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ESCUELAS Y SISTEMAS EN PSICOLOGÍA
1 La psicología como ciencia
Entre los profesionales que cultivan la Psicología, hay una conciencia de unidad respecto a
ella, determinada por dos puntos: a) la psicología se considera como una ciencia empírica,
positiva, que utiliza el método científico para obtener sus conocimientos; b) su objeto de
estudio está integrado por fenómenos empíricos, positivos, que constituyen la experiencia y el
comportamiento de los organismos vivos, particularmente de los seres vivos. Cabe señalar un
tercer factor unificador, la historia de la psicología.
De ello se deriva que la psicología ya no forma parte de la filosofía, y que, por su método,
coincide con el resto de las ciencias empíricas, procurando construir un cuerpo teórico de
generalizaciones inferidas a partir de ciertos hechos; de esas hipótesis deduce consecuencias
que pueden comprobarse empíricamente; aplica, cuando ello es posible, el experimento, y
cuando no, alguna forma válida de comprobación que le permita la verificación o falsación de la
teoría. O importantes es que la psicología posee una dimensión histórica, que es la que
estudiaremos en este curso.
El punto de partida de las ciencias empíricas está en la observación y registro de hechos
concretos, y su término se sitúa en la formulación de hipótesis de carácter general que pueda
verificarse o falsarse. Comte estableció las funciones de la ciencia en una fórmula sintética:
ciencia, de donde previsión; previsión, de donde acción. Son, pues, tres sus funciones
fundamentales: conocimiento, predicción y aplicación técnica (poder). La investigación
científica implica un proceso de indagación sistemática, empírica y controlada de proposiciones
sobre la supuesta relación que existe entre fenómenos naturales; debe estar guiada por una
secuencialización controlado de los pasos a seguir y por su carácter empírico: con ello
desembocamos en el método hipotético-deductivo-experimental. Es posible entonces una
intervención humana sobre los mismos fenómenos que estudia; a su vez, la ciencia es una
construcción humana, y por ello, algo histórico y social.
La ciencia, por tanto, implica un progreso del conocimiento sobre un determinado objeto,
sustituye explicaciones heredadas, insuficientes, por otras más perfectas; la ciencia es histórica
porque en ella el pasado determina las posibilidades rigurosamente científicas. La ciencia
occidental surgió en Grecia, en la que se produjo un triple fenómeno convergente. Por un lado,
es la aparición de una determinada creencia acerca de la realidad: la de los fenómenos que
integran el mundo de la experiencia no dependen de unas voluntades personales, la de los
dioses, sino de la consistencia y estructura que posean las cosas mismas. Después, la
aparición de una actitud teórica ante esa naturaleza en el hombre, para llegar a saber cómo es
ella misma. El último factor es el descubrimiento de la razón poseemos una capacidad o
facultad que nos permite conocer la estructura objetiva de la realidad. Así, naturaleza, teoría y
razón constituyen el trasfondo del inmenso logro de la aparición de la ciencia en Grecia: la
ciencia es en su origen, una actividad que explica el mundo mediante la razón humana.
Mas frente a esta ciencia antigua hay una ciencia moderna. La aparición de la física
moderna, en el Renacimiento, señala el cambio. El científico moderno renuncia a las esencias,
a lo que hay más allá del plano de los fenómenos, quiere descubrir el orden y sucesión con que
se presentan y sus relaciones, lo que constituirá leyes. La ciencia moderna, a su vez, no busca
ya elementos explicativos semejantes a las cosas, sino que emplea símbolos, símbolos
matemáticos, que permita predicciones cuantitativas en el plano de la experiencia, de modo
que mientras las predicciones se cumplan, el modelo es tenido por válido. Por último, la ciencia
antigua fue esencialmente teórica, mientras que la ciencia moderna está orientada a la
predicción, haciendo posible la creación de una técnica.
Así, la ciencia es una realidad histórica, y la historia de la ciencia permite el conocimiento
explícito y riguroso del devenir de la propia ciencia.
Evolución histórica de la psicología
A grandes rasgos, podemos distinguir cuatro etapas en la evolución de la historia de la
psicología: ciencia del alma, ciencia de la mente, ciencia de la conducta y, en la actualidad,
ciencia de la mente y de la conducta. No sólo han pesado en tal evolución los cambios de
contenido, sino también los de método, pues en la ciencia éste es esencial.
Etimológicamente, “psicología” quiere decir tratado del alma, lógos acerca de la psykhé,
palabra que no aparece en la tradición griega; habrá que esperar al Renacimiento para
encontrara en escritos de eruditos y humanistas. Lo interesante es que el término “Psicología”
es una construcción intelectual del humanismo y que está pensado para referirse al estudio de
la dimensión mental, no somática, de la vida humana.
El alma: psique, alma, puede decirse que ha sido el objeto de la psicología desde el siglo IV
a.C. con Platón y Aristóteles, hasta cierto momento en el siglo XVII con Descartes, en el XVIII
con los empiristas ingleses, o en el XIX con las investigaciones de los fenómenos mentales.
