tal forma que al regular el flujo de gases se consigue que la concentración de éstos en el líquido de preservación sea similar a la concentración en sangre venosa. Según el protocolo de Lund, la temperatura y el flujo se deben incrementar de manera progresiva. La ventilación del injerto se inicia cuando la temperatura alcanza 32ºC, mientras que el flujo máximo nunca debe provocar que la presión en la AP sea >20 mm Hg. Para la valoración funcional, la determinación más importante es el análisis de los gases obtenidos de las venas pulmonares una vez que se ha alcanzado una temperatura de 37ºC (Steen et al., 2001). Luego de establecer el modelo, se propuso que tal vez podría utilizarse para valorar también los pulmones procedentes de donantes marginales. En consecuencia, el mismo grupo encontró que la perfusión ex vivo en seis pulmones rechazados de modo inicial para el trasplante incrementaba la capacidad de oxigenación de los injertos (Wierup et al., 2006). A diferencia de la perfusión pulmonar regular, estática y fría, la perfusión ex vivo permite realizar una perfusión pulmonar en normotermia y por tanto analizar en términos funcionales los pulmones antes de decidir implantarlos. Las ventajas del uso de la perfusión ex vivo son, entre otras, la posibilidad de realizar maniobras de atracción alveolar, conseguir una depuración eficaz de las secreciones bronquiales, eliminar coágulos de la circulación pulmonar, además de que la elevada presión oncótica del líquido de perfusión reduce el edema pulmonar y se eliminan células inflamatorias. Todas estas ventajas condujeron al concepto de recondicionamiento pulmonar (Wierup et al., 2006). El éxito obtenido en cerdos llevó a su utilización en clínica (Steen et al., 2007). © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 14 Trasplante pulmonar Las tres metodologías más utilizadas de perfusión pulmonar ex vivo en el mundo son los protocolos de Lund, Toronto y Hannover. Las principales diferencias del protocolo de Toronto respecto del de Lund son las siguientes: 1. Usan una solución de perfusión acelular, de modo que se emplea sólo la solución de Steen® pero sin añadirle sangre. Esta medida ahorra costos y simplifica el procedimiento. 2. El flujo de perfusión se mantiene al máximo, casi 40% respecto del gasto cardiaco. 3. La presión de perfusión en la AP se mantiene entre 10 y 15 mm Hg. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. Estas modificaciones del protocolo han posibilitado prolongar el periodo de perfusión ex vivo hasta 12 h (Cypel et al., 2008). Otra modificación introducida por este grupo fue el diseño de un contenedor específico y el diseño de unas cánulas específicas para conectar la arteria pulmonar y la aurícula izquierda al circuito. El protocolo de Hannover difiere de los otros dos anteriores en que la perfusión ex vivo se inicia en el hospital donante, gracias al uso de un sistema portátil (OCS, Organ Care System), de modo tal que la perfusión pulmonar se realiza en normotermia casi desde el inicio (Wallinder et al., 2014). Gracias a estos avances se espera que en el futuro la perfusión pulmonar ex vivo haga posible expandir de forma segura el número de donantes, mediante la expansión de los límites actuales de lo que se considera un donante pulmonar válido. IMPLANTE EN EL RECEPTOR VALORACIÓN Y PREPARACIÓN PREOPERATORIA: ANESTESIA Selección del receptor para el trasplante unipulmonar o bipulmonar El bloque pulmonar puede utilizarse para un único receptor (trasplante bipulmonar) o dos (trasplante unipulmonar). Desde un punto de vista social, y con base en el aprovechamiento de órganos, no cabe duda de que el trasplante unipulmonar es más beneficioso. Además, la intervención es más simple y corta. No obstante, el trasplante bipulmonar proporciona desde luego una mayor reserva funcional, especialmente valiosa 15 en el caso de sobrevenir un rechazo crónico, y permite, al menos en teoría, una utilización mayor de pulmones donantes “marginales o extendidos” que no servirían para el trasplante unipulmonar. Según los últimos datos del registro de la ISHLT (Yusen et al., 2014), la mediana de supervivencia de los receptores adultos es de 5.7 años; empero, la mediana de los receptores de un trasplante bipulmonar es mejor que la de los receptores unipulmonares, en particular 7 frente a 4.5 años, respectivamente. Sin embargo, no es claro si esta mejor supervivencia se relaciona de forma directa con el tipo de trasplante o con las características de los receptores seleccionados para uno u otro tipo de trasplante. En el momento actual no existen estudios de suficiente calidad que comparen el trasplante unipulmonar y bipulmonar para poder recomendar el uso de uno u otro cuando la elección es factible. Por lo tanto, y en ausencia de una guía basada en evidencias científicas, la elección del tipo de trasplante depende en gran parte de las preferencias de los diferentes grupos de trasplante (Puri et al., 2015). Estas preferencias suelen sustentarse en la experiencia de cada grupo, la enfermedad por la que se indica el trasplante, la edad del receptor y la diferencia de perfusión entre los pulmones. El trasplante bipulmonar es obligado en pacientes con enfermedad pulmonar séptica (FQ y bronquiectasias), con objeto de evitar la segura contaminación del nuevo pulmón, agravada por la inmunosupresión. En el resto de casos, la afección per se representa un factor importante en la toma de decisiones acerca de qué tipo de trasplante practicar. En la EPOC, según el análisis del registro de la ISHLT de 2014, hay una clara tendencia a practicar trasplante bipulmonar (54%; en 1993 era sólo de 20%). El factor que parece sustentar esta tendencia es la ligera mayor supervivencia del trasplante bipulmonar, sobre todo en individuos menores de 60 (Thabut et al., 2008). No obstante, otros factores que pueden favorecer al trasplante bipulmonar son la hiperinsuflación del pulmón nativo remanente, que puede comprimir el injerto en un porcentaje pequeño de pacientes, y la mayor reserva funcional que proporciona, en el caso de que se desarrolle un rechazo crónico. Si se consideran las pruebas de función pulmonar como testigo indirecto de la calidad de vida tras el trasplante, el bipulmonar confiere una mejoría espirométrica; no obstante, en cuanto a la tolerancia al ejercicio y los resultados de las pruebas específicas de calidad de vida, no se han encontrado diferencias significativas (Gerbase et al., 2005). En la EPI también existe una tendencia franca a efectuar trasplante bipulmonar. Por consiguiente, mientras en 1991 sólo al 15% de los pacientes con EPI Diagnóstico y tratamiento en neumología se le realizó un trasplante bipulmonar (Christie et al., 2011), en 2012 el porcentaje alcanzó el 55% (Yusen et al., 2014). La explicación de esta tendencia no es clara, si bien la depuración de la técnica anestésico-quirúrgica, la mejor función y quizá la mejor supervivencia en determinados grupos de pacientes con el trasplante bipulmonar pueden contribuir a ella (Christie et al., 2011). Si se analizan los datos del registro de la ISHLT, el trasplante unipulmonar se relaciona con una mejor supervivencia a corto plazo, mientras que el bipulmonar ofrece una mejor supervivencia a largo plazo, sobre todo más allá de los tres años (Yusen et al., 2013); no obstante, en este análisis univariable no se tuvieron en cuenta factores de confusión, como la edad. Force et al. analizaron los datos del registro de la United Network of Organ Sharing (UNOS) sobre 3 860 pacientes con EPI y encontraron que en el análisis univariable el trasplante bipulmonar ofrecía una mejor supervivencia (Force et al., 2011). Pese a ello, en el análisis multivariable y de emparejamiento por puntaje de propensión no se demostró ninguna ventaja en supervivencia con el trasplante bipulmonar, pero sí que la edad >57 años en el receptor y >36 años en el donante eran factores de riesgo de mortalidad temprana. Otro factor a tener considerar es que es más difícil trasplantar a un paciente enlistado de forma exclusiva para bipulmonar en comparación con el unipulmonar, y que además la mortalidad en lista de espera es mayor para los individuos que esperan un trasplante bipulmonar (Nathan et al., 2010). La presencia de hipertensión pulmonar secundaria es un factor de riesgo de mortalidad temprana independiente en personas con EPI sometidas a trasplante unipulmonar (Whelan et al., 2005). Los trasplantes por enfermedad pulmonar vascular, en particular hipertensión arterial pulmonar primaria, representan 5% de los trasplantes registrados (Yusen et al., 2014). El análisis de los datos del registro de la ISHLT revela una cierta tendencia a una mejor supervivencia tras el trasplante bipulmonar, pero sin alcanzar relevancia estadística (Christie et al., 2011). Un hecho que al menos teóricamente favorece al trasplante bipulmonar es su mayor facilidad de manejo posoperatorio, en tanto que la ventilación se divide por igual entre el pulmón nativo y el injerto y la perfusión se dirige casi por completo al injerto por la elevada resistencia vascular del nativo tras un trasplante unipulmonar. En consecuencia, ante cualquier complicación en el injerto (disfunción primaria, rechazo, infección, entre otros) puede producirse un grave desajuste en la relación ventilación-perfusión que conduzca a hipoxemia. El abordaje para el trasplante bipulmonar ha experimentado importantes modificaciones desde el inicio. El procedimiento original se practicaba mediante una esternotomía media y se llevaba a cabo un implante bipulmonar en bloque con una anastomosis única en tráquea, con el paciente en derivación total. En 1989 se introdujo el trasplante bipulmonar secuencial, que es la técnica habitual en la actualidad. La toracotomía anterolateral sin sección esternal se introdujo en 1996 para pacientes seleccionados con enfisema, pero puede ser inapropiada en individuos con cavidades torácicas pequeñas. Por lo regular comienza el trasplante al reemplazar en primer lugar el pulmón con peor perfusión en la gammagrafía, puesto que esta forma reduce la necesidad de circulación extracorpórea durante el segundo implante. Anestesia en el receptor del TP No se recomienda sedar al paciente fuera del quirófano, dado que podría precipitar un paro cardiorrespiratorio debido a la hipoxemia, hipercapnia o gran resistencia vascular pulmonar, que producirían un fracaso agudo del ventrículo derecho. Una vez que el paciente llega al quirófano, se coloca un catéter epidural torácico para controlar el dolor posoperatorio. En el cuadro 3 se detalla la vigilancia regular instituida en un TP. Se recomienda el uso de la ecografía transesofágica durante la intervención con objeto de valorar la función del ventrículo derecho, una posible distensión de éste, la presencia de regurgitación tricuspídea, la precarga en los lados izquierdo y derecho, la adecuación del llenado ventricular izquierdo y el volumen de expulsión, la presencia de émbolos aéreos tras realizar maniobras para purgar el aire en las suturas vasculares, y determinar además el gasto cardiaco derecho (en especial después de pinzar y despinzar la AP). La Cuadro 3. pulmonar Vigilancia regular en el trasplante 1. Vascular ● Vigilancia arterial invasiva (arteria radial) ● Vía venosa periférica de calibre grueso ● Vía venosa central con varias luces ● Catéter de Swan-Ganz (vigilancia continua de la presión arterial pulmonar) 2. Cardiaca ● Electrocardiografía de cinco derivaciones ● Pulsioximetría ● Ecocardiografía transesofágica 3. Renal ● Diuresis (sondeo vesical) 4. Temperatura 5. Calentamiento activo (manta térmica) 6. Capnografía © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 16 Trasplante pulmonar ventilación unipulmonar se consigue con el uso de una sonda endotraqueal de doble luz. Para mantener una oxigenación adecuada en los pacientes con fibrosis pulmonar puede ser necesario incrementar las presiones de la vía respiratoria, lo cual puede empeorar la hipercapnia o el CO2. Más aún, la aparición de hipotensión arterial sistémica durante el pinzamiento de la AP señala la probable necesidad de instituir circulación extracorpórea (CEC). El tratamiento anestésico de los pacientes programados para un trasplante bipulmonar es similar al unipulmonar. Sin embargo, para los procesos sépticos pulmonares es de vital importancia efectuar una limpieza adecuada de la vía respiratoria. Por lo tanto, estos sujetos se intuban de manera inicial con una sonda endotraqueal simple, con objeto de practicar una broncoscopia que permita aspirar las secreciones purulentas de la vía respiratoria. Una buena broncoscopia para limpiar secreciones disminuye la necesidad de emplear CEC, puesto que la aparición de insuficiencia respiratoria grave durante la ventilación unipulmonar es más improbable. Debido al riesgo de desarrollar edema pulmonar no cardiogénico en el pulmón reimplantado es en extremo importante no administrar una sobrecarga de líquidos durante el trasplante. TÉCNICA QUIRÚRGICA DEL TRASPLANTE UNIPULMONAR © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. Colocación e incisión El paciente se coloca en decúbito lateral, con un rodillo bajo el tórax. Un correcto almohadillado de los codos y las rodillas evita la aparición de complicaciones en el posoperatorio, entre ellas trombosis venosas o compresiones nerviosas. Además, es deseable colocar un sistema de profilaxis de la tromboembolia venosa en miembros inferiores en todos los enfermos. La incisión para el trasplante unipulmonar es una toracotomía posterolateral, con acceso a la cavidad pleural a través del quinto espacio intercostal. No obstante, en los pacientes cuya cavidad torácica sea de muy pequeño tamaño (fibrosis pulmonar, fibrosis quística) es recomendable ingresar al espacio pleural a través del cuarto espacio, más que el quinto espacio intercostal. Una vez abierto el músculo intercostal, se coloca un separador de Finocchietto, que se abre de forma progresiva para separar las costillas en el plano vertical. Es opcional la colocación de un segundo separador, en este caso de Tuffier, en dirección perpendicular, para traccionar la piel y el músculo serrato anterior. Está 17 indicado mantener la ventilación bipulmonar mientras sea posible para evitar un empeoramiento de la hipoxia por el cortocircuito intrapulmonar. En el caso de encontrar adherencias se liberan, al igual que el ligamento pulmonar inferior. Como la cavidad torácica de los pacientes con fibrosis pulmonar es casi siempre muy pequeña, a menudo es de ayuda la colocación de una sutura de tracción (#0) en la porción tendinosa del diafragma, la cual se exterioriza fuera del tórax y se fija con un mosquito, luego de traccionar al máximo del diafragma hacia abajo. La pleura mediastínica se abre en sentido anterior hacia el hilio pulmonar, con especial cuidado de no lesionar el nervio frénico. Aunque el paciente esté estable desde el punto de vista hemodinámico, es recomendable realizar una prueba de pinzamiento de la AP durante no menos de 10 a 15 min para confirmar que el paciente es capaz de mantener tanto la ventilación como la perfusión en el pulmón que no es objeto de trasplante. Por el contrario, si el sujeto no tolera la ventilación unipulmonar, o si hay compromiso respiratorio (acidosis, hipoxemia, hipercapnia) o inestabilidad hemodinámica (hipotensión sistémica, arritmias cardiacas, disfunción del ventrículo derecho, o elevación de las presiones pulmonares) durante el pinzamiento, el individuo debe recibir apoyo de circulación extracorpórea. Neumonectomía La neumonectomía en el receptor sólo se practica una vez que el injerto pulmonar llega al quirófano. A continuación se liga el tronco de la AP en un punto todo lo distal posible; las venas pulmonares superior e inferior se disecan también de forma distal hasta la bifurcación de sus ramas principales y se seccionan en un plano distal. La utilización de una engrapadora puede ser de utilidad en la división de la AP y las venas pulmonares, y se coloca lo más distalmente posible para que quede un muñón de un largo suficiente. La última estructura a dividir es el bronquio principal, que se secciona a dos anillos del orificio del bronquio lobar superior. Para abrir el bronquio se utiliza una hoja de bisturí #15 y se secciona en ángulo recto a su eje, de preferencia entre cartílagos, más que a través de ellos. Debe evitarse una disección excesiva del tejido peribronquial para no desvascularizar en exceso la anastomosis bronquial. Preparación del hilio pulmonar Una vez que se extrae del campo el pulmón nativo, se aspiran las secreciones del interior del bronquio principal. Antes de implantar el injerto debe prepararse el hi- 18 Diagnóstico y tratamiento en neumología lio para realizar las tres anastomosis. La AP se tracciona con pinzas de Duval, se diseca cuanto más central sea posible y se libera de estructuras adyacentes para colocar con seguridad una pinza de AP. A continuación se traccionan los muñones de las venas pulmonares con pinzas de Judd-Allis en dirección anterior, lateral y posterior, con objeto de abrir el pericardio de forma circunferencial. En un trasplante unipulmonar derecho es preciso disecar el surco interauricular (o surco de Sondergaard) para poder colocar con seguridad una pinza de Satinsky. Es importante crear una hemostasia meticulosa en este punto, puesto que es difícil visualizar esta zona después de implantar el injerto. Trabajo de banco El pulmón donante, cubierto con una compresa impregnada en hielo, se coloca en la parte posterior de la cavidad torácica. A lo largo del implante pulmonar se mantendrá frío el injerto gracias a la aplicación periódica de hielo picado en su superficie. La realización de las anastomosis sigue un orden, de la parte más posterior a la más anterior de hilio (B, AP, AI). En primer lugar se suturan ambas caras membranosas con una sutura continua de polidioxanona 4-0 (PDS®). Por lo general, la porción cartilaginosa puede suturarse también de forma continua. No obstante, en el caso de existir discrepancias de calibre entre los bronquios donante y receptor, puede ser inevitable emplear una sutura telescopada, luego de introducir el bronquio receptor en el donante. Una vez finalizada la sutura bronquial, se rellena la cavidad torácica de suero frío para confirmar la presencia de posibles fugas aéreas, aplicando puntos de sutura adicionales cuando sea necesario. La siguiente sutura es la de la AP. Para ello se coloca una pinza en la AP con cuidado de no atrapar el catéter de Swan-Ganz y se fija a la piel con una seda #2, con objeto de impedir que se deslice y abra de forma prematura. Para realizar la anastomosis de la AP se utiliza una sutura de polipropileno (Prolene®) 5-0 de forma continua. Antes de anudar ambos extremos en el medio se rellena la AP con suero heparinizado con la ayuda de un catéter intravenoso Abbocath® para probar así la impermeabilidad de la anastomosis e identificar posibles puntos de sangrado que requieran puntos hemostáticos adicionales. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. Es necesario efectuar una disección adicional en el injerto a implantar para individualizar el bronquio principal, la AP y la aurícula y prepararlas para las anastomosis. Se identifica la AP y se secciona para dejarla lo más corta posible, con el fin de evitar la torsión de la sutura. Se identifica la AI y se libera del pericardio (figuras 3 y 4). Después se secciona la línea de grapas del bronquio principal y se obtienen entonces cultivos de las secreciones del interior del bronquio. A continuación se aspiran las secreciones endobronquiales y se efectúan lavado y aspiración de la vía respiratoria con algunos mililitros de suero. Por último, el bronquio principal se secciona a dos anillos de la salida del bronquio lobar superior. Implante Figura 3. Trabajo de banco. Preparación del hilio del injerto pulmonar para las tres anastomosis. En la fotografía se observa la exéresis de pericardio redundante alrededor de la aurícula izquierda. Trasplante pulmonar © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. Figura 4. 19 Trabajo de banco. En la imagen se advierte la preparación del injerto de aurícula izquierda. La última sutura a realizar es la de la aurícula izquierda. Para ello se colocan dos pinzas de Judd-Allis en el borde de ambos muñones de las venas pulmonares superior e inferior, que se traccionan para aplicar una pinza de Satinsky, que se fija a la piel con una seda #2. A continuación se abren ambas línea de grapas de las venas pulmonares superior e inferior, que se unen en un único orificio. La anastomosis de la aurícula se realiza de forma continua, con una sutura de polipropileno (Prolene®) 4-0. La cara posterior se sutura desde el extremo inferior al superior al evertir los bordes con el fin de impedir que el músculo auricular quede en el interior de la sutura. Después de suturar la cara anterior, se dejan sin anudar ambos extremos de la sutura para poder purgar el injerto de líquido de preservación y aire en la reperfusión. En este punto, el anestesista debe aspirar las secreciones bronquiales del injerto. El grupo clínico administra de forma sistemática, justo antes de la reperfusión del injerto, 1 mg intravenoso de metilprednisolona, junto con los antioxidantes acetilcisteína (2 g IV) y vitamina C (1 g IV) como atrapadores de radicales libres, para reducir al mínimo la aparición de edema de reperfusion. Luego se coloca la mesa en posición de Trendelenburg y se cortan las ligaduras de seda que fijaban las pinzas de la AP y la AI. La pinza de la AP se abre de forma gradual para rellenar la sutura, lo cual hace que el pulmón convierta su apariencia de blanca pálida a rosada, conforme la sangre del receptor lo perfunde. La pinza de Satinsky se abre también de manera gradual, de tal forma que se identifica en la sutura el líquido de preservación, en primer lugar, y sangre con algunas burbujas aéreas después en la línea de sutura. Una vez que desaparecen burbujas de aire en la sutura auricular, se anudan ambos cabos de la sutura y se retira de modo definitivo la pinza de Satinsky. Es de vital importancia evitar la sobreperfusión del pulmón recién implantado; para ello se vuelve a aplicar la pinza sobre la AP y se mantiene a media abertura durante unos 10 a 15 min, un lapso llamado periodo de reperfusión controlada. De manera alternativa, puede aplicarse una compresión manual de la arteria. Al final de este tiempo, se retira la pinza de la AP de forma definitiva y se comprueba la hemostasia en ambas suturas vasculares, con aplicación de nuevos puntos hemostáticos si fuera preciso. Por lo regular se colocan dos drenajes pleurales 28F, uno apical y otro basal, en el seno costodiafragmático. Al final se cierra la toracotomía por planos y se sustituye la sonda de doble luz por una endotraqueal simple. Antes de que el paciente abandone del quirófano, se realiza una fibrobroncoscopia para revisar la sutura bronquial y aspirar secreciones y coágulos de la vía respiratoria. Se considera que puede ser necesario instituir circulación extracorpórea en casi un tercio de los TP. Ésta puede ser electiva (pacientes con hipertensión pulmonar anterior al trasplante, realización de trasplantes lobares, individuos con pobre lecho vascular pulmonar o reparación de defectos cardiacos de forma concomitante) o aplicarse durante el implante del segundo injerto (en el caso de trasplantes bipulmonares, ya que el primer pulmón implantado recibe todo el gasto cardiaco y desarrolla edema de reperfusión). Durante el trasplante se prevé la necesidad de CEC cuando aparece hipoxia, hipercapnia o inestabilidad hemodinámica, Diagnóstico y tratamiento en neumología que indican con frecuencia fracaso del ventrículo derecho. La disfunción ventricular derecha pueden controlarse al principio con milrinona y el edema de reperfusión puede mejorar con óxido nítrico inhalado y PGE1 intravenosa. Los episodios de hipotensión suelen ser frecuentes durante el TP debido a la manipulación mediastínica del cirujano y la vasodilatación. La administración de noradrenalina, vasopresina y fenilefrina pueden ayudar a mejorar el intercambio gaseoso, pero son sólo maniobras de apoyo. La cuestión es cuándo elegir emplear la CEC común o una ECMO, tras considerar indicaciones, disponibilidad del centro y experiencia del grupo trasplantador. En los últimos años, la ECMO ha sustituido a la CEC en muchos grupos de TP. En condiciones ideales se establece CEC común en personas en las que se anticipa un sangrado cuantioso durante la intervención debido a operaciones previas o la presencia de abundantes adherencias, o bien cuando esté programada una intervención cardiaca concomitante. En todos los casos restantes es preferible el apoyo con ECMO en modalidad venoarterial. En cuanto al tipo de canulación, puede ser central o periférica. En general, en toracotomías derechas o tipo clamshell se canulan la aurícula derecha y la aorta ascendente. En toracotomías izquierdas, las cánulas se aplican en el tronco principal de la AP y la aorta descendente. En la canulación periférica, casi siempre para la ECMO, se prefiere la ingle derecha. Para ello se canulan la vena femoral común (21F a 28F) y la arteria femoral común (15F a 21F), después de inspeccionar los vasos y descartar la presencia de arteriopatía periférica. Al finalizar el trasplante, se elimina de modo gradual al apoyo cardiocirculatorio si el paciente presenta estabilidad hemodinámica y no desarrolla un edema de reperfusión significativo o fracaso del ventrículo derecho. En caso contrario, se mantiene el apoyo con ECMO durante el posoperatorio inmediato, ya sea manteniendo la canulación central (y el tórax semiabierto) o cambiando de una canulación central a otra periférica en la ingle. TRASPLANTE BIPULMONAR: VALORACIÓN Y TÉCNICA QUIRÚRGICA Valoración y preparación preoperatoria Los pacientes con enfermedades pulmonares sépticas necesitan un trasplante bipulmonar para eliminar cualquier foco séptico. Por lo general, estos pacientes suelen tener el espacio pleural distorsionado debido a infecciones bacterianas de repetición, con frecuentes adherencias densas e hipervascularizadas. Además, es común la presencia en el hilio pulmonar de adenopatías de gran tamaño que dificultan la disección de la AP y el bronquio principal. Los pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva son casi siempre aptos para trasplante unipulmonar o bipulmonar. Los individuos menores de 55 años de edad, con una buena situación clínica, y aquéllos con las cavidades pleurales de gran tamaño, se someten de preferencia a un trasplante bipulmonar. El registro internacional apunta a la existencia de una mejor supervivencia en los enfermos con EPOC sometidos a un trasplante bipulmonar, tal vez porque se evitan las complicaciones que acompañan a la hiperinsuflación del pulmón nativo o la presencia de focos sépticos ocultos en él. En el paciente enfisematoso, el trasplante bipulmonar es una técnica relativamente sencilla, que incluso puede practicarse sin seccionar en sentido transversal el esternón y con una baja probabilidad de necesitar CEC. Además, en este tipo de pacientes se pueden emplear donantes subóptimos, puesto que toleran casi siempre cierto grado de disfunción inicial del injerto. En el caso de la hipertensión pulmonar primaria, cabe destacar que el desarrollo de fármacos específicos ha reducido de forma muy significativa la remisión de pacientes a los programas de TP. No obstante, el trasplante es todavía la norma de oro terapéutica cuando fracasa el tratamiento médico. Como regla, los pacientes con hipertensión pulmonar primaria no precisan casi nunca un trasplante combinado cardiopulmonar, a menos que exista una alteración cardiaca anatómica significativa que exija reparación durante el mismo acto