Hubo ya en Grecia dos significaciones del término psique. Una es la que lo entiende como
elemento o principio biológico de los seres vivos, y otra es su interpretación como realidad
inmaterial distinta del cuerpo físico. El representante de ese primer sentido es Aristóteles, con
el que la psique se integra en el campo de los estudios físicos sobre la naturaleza o physis. La
experiencia que probablemente está a la base es la distancia que separa al organismo vivo del
cadáver; con el término de psique ha pretendido comprender ese hecho en términos de
reflexión racional alejada de las interferencias religiosas.
Frente a la psique biológica de Aristóteles se sitúa la consideración contraria de Platón: la
psique es independiente, separable del cuerpo e irreductible al mismo. Aquí no es la vida lo
decisivo, sino la existencia en el hombre de un conocimiento científico, intemporal, universal,
válido para siempre.
Así encontramos un dualismo en la interpretación de la psique en Grecia. Sobre ella, el mundo
medieval injertó una interpretación religiosa. Esta hizo del alma una cosa independiente y
simple, una sustancia espiritual, diferente de la materia, ajena por ello a la muerte y a la
corrupción, capaz de supervivencia e inmortalidad, situando la dualidad en este momento entre
los defensores del espiritualismo y los que ostentan un materialismo que niegan el alma y sólo
admiten la realidad del cuerpo.
Mente: antiguos y medievales fueron predominantemente realistas: se ocuparon del modo de
ser de la naturaleza como un conjunto de sustancias con sus atributos, propiedades y
accidentes, que están fuera del hombre y que éste puede conocer. Con la filosofía moderna y
con la llegada de Descartes, la situación se modifica profundamente. El mundo moderno
cambia de perspectiva: en vez de partir de las cosas, empieza por el sujeto, y en particular por
el conocimiento que este tiene de las cosas; ahora todo se convierte, de cosa, en idea
(idealismo). Así, hay una realidad caracterizada por el conocimiento, por la conciencia, para la
que todo lo que hay es fenómeno consiste en “ser percibido”. Esta realidad es la mente, el
sujeto consciente la sustancia pensante. Pasó a entenderse lo psiquico en términos de mente,
como sustancia distinta del cuerpo extenso. El campo de la extensión pertenecerá a la física; el
de la reflexión, a una psicología cuyo tema será la conciencia o vida mental.
La psicología de la mente nace a partir, entonces, de la psicología del alma, en el curso de una
evolución gradual. Este progreso consistió en acentuar la reflexividad o conciencia del alma
medieval; en la consideración filosófica de esa conciencia como una sustancia distinta de la
sustancia que llamamos cuerpo; en el análisis descriptivo, reflexivo, de su actividad consciente;
y que al análisis de la mente se ha añadido al fin la introducción de una metodología
experimental (con Wundt a la cabeza, en procedimientos de laboratorio).
La conducta: la psicología, como ciencia positiva, estaba interesada en la objetividad de sus
métodos y resultados, tratando de ser una ciencia como las demás ciencias naturales. A la vez,
la mente resultaba un objeto individual, privado, heterogéneo respecto de los de las otras
ciencias. Tal contraste dio origen a un nuevo cambio, y con ello a una nueva definición de
psicología como ciencia. Se trata de una reestructuración que la concibe como ciencia de la
conducta o del comportamiento. J. B. Watson definió el comportamiento como lo que un
organismo hace o dice, es decir, una actividad públicamente observable mediante la cual el
organismo se relaciona con el medio que le rodea. Mientras la conciencia aparecía como algo
privado, la conducta, en cambio, se muestra como un fenómeno público, análogo a los estudios
de las otras ciencias.
Mente y conducta: el último tercio del siglo XX fue testigo de un nuevo cambio en el concepto
de psicología. Había en el conductismo problemas teóricos centrales carentes de solución
aceptable; conceptos como “respuesta” y “estimulación” han presentado graves dificultades a
los teóricos de la psicología. La estimulación no es un simple proceso físico ni es un proceso
elemental; en su inmensa parte son situaciones sociales, histórica y culturalmente cualificadas,
las que desencadenan una actividad responsiva en el sujeto humano. La actividad no es una
mera actividad fisiológico, sino que posee una significación, un propósito, que sólo aparece
cuando el nivel del análisis asciende desde lo orgánico a unidades de acción complejas o
molares, donde hay “planes” e “intenciones”. Ello ha conducido al abandono del modelo
conductista de psicología, y a la vuelta al estudio prioritario de los procesos cognitivos
simbólicos.
2 Platón y Aristóteles
Platón es una de las figuras que ha ejercido una influencia perdurable en el pensamiento
occidental. Le interesaban fundamentalmente los temas humanos, en el que destacaba la
política, y deseó tratarlos desde la perspectiva del saber permanente, de la verdad, de la
ciencia. Trata de conciliar el pensamiento lógico, la ciencia como conocimiento de lo inmutable,
con el mundo cambiante, prolongando así la reflexión de su maestro Sócrates, quien había
buscado las realidades humanas mediante el descubrimiento de sus cualidades características,
de lo que iba a llama su “virtud”.