quirúrgico del trasplante. Además, los resultados del trasplante unipulmonar o bipulmonar en la hipertensión pulmonar son comparables, o incluso mejores, respecto del trasplante cardiopulmonar. En parte, esto se debe a que la disfunción grave del ventrículo derecho es reversible tras el trasplante, sea unipulmonar o bipulmonar, secundario al rápido descenso de las resistencias vasculares pulmonares. Es probable que el trasplante bipulmonar consiga una mejor descarga del ventrículo derecho, por lo que el posoperatorio de estos pacientes tiene menos complicaciones. Lo que no es claro es el umbral de disfunción irreversible del ventrículo derecho por debajo del cual debe considerarse un trasplante cardiopulmonar. Posición El paciente se coloca en decúbito supino, con el tórax elevado gracias a la aplicación de un rodillo bajo los hombros. Los brazos se colocan a lo largo del cuerpo, © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 20 Trasplante pulmonar aunque de modo alternativo pueden colocarse en abducción de 90º o elevados sobre un arco. Las rodillas se mantienen semiflexionadas mediante un rodillo debajo de ellas y se fija el paciente a la mesa mediante cinchas a la altura de la cadera, puesto que durante la operación la mesa se mueve para facilitar la exposición del hilio pulmonar (figura 5). Tras descontaminar la piel, se colocan los campos quirúrgicos estériles y es necesario dejar expuesto desde el cuello hasta el ombligo y, en el plano lateral, hasta ambas líneas axilares posteriores. Incisión de neumonectomía las costillas en sentido vertical. Con ello se expone en primer lugar el espacio retroesternal y se disecan los ligamentos esternomediastínicos. Las dos cavidades pleurales se revisan en busca de posibles adherencias, que se disecan. La disección continúa entonces en el pulmón a reemplazar en primer lugar. Para ello se abre la pleura mediastínica para exponer el hilio pulmonar. Es importante liberar de adherencias ambos pulmones y movilizar así los dos hilios antes de explantar el primer pulmón; esta medida reduce el tiempo en el que el injerto recién implantado se expone a la totalidad del gasto cardiaco. El ligamento pulmonar se libera de manera craneal, hasta llegar a la vena pulmonar inferior. A continuación se disecan vena pulmonar superior, AP y vena pulmonar inferior. En este punto puede intentarse una prueba de pinzamiento de la AP, para valorar la hemodinamia del paciente y anticiparse así a la necesidad de instituir apoyo circulatorio. Para ello se pinza la AP durante no menos de 10 a 15 min con una pinza de Babcock, sin atrapar el catéter de Swan-Ganz. A continuación es posible iniciar la ventilación unipulmonar y desinsuflar el pulmón a explantar. La vigilancia del paciente durante la prueba de pinzamiento de la AP es crucial. Por consiguiente, en el caso de aparición de hipoxia grave, hipercapnia progresiva, acidosis o inestabilidad hemodinámica, se adopta la circulación extracorpórea. Si se elige canulación central, se abre el pericardio ampliamente en forma de T invertida y se lo tracciona con varios puntos de seda gruesa. En seguida se colo- © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. El abordaje de elección es la toracotomía anterolateral bilateral transesternal (clamshell), consistente en una incisión curvilínea en la piel que recorre el surco inframamario y cruza el esternón al nivel del cuarto espacio intercostal. El borde inferior del músculo pectoral mayor se diseca de la parrilla costal y se eleva en bloque con el tejido celular subcutáneo y la piel. En pacientes con abundante tejido mamario, puede ser de ayuda la colocación de unos puntos de tracción con seda gruesa que eleven las mamas en sentido craneal. El acceso a la cavidad pleural se realiza de forma lateral, por el cuarto espacio intercostal. En el plano medial se identifican y disecan los vasos mamarios, se ligan y después se secciona el esternón de forma transversal con una sierra de Gigli. En cada hemitórax se colocan dos separadores de Finochietto, que se abren gradualmente para separar 21 Figura 5. Posición del paciente para un trasplante bipulmonar. Se ha colocado un rodillo bajo los hombros para hiperextender el tórax. En los miembros inferiores se ha colocado un sistema de compresión venosa y se ha fijado el paciente a la mesa mediante unos topes laterales en los hombros y un par de cinchas transversales, a la altura de la cadera y ambas tibias. 22 Diagnóstico y tratamiento en neumología can las bolsas de tabaco para las cánulas: para la cánula aórtica se aplican dos bolsas de tabaco concéntricas con Ti-cron® 2-0, mientras que en la orejuela derecha se usa una bolsa de tabaco de polipropileno (Prolene®) 4-0. Otra posibilidad consiste en colocar cánulas en las venas cavas superior e inferior, respectivamente. Una vez aplicadas las bolsas de tabaco, se hepariniza al paciente con un bolo intravenoso de 300 UI/Kg, se canulan la aorta ascendente y la orejuela, y se inicia el apoyo extracorpóreo. Después se continúa con la neumonectomía. Las venas pulmonares superior e inferior y la AP se seccionan lo más distalmente posible, casi siempre con un instrumento Endo-GIA®; el bronquio se secciona de modo transversal con una hoja de bisturí 15 y se extra la pieza del campo quirúrgico. Implante del primer injerto Para facilitar el segundo implante, se lateraliza la mesa el máximo posible hacia el lado contrario (p. ej., hacia la derecha para realizar un implante pulmonar izquierdo). La neumonectomía sigue los mismos principios que los referidos en el implante del pulmón contralateral, al igual que la preparación del hilio para el implante del injerto. Cabe destacar, sin embargo, que la anastomosis de la aurícula izquierda es la más difícil de efectuar, debido a que el espacio pleural es más reducido por la presencia del corazón, de tal modo que es frecuente que el paciente sufra periodos de inestabilidad hemodinámica con las maniobras de retracción mediastínica. La tracción manual suave e intermitente (con lapsos periódicos sin traccionar) permiten que el paciente se recupere. Al finalizar las tres anastomosis, el injerto se reventila y reperfunde de forma común, se comprueba la hemostasia de forma meticulosa y se colocan drenajes 28F en cada cavidad pleural. En la figura 6 se muestra una anastomosis de la arteria pulmonar en el hemitórax izquierdo y en la figura 7 el aspecto de ambos injertos pulmonares ya reperfundidos. Cierre de clamshell El cierre de la toracotomía se realiza por planos. El grupo de los autores ha reemplazado el cierre esternal típico mediante suturas de alambre por una fijación esternal semirrígida con dos broches termorreactivos de nitinol (níquel-titanio), colocados a ambos lados del esternón. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. El hilio pulmonar del receptor se prepara para realizar las tres anastomosis, tal y como se describió con anterioridad para el trasplante unipulmonar. Mientras tanto, el injerto a implantar en primer lugar se diseca y separa del otro pulmón en la mesa auxiliar, además de individualizar el bronquio, la AP y el injerto de aurícula izquierda. A esto se denomina trabajo de banco. Finalizada la disección en el injerto, éste se cubre con una compresa helada para colocarlo en la parte más posterior de la cavidad torácica del receptor. Las anastomosis se completan siguiendo el orden bronquio-arteria pulmonar-aurícula izquierda, tal y como se describió ya. Implante del segundo injerto Figura 6. Anastomosis de la arteria pulmonar en el hemitórax izquierdo. Se ha colocado un punto de Prolene 5-0 en cada esquina para iniciar la sutura con una de las dos suturas. Trasplante pulmonar Figura 7. 23 Imagen de ambos pulmones después de la reperfusión de éstos. Una vez elegido el broche, se monta en el aplicador específico y se coloca en hielo. El frío convierte el broche en maleable para poder colocarlo en los surcos creados en el espacio intercostal (figura 8). Una vez colocado, se calienta aplicando sobre él una compresa embebida de suero muy caliente. Al final se cierran por planos el músculo pectoral mayor, el tejido celular subcutáneo y la piel. Por último, se intercambia la sonda de doble luz por una endotraqueal simple y se realiza una broncoscopia para inspeccionar las anastomosis bronquiales. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. Para aplicarlos se crea en primer lugar, con electrocauterio, un pequeño túnel a través del espacio intercostal justo a cada lado del esternón. Es necesario tener especial cuidado de no lesionar los vasos mamarios. A continuación se colocan cuatro suturas pericostales de Vicryl 4 en cada hemitórax, que se anudan para cerrar el tórax tras retirar el rodillo de debajo de los hombros. Con ello se consigue cerrar el esternón, manteniendo los dos bordes esternales próximos para medir el espacio intercostal y seleccionar el broche a colocar en cada lado. Figura 8. Cierre de clamshell. Se ha cerrado el plano costal con puntos pericostales de Vicryl® 2. Véanse los dos broches de nitinol a ambos lados del esternón, así como los drenajes pleurales de cada hemitórax. Diagnóstico y tratamiento en neumología CUIDADOS POSOPERATORIOS VENTILACIÓN El paciente se traslada intubado a la unidad de cuidados intensivos y se mantiene la ventilación mecánica hasta que el enfermo se encuentre estable. Es de crucial importancia reducir al mínimo el riesgo de aparición de barotrauma en el injerto recién implantado, tras ajustar la FiO2 para mantener una PaO2 >70 mm Hg. Una vez estabilizado el sujeto, se instaura un protocolo de desconexión del respirador en modalidad de presión de apoyo. La ventilación controlada por presión limita las presiones máximas de la vía respiratoria y previene el barotrauma en la anastomosis bronquial. La mayoría de pacientes puede extubarse en las primeras 48 h tras el trasplante, luego de alcanzar una adecuada mecánica ventilatoria y un intercambio de gases satisfactorio. No obstante, para aquellos otros en los que se prevé una mayor duración de la ventilación mecánica es recomendable una traqueostomía temprana para favorecer la desconexión del respirador, facilitar la movilización e instituir nutrición por vía oral. Aunque la desconexión del respirador sea competencia directa de los intensivistas, se recomienda una estrecha cooperación con los cirujanos torácicos y los neumólogos. Por lo tanto, cualquiera que sea el grado de experiencia en TP del intensivista a cargo del paciente, se recomienda efectuar al menos una visita multidisciplinaria al día en la que participen un cirujano torácico, un neumólogo y el intensivista a cargo del paciente. En esta reunión se valora la situación clínica del enfermo, incluidos parámetros vitales, inmunosupresión en los primeros días, situación de las heridas y drenajes, y programa de rehabilitación, cuando esté indicado. En pacientes sometidos a un trasplante bipulmonar, los posibles desequilibrios entre la ventilación y la perfusión tienen menor repercusión clínica, de modo que muchas veces el curso posoperatorio de este tipo de pacientes es menos complicado que el de los individuos sometidos a un trasplante unipulmonar. En este último, debido a la discrepancia de tamaño y de distensibilidad entre el injerto trasplantado y el pulmón nativo, pueden aparecer complicaciones como atrapamiento aéreo, desviación mediastínica secundaria a una hiperinsuflación del pulmón nativo o incluso un neumotórax a tensión. Por ello debe controlarse de forma adecuada la presión máxima de la vía respiratoria y está contraindicado por lo regular el uso de PEEP (sobre todo en pacientes con EPOC sometidos a un trasplante unipulmonar). Al colocar al sujeto con el lado trasplantado elevado se facilita la ventilación del injerto. El manejo de los sujetos con hipertensión pulmonar es algo diferente. Estos pacientes suelen mantenerse en ventilación mecánica prolongada de forma electiva durante un mínimo de 48 a 72 h. Antes de la extubación es recomendable efectuar una fibrobroncoscopia para eliminar secreciones de la vía respiratoria y examinar el estado de la anastomosis bronquial. De manera adicional se puede realizar en más ocasiones a lo largo del posoperatorio, si la situación clínica del paciente lo requiere. FLUIDOTERAPIA El trasplante pulmonar, como consecuencia de la interrupción de la circulación linfática y el incremento en la permeabilidad capilar, interfiere de forma significativa con la capacidad del pulmón de producir una depuración efectiva del edema intersticial (Sugita et al., 2003). En consecuencia, es casi invariable la aparición de cierto grado edema pulmonar en el pulmón reimplantado y es de suma importancia conseguir un equilibrio hídrico negativo, de tal forma que el sujeto se mantenga “seco” y se fuerce la diuresis. Para ello se vigila la presión capilar pulmonar de enclavamiento por el catéter de Swan-Ganz. A pesar del gran cuidado intraoperatorio del anestesista en lo que respecta a la reposición hídrica, muchas veces los pacientes llegan del quirófano a la unidad de cuidados intensivos con un balance positivo significativo. Esto se observa con un incremento del peso del sujeto de 10 a 15% y edematización periférica. Una fluidoterapia excesiva en los primeros días del trasplante para prevenir la insuficiencia renal prerrenal contribuye a la sobrecarga hídrica del paciente. Además de forzar la diuresis, el paciente recibe una nutrición rica en proteínas, puesto que casi todos los receptores sufren cierto grado de hipoalbuminemia en el posoperatorio. Como medida adyuvante para reducir el edema de los miembros inferiores, se aplican medias de compresión y se alienta al enfermo a incrementar la movilización. La profilaxis de la tromboembolia venosa se realiza con heparina de bajo peso molecular administrada cada día por vía subcutánea, y se mantiene hasta el alta hospitalaria, salvo que sea necesario administrar anticoagulantes orales en caso de enfermedad tromboembólica, arritmias o hipertensión pulmonar mantenida. Aunque muchos pacientes necesitan fármacos vasopresores durante la intervención quirúrgica, la mayoría puede prescindir de ellos en las primeras horas después del trasplante, siempre y cuando se fuerce la diuresis de forma vigorosa. Los episodios de hipoten- © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 24 Trasplante pulmonar sión pueden deberse a un estado de hipovolemia, pero también a otros procesos como sepsis, complicaciones de las suturas vasculares, insuficiencia ventricular derecha o izquierda, tromboembolismo pulmonar o hiperinsuflación del pulmón nativo. PROFILAXIS ANTIRREFLUJO Y TRÁNSITO GASTROINTESTINAL Las medidas antirreflujo son una prioridad en la fase inicial tras el trasplante, para lo cual se coloca al enfermo con la cabecera elevada (antitrendelenburg) para prevenir el reflujo gastroesofágico y la broncoaspiración. Además, se administran de forma profiláctica inhibidores de la bomba de protones dos veces al día y, en ocasiones, procinéticos antes de las comidas. Debe prestarse especial atención a la motilidad intestinal, la cual se ve atenuada con frecuencia por factores como la medicación, la inmovilización, entre otros. En este sentido, se administran laxantes con objeto de reducir el riesgo de aparición de complicaciones gastrointestinales graves. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. ANALGESIA Es crucial mantener una analgesia adecuada después del trasplante inmediato para evitar la aparición de atelectasias secundarias a una pobre movilización del tórax y una tos ineficaz debidas al dolor por la toracotomía. El catéter epidural consigue un control adecuado del dolor, con pocos efectos secundarios. Existe evidencia de que el uso del catéter epidural torácico después del trasplante inmediato se acompaña de una extubación temprana, una menor estancia en UCI y una menor incidencia de complicaciones respiratorias, comparado con los morfínicos intravenosos (Pottecher et al., 2011). Los pacientes necesitan además analgésicos por vía oral las primeras semanas tras el trasplante. En este caso, se prefiere el uso de paracetamol o narcóticos orales sobre los antiinflamatorios no esteroideos, que pueden exacerbar una insuficiencia renal en el caso de que el paciente se halle bajo tratamiento con ciclosporina u otros fármacos con potencial nefrotóxico. DRENAJES PLEURALES Todos los días deben revisarse los drenajes torácicos para descartar la presencia de sangrado o fuga aérea. 25 El sangrado es más frecuente en los TP en los que se requiere CEC durante la intervención, o en aquellos receptores que presentan adherencias densas en la cavidad pleural; puede ser preciso reexplorar al paciente en quirófano para revisar la hemostasia. Una vez que se extuba al paciente, por lo general a las 48 h del trasplante, se pueden retirar los drenajes pleurales apicales, siempre y cuando no exista fuga aérea. Por el contrario, los drenajes basales se mantienen hasta el quinto a séptimo días posteriores al trasplante, puesto que el débito es elevado, sobre todo en los trasplantes bipulmonares. INMUNOSUPRESIÓN Un aspecto clave del tratamiento del paciente trasplantado de pulmón es el establecimiento de medidas inmunosupresoras adecuadas para prevenir la aparición de episodios de rechazo agudo, pero sin sobredosificar y las consecuencias de ello. La inmunosupresión en el trasplante pulmonar se divide en tres niveles: inmunosupresión de mantenimiento, tratamiento de inducción y tratamiento del rechazo. En 1980, el descubrimiento de las propiedades inmunosupresoras de la ciclosporina revolucionó el campo de los trasplantes de órganos sólidos. En la actualidad, el tratamiento inmunosupresor de mantenimiento se inicia o justo antes del trasplante o apenas después de la operación. El esquema inmunosupresor empleado incluye un triple tratamiento que comprende un inhibidor de la calcineurina (ciclosporina o tacrolimus), un inhibidor de la síntesis de las purinas (micofenolato de mofetilo o azatioprina) y corticoides. Los inhibidores de la calcineurina suprimen la transcripción de interleucina 2 (IL-2), y por tanto la proliferación de linfocitos T. La azatioprina, que se usaba más a menudo en los orígenes de los trasplantes, anula la síntesis de novo de las purinas y la proliferación de linfocitos B y T. Debido a su superioridad, el micofenolato de mofetilo, un profármaco del ácido micofenólico, ha sustituido a la azatioprina en la mayor parte de los TP. Los corticoides son aún componentes esenciales del tratamiento inmunosupresor. Se