Platón establece dos mundos: el de las Ideas o modelos ejemplares de las cosas, ámbito
donde está la verdadera realidad, principio mismo de las cosas, y el mundo del cambio, del
movimiento y de las cosas fugaces que son sombra e imitación de las Ideas, pero que de algún
modo participan de su ser. Entre ambos mundos se mueve el alma humana, porque está hecha
para vivir en el primero y actualmente, se halla en el segundo, en nuestro cuerpo. La sabiduría,
dirá Platón, consiste en separar el alma del cuerpo. El alma posee tres partes: racional,
irascible y apetitiva, la primera localizada en la cabeza, la segunda en el pecho y la tercera en
el vientre. La psique es principio de conocimiento: Platón distingue entre conocimiento sensible,
de cualidades que varían y cambian, meras apariencias, y otro de índole intelectual, que
construye hipótesis o modelos inmutables adaptables a las impresiones, y que busca la
salvación de las apariencias. El conocimiento racional supone una reconstrucción de la realidad
de las Ideas, por lo que es posible que el hombre venga a este mundo con la experiencia
anterior del mundo supraceleste; mediante la contemplación recuerda progresivamente las
Ideas vistas: el conocimiento superior es, en esencia, un recordar lo ya visto.
La vida dedicada a la filosofía, al conocimiento, permite sibir de nuevo al mundo superior y así
salvarse del inferior. Las almas, cayendo y ascendiendo, emigran de un cuerpo a otro.
Aristóteles escribió el primer tratado sistemático sobre la psique (Sobre el alma), que sirvió de
base a innumerables comentarios y que situó ese estudio en la órbita de la ciencia natural.
Definió el alma como la entelequia primera de un cuerpo natural que en potencia tiene vida
Aristóteles tomó este mundo de cosas cambiantes en que vivimos como el verdaderamente
real; a su juicio, el mundo real se compone e sustancias. La sustancia es un ser real y
verdadero que existe con independencia y autosuficiencia, que sirve de soporte a todos los
fenómenos, apariencias y cualidades. El estudio de la sustancia en Aristóteles es el estudio del
fondo o fundamento de toda realidad, y lo lleva a cabo en su metafísica o filosofía primera.
Cada sustancia posee unas propiedades; hay en ella una estructura u organización igual para
todos los miembros de su clase oe specie que se realiza en una materia distinta para cada
individuo: teoría hilemórfica de la sustancia. Ciertas sustancias tienen además en sí un
principio de movimiento, al que llama naturaleza y que regula sus cambios. Entre tales
sustancias se encuentran los seres vivos. Aristóteles interpretó el movimiento como paso de un
ser que existe en potencia, en forma latente, a un nuevo modo de ser en acto, manifiesto, como
lo que ‘ya es’.
El mundo de la experiencia es un mundo natural de sustancias, sometido a la causalidad, y que
cabe llegar a conocer, es decir, tener ciencia de la naturaleza. Con Aristóteles la psique entra a
formar parte de la naturaleza. No es un objeto de otro mundo, sino que es un elemento de este
mundo de sustancias. Entiende por alma o psique aquello que explica el vivir de los seres
vivos. Esta actividad básica puede ser de varios tipos: planta, animal u hombre, las cuales son
distintas por sus funciones y las potencialidades. La psique es la forma, el acto vital de un
organismo. Esta psicología es, pues, una ciencia natural; su objeto es la forma que da el acto,
el vivir, de cada ser vivo.
Aristóteles es un filósofo empirista; en su sistema, las ciencias han de ser construidas a partir d
la observación de los individuos concretos, para llegar a los conceptos generales mediante la
inducción y explicar causalmente los fenómenos. La psicología ha de estudiar el vivir de los
seres vivos. Los actos de vida son a la vez somáticos y psíquicos; por ser somáticos, poseen
una dimensión material; por ser psíquicos, han de ser examinados en relación con la vida en
que se integran y de la que forman parte. Se trata, pues, de un estudio que parte de la
experiencia de la naturaleza en forma sensible y concreta y quiere llegar a conocer las causas.
Los actos que integran la vida de un organismo dependen del acto primero, es decir, del tipo de
vivir o psique que posea. Aristóteles advirtió la existencia de tres grandes tipos de psique:
vegetativa, propia de las plantas, caracterizada por la nutrición, asimilación y reproducción; la
sensitiva, propia de los animales, capaz de ejecutar todas las funciones anteriores más la de
percepción sensible, deseo y movimiento local; y la racional, de la que está dotado el hombre,
que añade a lo anterior la posesión de una mente –o noûs- con que puede tener ciencia y vida
moral.
El primer conocimiento de lo individual y concreto tiene lugar a través de los sentidos, lo que
supone un órgano sensorial, un movimiento o acción del objeto, y un medio que transmita este
movimiento al órgano. Hay cinco sentidos, cada uno de los cuales capta unas cualidades o o
sensibles propios; además, hay un órgano sensorial común, que se sitúa en el corazón, donde
se reúnen los contenidos de los distintos sentidos y además aparecen unos sensibles comunes
apreciados por más de un sistema receptor.
Así, sentir es ser afectado, padecer bajo la acción de los objetos. Los órganos sensoriales
están en potencia, asta que llega el impulso del objeto, y entonces pasan a estar en acto. Éste
es un proceso a la vez subjetivo y objetivo: subjetivo porque quien siente es el órgano, y
objetivo porque lo sentido es la forma sensible del objeto. Con la sensación se inicia el
conocimiento en los animales y el hombre. El movimiento de la sensación deja una huella o
imagen, conservada en los órganos, que puede fundirse con otras imágenes y adquiere cierto
grado de generalidad en la “fantasía”. Sobre esas imágenes actúa la facultad del espíritu, el
noûs o mente, que elimina lo accidental y variable y conserva por abstracción las formas
inteligibles permanentes que estaban envueltas en lo sensible. Así es como la mente concibe
inductivamente, de la sensación al concepto. Mediante los conceptos se construye el
conocimiento racional. La razón relaciona estos conceptos y forma estructuras complejas de
juicio y razonamiento.
Todo conocimiento se va depositando en virtud, pues, de la experiencia, y es fruto del
aprendizaje. La condición para que exista tal aprendizaje es la memoria; hay memoria cundo
una imagen presente aparece referida a un objeto del pasado. Las huellas de la memoria
pueden manejarse porque no están desordenadas, sino enlazadas según ls leyes de
asociación de ideas: por razón de semejanza, de contraste o de contigüidad.
De los actos, por repetición, surgen disposiciones a obrar de cierta manera, a los que
Aristóteles llamó hábitos, que son el principio del obrar individual, y constituyen una segunda
naturaleza, que no es innata sino adquirida.
3 La construcción psicológica de Descartes
Si el pensamiento aristotélico representa uno de los fundamentos históricos de la psicología, en
la filosofía y en la ciencia de Descartes se encuentra otro, igualmente esencial.
Descartes inicia la gran corriente de la filosofía racionalista moderna. Ésta trata, como al
filosofía antigua, de halla una realidad fundamental, un principio de todas las cosas que las
explique y comprenda. Buscándolo, los griegos habían recurrido a las cosas; en cambio, ahora
la primacía iba a corresponder al sujeto.
Descartes busca un conocimiento verdadero, que esté estructurado deductivamente como las
matemáticas, y que se refiera además a las cosas del mundo. Necesita una primera verdad
indudable y encuentra que ésta se halla en el mismo acto de la duda, o de pensar: “Pienso
luego existo”. Esta es una verdad firme y estable, puesto que dudar es siempre “yo dudo”, y al
pensar, siempre se trata de que “yo pienso”, donde ya está existiendo el yo con sus ideas. En
cambio, cabe dudar de la existencia del propio cuerpo, de Dios y del mundo porque éstas sólo
son ideas subjetivas del yo que quizá no correspondan a nada fuera de mí.
Descartes, en esta línea, demostró que había Dios (pues esta idea no podía proceder del yo) y
había mundo (pues, habiendo Dios, éste no le podía engañar haciéndole creer que hay mundo
sin haberlo). Descartes reconoce entonces la existencia de tres sustancias, de tres realidades
que pueden existir sin necesidad de otra sustancia, son independientes y autosuficientes. Se
manifiestas y definen por sus atributos: el yo, por el pensamiento; el mundo, por la extensión;
Dios, por la infinitud. Para Descartes, el hombre se compone de dos sustancias: la pensante y
la extensa, yo y el cuerpo. La psicología, por tanto, de existir, habrá de ser el estudio de la
sustancia pensante y de sus manifestaciones; a la física le corresponderá el estudio del cuerpo.
El pensamiento cartesiano es conciencia, y éste va a ser el nuevo objeto de la psicología,
desde Descartes al siglo XX; no el alma antigua, sino al conciencia moderna. El pensamiento
abarca la totalidad de la experiencia de que es consciente el yo, a la que éste puede referirse y
sobre la que puede testimoniar. Bajo el nombre de pensamiento entiende Descartes todo
cuanto está en nosotros de modo que lo conocemos inmediatamente; así todas las
operaciones de la voluntad, del entendimiento, de la imaginación y de los sentidos son el
pensamiento, y todo lo demás, todos los objetos, sólo nos parecen en una forma mediata a
través de su idea de conciencia. Incluso el propio cuerpo, presente a través de las vivencias
relativas al cuerpo, es algo mediato para el yo.
Para el alma su vida es pensar, y aspira a estar libre de cualquier perturbación corporal para
poder dedicarse a una sabiduría racional e inmutable como la matemática. Junto a ella se
encuentra su cuerpo. La biología se convierte en pura mecánica; el problema grave es el de la
comunicación con el alma.
Descartes admite que el Universo es un sistema mecánico cerrado; la cantidad de movimiento
que hay en él se conserva constantemente. El movimiento impreso por las cosas en el
organismo tiene que volver íntegramente al exterior. Por eso el modelo de esta interacción va a
ser el reflejo, en que acción y reacción se igualan y hasta la dirección de esta última está
determinada. El impacto de las cosas sobre los nervios sensitivos pone en acción un fluido que
en éstos se contiene, y al llegar al cerebro y afecta la epífisis induce en la serie paralela de la
vida del alma unos pensamientos adventicios. En la epífisis o glándula pineal coincidirán las
dos sustancias. El alma no mueve el cuerpo, pero puede cambiar la dirección de sus
movimientos; de tal suerte, faltando una interacción física hay una correspondencia psicofísica. La primera tarea psicológica consiste en describir y analizar, pues, la conciencia, lo que
no puede hacerse sino por introspección.