administran por primera vez durante el trasplante, justo antes de la reperfusión del injerto (metilprednisolona intravenosa: 1 g en trasplante unipulmonar y 500 mg en trasplante bipulmonar). Desde que el paciente llega a la UCI recibe por lo general metilprednisolona intravenosa (0.5 a 1 mg/kg/día), que se sustituye por prednisona (0.5 mg/ kg/día) cuando el paciente inicia la ingesta oral. Junto con los corticoides, los enfermos reciben tacrolimus + micofenolato (Treede et al., 2012). En fecha reciente se Diagnóstico y tratamiento en neumología han introducido los inhibidores de mTOR (sirolimus, everolimus) al trasplante pulmonar. Estos fármacos bloquean el crecimiento celular inducido por factores de crecimiento, la proliferación de linfocitos y otras células hematopoyéticas como las células del músculo liso vascular, y pueden ser prometedoras en cuanto al descenso de la incidencia de rechazo crónico. El papel del tratamiento inmunosupresor de inducción en el TP es aún objeto de debate en la actualidad, puesto que si bien ha demostrado reducir la incidencia y la gravedad de los episodios de rechazo agudo y crónico en el trasplante de órganos sólidos, los beneficios sobre el rechazo agudo y la bronquiolitis obliterante en el TP no se han demostrado de forma consistente en estudios clínicos. Muchos grupos de TP lo emplean para agotar al sistema inmunitario del receptor en el periodo posterior al trasplante inmediato, y con ello reducir al mínimo una interacción temprana entre las células inmunológicas del receptor y los antígenos del donante en el injerto. Sus potenciales ventajas son la reducción de la incidencia de rechazo agudo y demorar el uso de anticalcineurínicos, lo cual podría reducir las complicaciones renales. Son desventajas el mayor riesgo de infecciones y las neoplasias tras el trasplante. El tratamiento de inducción se instituye en el 45% de los TP hoy en día (Trulock et al., 2005) y se basa en la administración de los siguientes fármacos: OKT3 (anticuerpo monoclonal murino frente a la cadena ε del complejo formado por el receptor de la célula T-CD3), que causa agotamiento de los linfocitos T circulantes; globulina antitimocítica (anticuerpo policlonal frente a linfocitos), que agota también a los linfocitos circulantes; anticuerpos monoclonales quiméricos humanosmurinos frente a la subunidad α del receptor de la IL-2, daclizumab y basiliximab; y alentuzumab, un anticuerpo monoclonal humanizado de rata dirigido frente al CD52 presente en la superficie de muchas células del sistema inmunitario. PROFILAXIS DE LA INFECCIÓN El paciente trasplantado de pulmón es en especial vulnerable a sufrir infecciones debido a las particularidades del injerto y la inmunosupresión. Todos los individuos reciben de forma sistemática una profilaxis antibacteriana empírica que se inicia durante la intervención quirúrgica, con frecuencia consistente en piperacilinatazobactam y meropenem durante varios días, y con los ajustes necesarios en función de los resultados de los cultivos del broncoaspirado del donante y el receptor obtenidos en el momento de la intervención. En el caso de personas con fibrosis quística, se añaden a menudo aerosoles con colistina o tobramicina, además de una cobertura de amplio espectro para Pseudomonas, de acuerdo con el antibiograma anterior al trasplante. El virus del herpes simple suponía hace años una importante fuente de complicaciones posoperatorias derivadas de las ulceraciones orales, y en ocasiones la neumonitis. Desde que se introdujo el aciclovir como pauta profiláctica, prácticamente han desaparecido sus complicaciones. Por el contrario, la infección por citomegalovirus (CMV) todavía causa una considerable morbilidad en los receptores de trasplante pulmonar. Por ello, la mayoría de grupos ha adoptado una medida de emparejar a donantes seronegativos con receptores seronegativos. La mayor incidencia de infección grave por CMV ocurre en la combinación donante CMV+/receptor CMV-. Por ello se administra una profilaxis con ganciclovir intravenoso (5 mg/kg/día) durante las primeras 12 semanas tras el trasplante, seguido por valganciclovir oral (450 mg/12 h). En el caso de combinaciones donante/receptor de alto riesgo (donante CMV+/receptor CMV-) o enfermedad/reactivación por CMV, se administran además inmunoglobulinas por vía intravenosa. Parece razonable asimismo extender esta profilaxis a cualquiera de las situaciones en las que el donante o el receptor fueran positivos para CMV. La profilaxis antimicótica se basa en los cultivos del receptor anteriores al trasplante. En el caso de cultivos positivos para Aspergillus o combinaciones de hongos, se opta casi siempre por administrar caspofungina de forma temprana para reducir el riesgo de complicaciones de la anastomosis de la vía respiratoria. Los antimicóticos habituales se inician de forma regular al quinto a séptimo días posoperatorios e incluyen itraconazol (200 mg/12 h) y anfotericina B inhalada (10 mg/12 h). El esquema antibiótico actual incluye también la administración de trimetroprim/sulfametoxazol en todos los pacientes para eliminar el riesgo de infección por Pneumocystis jiruveci. Se emplea una pauta de administración de tres veces por semana de por vida. FISIOTERAPIA RESPIRATORIA Como parte fundamental de los programas de cuidado del paciente trasplantado de pulmón se incluye realizar una fisioterapia respiratoria enérgica, drenajes posturales, administrar broncodilatadores y eliminar las secreciones pulmonares con frecuencia. Incorporar de forma temprana y constante al equipo de rehabilitadores puede lograr que el paciente deambule en poco © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 26 Trasplante pulmonar tiempo, permanezca en sedestación, esté ambulatorio aunque con asistencia, y se incorpore a caminar en la cinta o realice ejercicio en la bicicleta tan pronto como sea posible, incluso si está intubado. COMPLICACIONES DEL TRASPLANTE PULMONAR El TP es un procedimiento complejo, con un alto riesgo de complicaciones infecciosas (bacterianas, virales, micóticas y micobacterianas) y no infecciosas, como los problemas anastomóticos (sobre todo de la vía respiratoria), la disfunción primaria del injerto, el rechazo agudo, el rechazo crónico, las neoplasias y otros efectos sobre órganos y sistemas inducidos por la inmunosupresión y la recurrencia de la enfermedad primaria, entre otras. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. COMPLICACIONES INFECCIOSAS Las complicaciones infecciosas son una causa importante de morbimortalidad luego de TP y son la principal causa de muerte en más del 25% de los casos (Christie et al., 2009). El riesgo de infección después de TP es elevado debido al alto grado de inmunosupresión necesario para evitar el rechazo, la disminución de las defensas locales producida por la intervención (ausencia de conexión linfática, disminución de la depuración mucociliar y el reflejo tusígeno) y el contacto constante y directo del injerto con los patógenos ambientales. El tipo de infección y su probabilidad dependen del tiempo transcurrido desde el trasplante, la profilaxis antimicrobiana usada, el grado de inmunosupresión, el tipo de afección subyacente y el ambiente microbiológico hospitalario y comunitario. Las infecciones posteriores al TP, como de cualquier otro órgano sólido, siguen por lo general un patrón predecible, dividido en tres periodos: primer mes (infecciones derivadas del donante o el receptor e infecciones secundarias a la operación y la hospitalización); entre el primero y sexto meses (infecciones oportunistas e infecciones persistentes del periodo anterior); y más de seis meses después del TP (neumonía bacteriana y patógenos comunes). Infecciones bacterianas La neumonía bacteriana es la infección más frecuente luego de TP. Además de la morbimortalidad inherente, 27 puede producir la pérdida funcional del injerto y predisponer al desarrollo de rechazo crónico, manifestado en la forma de síndrome de bronquiolitis obliterante (BOS) (Husain y Singh, 2002). Existe una serie de factores a considerar en el diagnóstico y tratamiento de las infecciones en un receptor de TP. Por lo general responden a la infección con síntomas y signos atenuados y las manifestaciones radiológicas son menores y más tardías que en la población inmunocompetente. Por lo tanto, se requiere una mayor alerta y una elevada sospecha clínica, además de técnicas diagnósticas sensibles, incluso si son invasivas. La infección evoluciona con mayor rapidez al no existir suficientes defensas en el hospedador, por lo que debe actuarse cuanto antes. Hay que tener en cuenta que la serología posterior al TP no es tan útil como lo es en la fase anterior para determinar el riesgo de desarrollo de infecciones latentes, ya que la inmunosupresión dificulta la producción con rapidez suficiente de anticuerpos para permitir un diagnóstico serológico. Por consiguiente, es preciso utilizar pruebas cuantitativas que detecten de manera directa proteínas o ácidos nucleicos de los agentes infecciosos. De los sitios con posible riesgo de colonización con gérmenes resistentes deben tomarse cultivos y los derrames o tejidos desvitalizados deben drenarse o desbridarse, respectivamente. La inmunosupresión debe revisarse y disminuirse