Descartes distingue dos grandes clases de fenómenos psíquicos, la percepción del
entendimiento y la acción de la voluntad. Hay, así, fenómenos del conocimiento,
representativos, cuyo carácter fundamental es una cierta pasividad del sujeto, y fenómenos de
actividad, en que se integran dos tipos diferentes: el juicio y la volición.
Las representaciones de los objetos, como imágenes de las cosas, son ideas. En su presencia
ante el yo interviene la atención: la idea atendida es “clara”; sino no, es “oscura”. Se mezclan y
relacionan ideas, y aquella que tiene su límite neto es “distinta”; sino, es “confusa”. Debe
aspirarse a tener un conocimiento con ideas claras y distintas. Las ideas que proceden del
conocimiento sensible son confusas, y susceptibles de error: son ideas adventicias. Se enlazan
o mezclan de manera puramente fáctica, por efecto de la acción de las cosas sobre el cuerpo.
La idea científica, propia del conocimiento intelectual, es vista o intuida por la mente, pero sólo
cuando se ha podido liberar de todo lo sensible; esto es precisamente lo que hace quien
razona sobre una figura geométrica: no atiende a la concreta imagen, sino al esquema
conceptual. Toda una serie de ideas de pura razón son innatas.
El conocimiento no es sólo ver, intuir: es atender, sobre todo es juzgar. Aquí entra la voluntad,
que tiene un papel fundamental en el conocimiento. Ésta le sirve a Descartes para explicar la
existencia de errores en nuestros juicios, por ir aquélla más allá de lo que permiten las
representaciones.
La voluntad pura tiene un simple motivo, “obrar bien”, el obrar racional, que entraña la propia
perfección de la sustancia pensante que es el yo, y con ella, un contento o satisfacción
personal. Junto a la motivación superior, hay la referida a la vida del cuerpo. El Tratado de las
pasiones es un estudio de la emoción, movimiento o alteración psíquica que se produce a raíz
de una alteración somática. Seis emociones son simples: admiración, amor y odio, deseo,
alegría y tristeza; las demás se componen de éstas como elementos. El placer y el dolor que
las acompañan representan la idea de nuestro bien o mal psicofísicos.
No todo movimiento corporal entraña motivo psíquico, pues hay movimientos reflejos, y en la
medida en que funcionan según reflejos, el animal y el cuerpo humano son autómatas. El yo s
cosa pensante. Siempre ha de estar pensando, aunque de muchos pensamientos no quede
siquiera recuerdo. Por otro lado, ¿cuál es la señal específica de un yo distinto de mí? Sin duda,
el lenguaje, pues hay en él una organización con sentido. En el plano empírico, hay
aprendizaje. El cuerpo, entidad material, admite huellas de la experiencia, posee memoria. La
vía de enlace entre la sensación y la respuesta se facilitay fortalece en los reflejos. Pensar
quiere decir ir viendo el encadenamiento objetivo de nuestros pensamientos, enlazados entre sí
no por causas de hecho, sino por necesidad lógica.
Así, como conclusión, con el dualismo y el mecanicismo fisiológico, abría una vía de
independencia de la fisiología frente a la investigación introspectiva del espíritu. Ponía en forma
de máxima agudeza la cuestión de la interacción psicofísica y delimitaba el campo psicológico
según el criterio de la experiencia consciente. Estableció, así, un dualismo psicofísico.
4 Empirismo y asociación de ideas
El pensamiento moderno, a partir de Descartes, centra su interés en la subjetividad, que es el
punto de partida y fundamento del conocimiento. El mundo, el hombre, Dios, todo es por lo
pronto algo conocido, y por tanto, de algún modo es también subjetivo. El problema de la
subjetividad como base del conocimiento constituye uno de los fundamentos determinantes del
progreso de la psicología. El asociacionismo establece que en la vida mental los estados o
contenidos mentales se enlazan unos con otros, de tal modo que, como sucede en la memoria,
la aparición de uno determina la presencia de otro con el que hemos de suponer que está
enlazado. Muchas de estas conexiones parecen depender de la experiencia. El
asociacionismo es empirista: los objetos concretos, al entrar en contacto con la sensibilidad del
sujeto, dejan huellas que, asociadas o enlazadas, forman otras más complejas y determinan la
continua vida mental que se manifiesta a la reflexión. Pretende explicar de un modo
asociacionista la experiencia consciente.
Para hacer depender el conocimiento de la sensación se procuró explicar la memoria como su
huella, la imagen como representación derivada y debilitada de la sensación, y el pensamiento
como cadena de representaciones cuando han sido éstas enlazadas con un elemento sensible
y arbitrario que es la palabra. D. Hartley, médico que estuvo influenciado por las teorías y
doctrinas de Newton y Locke, trató de aplicar la mecánica newtoniana a las relaciones entre los
procesos fisiológicos y los psicológicos, considerando a las sensaciones como elemento
constituyente de la realidad psicológica, suponía que los nervios eran los que recibían las
sensaciones y las trasmitían por vibración (según los modelos de vibración de Newton)
originando diversas facultades según la clase de vibración. Las leyes que se aplican a este
esquema son las de asociación por lo cual Hartley se declaró "defensor del asociacionismo". El
que unas huellas físicas del organismo pudieran enlazarse entre sí era algo perfectamente
pensable, porque se trataba de cosas espaciales pueden coexistir. Los sucesos psíquicos
temporales, sucesivos, quedaban especializados en su huella, y de ese modo, podían llegar a
estar asociados.
Las leyes de asociación explican el acuerdo entre mundo y sujeto porque el orden de la mente,
según sus leyes, se basa en un orden objetivo. Locke distingue entre ideas primarias y
secundarias; ahora bien, su lo percibido es un conjunto o asociación de ideas, y éstas son
elementos conscientes en la mente, ¿cómo sabemos si hay algo fuera de ella? La respuesta de
Berkeley es tajante: no hay tal mundo externo.
La cosa pensante de que hablaba Descartes, el yo sustancial, parece quedar disuelto en una
mera sucesión de fenómenos asociados. Hume dejó en herencia el yo como problema
psicológico y filosófico.
Las reformas del asociacionismo
La concepción surgida del empirismo inglés, que encuentra en la interpretación asociacionista
de la vida mental su núcleo teórico, lleva consigo una serie de graves problemas que obligan a
reformarla. Los principales problemas que presenta el empirismo es que no hay alma ni yo
sustanciales; los fenómenos psíquicos tienen su último elemento en la sensación; la sensación,
a su vez, aparece como un fenómeno pasivo; al interpretar el conocimiento como algo
meramente pasivo, producto de la experiencia individual y azarosa, resulta inexplicable la
existencia de un conocimiento científico de alcance universal y necesario. La ciencia y la ética,
pues, parecen exigir una reinterpretación de la estructura subjetiva del hombre.
Kant
Fue Kant quien planteó de manera definitiva la batalla decisiva frente a las limitaciones del
empirismo asociacionista. Para éste, el conjunto de la experiencia en que se manifiesta el
mundo real no es sólo creación de un sujeto, ni simple reflejo de cosas que el conocimiento
copia con fidelidad. Ni el hombre es creador del mundo, ni es tampoco un pasivo espejo del
mismo. En la formación de la experiencia interviene una actividad organizadora del sujeto, que
junta y sintetiza materiales que proceden de fuera; por eso, lo que conocemos es ya resultado
de algo puesto por el sujeto y algo dado por las cosas. Lo dado son los contenidos o materiales
a posteriori recibidos por la sensibilidad; lo que el sujeto pone es previo, es a priori, y no son
sino formas, orden, estructura, que primero actúa sobre lo sensible, y luego sobre la
construcción intelectual, lo que pasará a denominarse por Kant formas a priori de la
sensibilidad (espacio y tiempo), y en el caso del pensamiento, las categorías o modos
generales de pensar.
Así, la subjetividad aparece como una actividad primaria, no como algo pasivo. La mente
añade su propio orden a las sensaciones. Tal experiencia previa es a priori, puesto que es
previa al conocimiento de objetos concretos; pero sigue siendo experiencia, y descubre
aspectos nuevos en sus producciones mentales: es una experiencia sintética, lo que da lugar
al conocimiento científico.
Por primera vez se toma con Kant el problema epistemológico de la psicología. Su objeto no es
el alma, de la que no hay experiencia, sino los fenómenos de la experiencia subjetiva, que no
se dan en el espacio sino en el tiempo, sucesivamente. Los fenómenos se manifiestan como
formando parte de un yo empírico, que va integrándolos y sintetizándolos. En Kant es la unidad
previa la que explica que pueda haber asociaciones o síntesis, y sólo la suposición de un
núcleo básico permite entender que se construya una identidad personal a lo largo de la
experiencia. Por ello, en el conocimiento separó el plano sensible del racional, pero en los dos
reconoció la intervención de un factor subjetivo al lado de otro objetivo.
Conviene destacar la figura de Maine de Biran, que formó parte de la reacción idealista al
materialismo y mecanicismo francés del siglo XVIII. La actividad en que consistía el sujeto,
para Kant, se infería del análisis del conocimiento. Si éste consiste en síntesis, esto significa
que “algo” opera y sintetiza los datos inicialmente dispersos, y debe ser, por tanto, un “algo”
activo. Para Maine de Biran, todo hecho de experiencia es un fenómeno de conciencia y tiene
una estructura determinada: es una relación entre dos elementos, el sujeto que percibe y el
objeto percibido. Para explicarlo, recurre a la idea de oposición, y nota que el sujeto y objeto se
oponen. Entre ambos hay una tensión, que es presión, empuje, o actividad por l lado del
primero, y resistencia por el lado del objeto. Todo conocimiento, toda conciencia, entraña
actividad del sujeto. Éste es concebido como esfuerzo, que consiste en la tensión voluntaria
cuando el sujeto inicia una acción, hace frente y vence la resistencia de lo que le rodea y toma
conciencia de la situación. De esta manera, el cuerpo resulta ser una pieza estructural esencial
para el fenómeno de la conciencia. Esto colocaba a la psicología a la base de la reflexión
filosófica, como reflexión esencial sobre la subjetividad humana.