mientras dure la infección, con objeto de favorecer una mejor respuesta inmunitaria, pero no lo suficiente para que sobrevenga el rechazo del injerto. Dado que la neumonía es la infección más frecuente tras el TP, el diagnóstico de cualquier síndrome infeccioso debe incluir una valoración temprana y completa de los pulmones, como foco potencial. Los pacientes pueden deteriorarse con suma rapidez si no se tratan, por lo que si existen síntomas respiratorios debe iniciarse un tratamiento empírico hasta la obtención de resultados de cultivos y antibiogramas. Una vez iniciado el tratamiento empírico y obtenidas las pruebas de imagen, debe considerarse la broncoscopia con lavado broncoalveolar, si no existe contraindicación. En condiciones normales se toman biopsias transbronquiales para descartar rechazo, si bien la infección y el rechazo pueden coexistir. Los pacientes trasplantados por bronquiectasias y FQ tienen un riesgo aún más elevado de neumonía que el resto de los individuos trasplantados (Kanj et al., 1997), y tienen más probabilidades de estar colonizados por gérmenes multirresistentes, como Pseudomona aeruginosa y Burkholderia cepacia, que pueden persistir en la vía respiratoria superior nativa y los senos paranasales. Además de la neumonía relacionada con la asistencia sanitaria y la neumonía adquirida en la comunidad, los Diagnóstico y tratamiento en neumología pacientes trasplantados tienen un riesgo incrementado de sufrir neumonías por bacterias no patógenas para el hospedador inmunocompetente. Infecciones víricas Cytomegalovirus (CMV), un virus del herpes, es la causa de infección más frecuente en el paciente trasplantado de pulmón después de la neumonía bacteriana, y representa una gran morbimortalidad. Además, los efectos indirectos de la infección (inmunodepresión y posible contribución al desarrollo de rechazo crónico) pueden ser tan importantes como los efectos directos del virus sobre los tejidos (Zamora, 2004). La infección por CMV puede ser asintomática (viremia) o manifestarse como enfermedad, bien como un síndrome viral (síndrome CMV) o como una enfermedad invasiva tisular, casi siempre en forma de neumonitis. La clínica puede ser indistinguible de la ocasionada por un rechazo agudo, aunque es excepcional detectarla en las dos primeras semanas tras el trasplante, cuando el rechazo es más frecuente. La enfermedad aparece sobre todo en los tres primeros meses después del TP en los sujetos que no reciben profilaxis específica y luego de los tres meses de suspenderla en los tratados. El síndrome por CMV se caracteriza por fiebre, malestar general, mialgias, artralgias y debilidad; puede cursar con leucopenia y plaquetopenia. La neumonitis por CMV cursa con febrícula, disnea y tos irritativa. Los cambios radiológicos son variados, desde infiltrados en vidrio deslustrado y en parches o difusos hasta pequeños nódulos o consolidaciones más o menos extensas. Con menos frecuencia se reconoce un patrón de árbol en brote, engrosamiento broncovascular y derrame pleural (Kang et al., 1996). Ante la sospecha clínica es necesario solicitar pruebas de replicación viral en sangre y, en caso de sospecha de enfermedad invasiva, broncoscopia y biopsia transbronquial. Infecciones micóticas Las infecciones micóticas son también frecuentes después del TP. La mayoría de las infecciones es efecto de las especies Aspergillus y Candida, aunque otras especies también pueden ocasionarlas. La especie Aspergillus es, sin duda, la que más afecta al paciente trasplantado de pulmón, con una incidencia media que se aproxima al 6% (Singh y Paterson, 2005) y, entre ellas, A. fumigatus es la más común. Los factores de riesgo para el desarrollo de aspergilosis invasiva son la colonización previa de la vía respiratoria, la isquemia de esta última, el desarrollo de rechazo crónico, la enfermedad por citomegalovirus, la dosis alta de corticoesteroides y el tratamiento con agentes anticelulares T. Las manifestaciones clínicas más frecuentes son traqueobronquitis, neumonía e infección sistémica. El diagnóstico de traqueobronquitis aspergilosa se efectúa al identificar hiperemia, seudomembranas o ulceraciones en la broncoscopia, con confirmación en cultivo o biopsia. La aspergilosis invasiva se diagnostica casi siempre por pruebas de imagen consistentes y cultivo o biopsia positivos en los especímenes relacionados con broncoscopia, si bien el diagnóstico definitivo requiere confirmación de la invasión micótica tisular en biopsia, aunque rara vez se considere necesario. COMPLICACIONES NO INFECCIOSAS Complicaciones anastomóticas De las complicaciones de las anastomosis, la de la vía respiratoria es la más frecuente, con una incidencia de 7 a 18% en la mayoría de las series (Santacruz and Mehta, 2009). Pueden presentarse de forma temprana durante el primer mes (infección, necrosis y dehiscencia) o tardía (granulomas, estenosis, broncomalacia, fístula broncopleural, broncomediastínica y broncovascular). Aunque es habitual encontrar pequeñas zonas de necrosis o descamación de la mucosa durante las primeras dos o tres semanas, sólo se consideran complicaciones verdaderas cuando no se curan de modo espontáneo y requieren desbridamiento, dilatación o colocación de endoprótesis. Se cree que se producen por la ausencia de vascularización sistémica, ya que las arterias bronquiales se seccionan durante el trasplante. La vascularización de la anastomosis depende del flujo retrógrado, proveniente de las arterias pulmonares a través de las comunicaciones con los capilares pulmonares y las anastomosis precapilares en el plexo submucoso bronquial. Se consideran factores de riesgo la disfunción primaria del injerto, la ventilación mecánica prolongada, la colonización por Aspergillus fumigatus, los episodios reiterados de rechazo agudo, la neumonía anterior y posterior al TP, la colonización por Pseudomona cepacia antes del TP, el trasplante unipulmonar y el tratamiento con sirolimus, con anterioridad a la cicatrización de la anastomosis. La estenosis puede ser asintomática, por lo regular descubierta durante las broncoscopias de seguimiento, u ocasionar disnea, estridor y deterioro espirométrico. Suelen tratarse con dilataciones y, si son refractarias, con la colocación de endoprótesis. La necrosis y la dehiscencia pueden ser leves y afectar sólo a la mucosa, © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 28 © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. Trasplante pulmonar o extensas, y lesionar toda la pared bronquial, junto con separación parcial o completa de la anastomosis. El tratamiento depende del grado de necrosis y dehiscencia. La mayoría se puede tratar de forma conservadora, con antibióticos, y manteniendo el pulmón reexpandido con los drenajes necesarios. Cuando la dehiscencia es completa produce una elevada morbimortalidad y puede requerir reanastomosis (si es muy temprana), neumonectomía o retrasplante, si se cuenta con un donante a tiempo. La broncomalacia, aunque puede ser asintomática, casi siempre provoca síntomas de obstrucción; cuando es leve o moderada, se trata con ventilación no invasiva nocturna; cuando es más grave, requiere la colocación de endoprótesis o incluso la intervención quirúrgica. Las complicaciones de las anastomosis vasculares (estenosis, retorcimiento arterial y trombosis) son menos frecuentes que las de la vía respiratoria, pero pueden ser muy graves. La estenosis de la anastomosis arterial puede producir síntomas iniciales o tardíos, como disnea, signos de hipertensión pulmonar e insuficiencia cardiaca derecha; aunque la ecocardiografía y la gammagrafía de ventilación-perfusión pueden apoyar el diagnóstico, las más de las veces se requiere una angiografía para confirmarla y tratarla, mediante dilatación e implante de endoprótesis, aunque algunas veces puede requerirse la reconstrucción quirúrgica. El retorcimiento arterial induce los mismos síntomas que la estenosis; el diagnóstico y tratamiento son también similares. La trombosis venosa pulmonar se presenta en fase temprana y puede conducir a la embolización sistémica y cerebral. Además, los trombos pueden obstruir el flujo venoso pulmonar y provocar un edema pulmonar grave y refractario al tratamiento. La clínica comprende hipoxemia, disminución de la distensibilidad pulmonar y opacificación radiológica del injerto; el diagnóstico se establece mediante ecocardiografía transesofágica. El tratamiento es delicado; si el riesgo de sangrado no es demasiado elevado, puede utilizarse anticoagulación sistémica e incluso fibrinólisis (Gonzalez-Fernandez et al., 2009). La hipoxemia refractaria y la inestabilidad hemodinámica pueden requerir trombectomía quirúrgica, pero los resultados no son buenos. Disfunción primaria del injerto La disfunción primaria del injerto es la principal causa de muerte temprana luego de TP y fuente de complicaciones a corto y largo plazos. Su incidencia se sitúa entre 10 y 25% de los TP. Se manifiesta en la forma de un daño pulmonar agudo, semejante a la dificultad respiratoria en las primeras 72 h posteriores al TP. Representa un daño multifactorial, sumatorio de una 29 serie de acciones lesivas sobre el pulmón durante la extracción del injerto, preservación, implante y reperfusión. Otros factores del donante, como