La psicología de la conciencia: Herbart
Herbart reinterpretó a su modo los hallazgos de Kant. Este filósofo alemán sucedió a Kant en
su cátedra de Könisberg en 1809. Su contribución fue concebir la psicología separada tanto de
la filosofía como de la física, y presentarla como una disciplina científica independiente. La
psicología se ocupa de la experiencia interna, temporal, sucesiva, fluyente, mientras que el
estudio de la experiencia de lo externo, espacial, corresponderá a la filosofía natural. Esa
experiencia interna se manifiesta a la observación interior como conciencia del yo y del no-yo.
Los fenómenos de conciencia surgen del choque en el alma, cuya esencia desconocemos,
frente a otras realidades; al esfuerzo por conservarse deben su origen las representaciones.
Como fluyen y se suceden en el tiempo, no cabe repetición, lo que para Herbart quiere decir
que no cabe experimentación posible en psicología. Ero lo psíquico puede, no obstante, ser
objeto de ciencia.
La psicología parte de la experiencia interna. En ella se hallan muchos estados, pero hay una
unidad por debajo de los cambios. En el plano de los fenómenos, la conciencia está limitada,
tiene una unidad; su límite lo forma el “umbral de conciencia”, que cruzan las representaciones,
bien cuando aparecen o cuando se desvanecen. Dentro de la unidad, unas representaciones
interactúan, se empujan, se compenetran con otras; por debajo, subyace la unidad del alma,
una unidad metafísica. En el plano cognitivo, subraya la interacción de las representaciones, en
donde pueden darse oposición o estorbo, fusión de las que son de igual clase (color con color,
por ejemplo), “complicación” entre las de distinta (color con sonido). Cuando una
representación entra en la conciencia, se integra con las demás, es correlacionada, y a este
proceso se le llama apercepción; cuando sale de la conciencia y queda por debajo del umbral
va al inconsciente.
El positivismo y la crisis de la psicología
En 1830 Comte inicia la publicación de su Curso de Filosofía Positiva, y Hegel muere en 1831,
poniendo de relieve el cambio intelectual que ocurre al cabo del primer tercio de siglo. Las
ciencias particulares derrotan a la metafísica, y la filosofía se convierte en pura reflexión sobre
el conocimiento científico.
Comte puntualizó que el cerebro y el sistema nervioso son los lugares donde acontecen ls
funciones intelectuales y emocionales. Funda la Sociología como disciplina autónoma, y con él
comienza el positivismo filosófico. La ciencia del siglo XIX ha de ser positiva, hecha con espíritu
positivo, según lo describe Comte. En este estado, el hombre se atiene a los hechos, que son
fenómenos, algo que aparece y se muestra, algo que puede ser observado y verificado
empíricamente, algo que es relativo y no absoluto, acerca de lo cual el científico no debe
buscar causas, sino relaciones que enlazan unos hechos con otros, esto es, leyes, con las que
se pueda predecir y controlar esos mismos hechos. No hay psicología para Comte: su objeto
se reparte entre la fisiología y la sociología. Para éste, los fenómenos intelectuales no pueden
ser estudiados con el método introspectivo, y la psicología, desde Descartes a los
asociacionistas no ha sino utilizado tal camino. Por ello es una pretendida ciencia, una
psicología ilusoria. Así, Comte descartó la psicología del alma, considerando tal asunto como
“teológico” y no científico; y descartó la psicología de la conciencia, por insuficiencia positiva.
Pero supuso que lo que hasta aquí había venido siendo el estudio de la vida mental debía
reorientarse hacia los aspectos sociológicos y sociales. Por esa vía estaba dando razón a un
nuevo ensayo de psicología que había e tener largas consecuencias: a la psicofísica clásica. Al
mismo tiempo, dejaba en claro que el campo de la psicología, en el caso de existir ésta, había
de extenderse entre la fisiología y la sociología. Aunque no reconociera su existencia y su
legitimidad, dibujó con claridad el lugar de la psicología en la ciencia, como un saber entre la
fisiología y la ciencia natural.
5 La creación de la psicofísica
Dos son las raíces de la psicología científica actual: la filosofía y la fisiología. Junto a las leyes
de asociación de ideas, las leyes de la psicofísica, vinculados a los nombres de Müller,
Fechner y Weber representaron durante mucho tiempo un logro del ideal científico que la
psicología debía ampliar a la totalidad de su cuerpo teórico. Müller estableció una fórmula que
iban a repetir sus discípulos: nadie es psicólogo sino el fisiólogo. La mente y el cuerpo,
separados por Descartes, hallan de nuevo una vinculación reconocida por la ciencia.