la broncoaspiración, neumonía, tromboembolismo y barotrauma, pueden contribuir a su desarrollo. También se han referido alteraciones ocurridas en el donante, antes de la extracción, como la desregulación homeostática, los trastornos endocrinos y la liberación de citocinas proinflamatorias, consecutivos a la muerte cerebral, así como los episodios de hipotensión. Algunos factores del receptor también pueden contribuir a su aparición, como la hipertensión pulmonar y el diagnóstico de fibrosis. En clínica se manifiesta por hipoxemia grave, edema pulmonar e infiltrados pulmonares difusos, sin que existan otros factores etiológicos. Desde el punto de vista patológico, la disfunción primaria del injerto se corresponde con un daño alveolar difuso. La ISHLT ha propuesto un sistema de gradación de gravedad basado en la relación PaO2/FiO2 (de Perrot et al., 2005): – – – – Grado 0: >300 y radiografía de tórax normal Grado 1: PaO2/FiO2 >300 e infiltrados difusos en el injerto en radiografía de tórax Grado 2: PaO2/FiO2 entre 200 y 300 Grado 3: PaO2/FiO2 <200 El cálculo del grado de disfunción se realiza al llegar a la UCI, a las 24, 48 y 72 h; esta última determinación es la que mejor predice la supervivencia (Suzuki et al., 2013). El tratamiento es de apoyo, con ventilación protectora, control estricto de líquidos y óxido nítrico inhalado, e implantación de ECMO, en fase lo más temprana posible en los casos más graves. La mortalidad puede alcanzar el 60% a los 30 días y los supervivientes sufren un mayor tiempo de ventilación mecánica, una mayor estancia en UCI y hospitalaria, una peor función pulmonar a largo plazo y un mayor riesgo de desarrollar rechazo crónico (Daud et al., 2007). Rechazo agudo El rechazo agudo es un problema importante tras el TP, a pesar de los avances en el tratamiento inmunosupresor. Más de la tercera parte de los pacientes trasplantados requieren tratamiento para el rechazo agudo durante el primer año y representan casi 5% de las muertes en el primer mes después del TP (Yusen et al., 2014; Martinu et al., 2011). El rechazo celular agudo es el tipo predominante y está mediado por linfocitos T dirigidos contra el complejo de histocompatibilidad principal (MHC) del donante u otros antígenos del injerto. El riesgo de rechazo agudo es máximo durante los primeros meses tras el TP y decrece con el tiempo. Diagnóstico y tratamiento en neumología Se trata de una reacción inflamatoria de predominio linfocítico perivascular e intersticial (rechazo agudo) y en la submucosa de los bronquiolos (bronquiolitis linfocítica), que pueden precipitarse de manera separada o conjunta. La ISHLT ha desarrollado un documento para uniformar la nomenclatura para el diagnóstico del rechazo pulmonar, en el que se clasifica el rechazo de acuerdo con las estructuras anatómicas afectadas y el grado de intensidad (Stewart et al., 2007). Los pacientes con rechazo agudo pueden permanecer asintomáticos o presentar febrícula, disnea o tos, así como una disminución de la función pulmonar. El diagnóstico requiere excluir la infección en la analítica, así como un estudio radiológico, espirometría y broncoscopia (con lavado broncoalveolar y biopsias transbronquiales, de seis a 10 de las áreas más afectadas en la imagen radiográfica o de los subsegmentarios de los lóbulos inferiores). La decisión de tratar a un paciente con evidencia histológica de rechazo agudo depende de la clínica y la gravedad del rechazo. En consecuencia, los pacientes con rechazo moderado a grave (grados A3, A4) se tratan y también aquellos que están sintomáticos con un grado leve (A2) , si se descarta la infección. Por lo regular, el tratamiento consiste en bolos intravenosos de metilprednisolona (15 mg/kg) durante tres días, con dosis orales progresivamente menores de prednisona, hasta alcanzar la dosis basal en varias semanas. Si el rechazo persiste, se indica una segunda administración de bolos intravenosos, acompañados o no de modificación en el tratamiento inmunosupresor de base. Si persiste el rechazo a pesar de este tratamiento, se administran anticuerpos antilinfocíticos o inhibidores mTOR (sirolimus o everolimus). Si no hay respuesta puede intentarse la fotoforesis. Rechazo crónico El rechazo crónico es el verdadero talón de Aquiles del TP. El rechazo crónico per se y las complicaciones infecciosas secundarias a su tratamiento son la mayor fuente de morbimortalidad luego del TP (Boehler y Estenne, 2003) y el mayor obstáculo para que la supervivencia del TP, a medio y largo plazos, mejore con el transcurso de los años. El rechazo crónico puede afectar la vía respiratoria, los vasos pulmonares o ambos. El rechazo crónico de la vía respiratoria es el más frecuente y grave y se caracteriza en términos anatomopatológicos como una bronquiolitis obliterante (OB). En el caso de que el paciente tenga una limitación del flujo aéreo, sin otras causas identificables y sin constatación anatomopatológica de bronquiolitis obliterante, se establece el síndrome de bronquiolitis obliterante (BOS). La causa exacta del BOS/OB se desconoce. Los signos apuntan a que se trata de una manifestación de rechazo crónico del injerto, si bien existen otros factores que pueden intervenir también, como disfunción primaria, rechazo agudo grave, recurrente o persistente, infección por CMV, reflujo gastroesofágico y quizá mecanismos de autoinmunidad que se suman a los de aloinmunidad (Lyu et al., 2012). Desde el punto de vista clínico, el BOS/OB es similar a una infección respiratoria de vías altas, pero puede iniciar con disnea y empeoramiento de los flujos espirométricos. Los estudios radiológicos, sobre todo la TC, pueden mostrar la existencia de hiperinsuflación y bronquiectasias en estadios avanzados, aunque suelen ser normales en su inicio. Antes del inicio del tratamiento, debe descartarse la presencia de infección y estenosis de la anastomosis de la vía aérea, así como efectuar broncoscopia con lavado broncoalveolar (muestras para cultivo de bacterias, hongos y virus) y al final biopsias transbronquiales para descartar infección o confirmar la presencia de BO. Con respecto al tratamiento, la primera medida que suele tomarse en un BOS de inicio es la adición de azitromicina (como inmunomodulador) al tratamiento y optimizar la inmunodepresión. Si la inmunodepresión de mantenimiento incluye ciclosporina o azatioprina, se aconseja cambiar a tacrolimus y micofenolato, respectivamente. Si no hay estabilización, se añaden otras medidas, como la administración de montelukast, de inhibidores mTOR (sirolimus o everolimus), fotoforesis, irradiación linfoidea total y tratamiento con anticuerpos antilinfocitos o antitimocitos. Infortunadamente, en la mayoría de los casos el BOS/BO progresa, a pesar del tratamiento, y produce una mortalidad hasta de 55%; la presencia de rechazo crónico hace triplicar la tasa de mortalidad en cada punto de corte, en comparación con los pacientes sin BOS/BO (Burton et al., 2007). En ocasiones, cuando el BOS/OB provoca insuficiencia respiratoria, puede considerarse el retrasplante. Neoplasias Los pacientes trasplantados de pulmón tienen un riesgo elevado de desarrollar neoplasias. Por lo tanto, entre los supervivientes de más de cinco años, 14 y 6% presentan enfermedad maligna en general y enfermedad maligna (sin incluir la de la piel), respectivamente (Christie et al., 2012). Dado que muchos de los paciente trasplantados fueron fumadores, el cáncer de pulmón afecta a casi 2% de los pulmones nativos de pacientes sometidos a trasplante unipulmonar. La enfermedad linfoproliferativa postrasplante suele afectar al 5% de los pacientes, casi siempre en forma de masas o nódulos pulmonares, únicos o múltiples, las más de las veces acompañados de adenopatías mediastínicas © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. 30 Trasplante pulmonar y derrame pleural. La frecuencia se incrementa en grado significativo en los receptores que eran seronegativos para el virus de Epstein-Barr antes del TP y que se infectaron con posterioridad. Efectos adversos de los inmunosupresores Los efectos adversos de la medicación inmunosupresora incluyen insuficiencia renal, arritmias supraventriculares, hipertensión, cardiopatía isquémica, diabetes mellitus, neumatosis intestinal y accidentes cerebrovasculares, entre otros. Recurrencia de la neumopatía en el injerto La recurrencia de la neumopatía en el injerto se ha descrito en la sarcoidosis, linfangiomiomatosis, neumonía intersticial descamativa, histiocitosis de células de Langherans, carcinoma bronquioloalveolar, hemosiderosis pulmonar, panbronquiolitis difusa y proteinosis alveolar. © Editorial El manual moderno Fotocopiar sin autorización es un delito. BIBLIOGRAFÍA A definition of irreversible coma. Report of the Ad Hoc Committee of the Harvard Medical School to Examine the Definition of Brain Death. JAMA 1968;205:337-340. Alvarez A, Moreno P, Illana J, et al.: Influence of donor-recipient gender mismatch on graft function and survival following lung transplantation. Interact Cardiovasc Thorac Surg 2013;16:426-35. Aziz TM, El-Gamel A, Saad RA, et al.: Pulmonary vein gas analysis for assessing donor lung function. Ann Thorac Surg 2002;73:1599-604; discussion 1604-1605. 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