El fenómeno psicofisiológico fundamental ha sido, una y otra vez, la emoción, estudiada en
forma de pasiones. Descartes había dedicado un tratado al asunto y establecía que al tiempo
que el cuerpo actúa, el alma padece bajo esa acción; ello enlaza con la creciente atención
dedicada al sentimiento en el siglo XVIII. Rousseau y A. Smith hicieron del sentimiento la pieza
fundamental de la acción humana. Cobra importancia la figura de Juan Gaspar Lavater: el
mundo sentimental de la persona debe traducirse en su rostro y en sus gestos, convertida al
cara en el verdadero espejo del alma. A lavez, F. J. Gall, anatomista y principal fundador de la
frenología, estuvo interesado desde su juventud por la relación entre el tamaño del cráneo y la
personalidad, estableciendo la frenología, nombre otorgado por su ayudante Spurzheim. La
frenología supone en la personalidad la existencia de un conjunto de tendencias o facultades
psicológicas, cuyo análisis procura realizar; a la vez, afirma que el desarrollo de las tendencias
está vinculado al volumen de determinadas zonas cerebrales. Representa, así, una concepción
localizacionista de las facultades mentales. Supone, además, que los desarrollos mayores o
menores de los centros cerebrales se reflejan en la superficie del cráneo. De este modo, la
frenología procuró, mediante el examen de la superficie craneana (craneoscopia), diagnosticar
la personalidad, y reconocer qué facultades eran dominantes, y cuáles que moderar o
favorecer.
El proyecto de los frenólogos sirvió sin duda de estímulo a los pensadores críticos y reflexivos,
empujándolos a analizar en detalle el problema psicofísico. Además representó el primer
ensayo de teoría psicológica que ofrecía realizar diagnósticos de personalidad y sugerir
tratamientos adaptados a las deficiencias halladas. Ello le dio a la psicología un valor práctico,
otorgándole aplicación social.
Johannes Müller y la ley de energía específica de los sentidos (psicofísica cualitativa)
La mente y el cuerpo se iban aproximando. El nuevo estado de cosas iba a quedar plasmado
en el gran Tratado de Fisiología Humana de J. Müller, cuya doctrina de la energía específica de
los sentidos influyó sobre la psicología y la teoría del conocimiento. Esta obra representa el
paso, en fisiología, desde los planteamientos filosóficos de la filosofía natural a los de kant y
Herbart. El estudio de los procesos sensoriales que constituyen la base de los fenómenos de
conocimiento cobra un gran volumen en la fisiología de Müller. La cualidad de nuestras
sensaciones no depende de los estímulos, sino de nuestros nervios. Müller establece que el
elemento a priori del conocimiento sensible es nuestro propio organismo. AL hacer esto
transporta al lenguaje de ciencia natural, de fisiología, los resultados del análisis kantiano del
conocimiento. Sólo que el factor a priori es ahora natural, no trascendental.
Müller unifica el campo de las sensaciones, homogeneizando a todos los efectos la
exterocepción –sentidos externos- con la propiocepción. Así, sentir es siempre sentir nuestros
nervios, que manifiestan su particular estado como resultado de modificaciones exteriores. Los
estímulos físicos son heterogéneos respecto de las cualidades sensoriales: éstas son innatas
al nervio de que se trate. El sistema nervioso, con sus receptores y el cerebro, condiciona y
determina la experiencia consciente. Tal idea ppor fuerza había de obligar a los filósofos a
acercarse a los fisiólogos. El antecedente de esta teoría es Locke: las cualidades secundarias
producen ideas, o sensaciones, subjetivas. Müller también aceptó la existencia de tales
sensaciones, limitándolas a las de extensión, movimiento y cambio químico.
En resumen, la ley de energía específica de los sentidos postula que la cualidad de cada
sensación depende de la clase de receptor y del tipo de fibra nerviosa que se excita y no de la
clase de energía física que inicia la excitación.
Ley de Weber. Fechner (psicofísica cuantitativa)
Los descubrimientos de Müller hacen referencia al aspecto cualitativo de los procesos
sensoriales. Weber es el fisiólogo que representa a la psicofísica clásica. Su idea sostiene que
las distintas áreas de la piel envían mensajes al cerebro donde tiene lugar la discriminación. Se
interesó por los problemas de la sensación; aplicó la medición a los estímulos empleados en
experiencias de discriminación, y encontró que no percibimos diferencias absolutas, sino sólo
relativas. Y es que, según Weber, percibimos, no la diferencia entre las cosas, sino la razón
entre esta diferencia y la magnitud de las cosas comparadas. En la relación que hay entre dos
estímulos, I y (I + dI), el incremento (dI) del primero, I, no tiene un valor absoluto, sino que es
siempre proporcional en una cantidad dija al valor del estímulo I que se maneja. Ello significa
que la relación entre el incremento (dI) y el estímulo de partida (I) es una cantidad constante
(k), lo que se expresa de la siguiente manera: dI / I = k. Weber sostuvo que la constante k es
peculiar para cada especie de sensaciones.
El hecho de que un cierto aumento de estimulación pueda quedar sin correlato percibido en la
conciencia del sujeto por no alcanzar el valor que se requiere para que se note un incremento,
señala la existencia de valores de estímulo por encima o por debajo de los cuales no hay
sensación. Éstos son los umbrales sensoriales. Se distingue el umbral absoluto o inicial
(mínima cantidad de excitante para que sea detectada la presencia de une estímulo por un
receptor) y el umbral diferencial, magnitud estimular que ha de añadirse a otra ya dada para
que se percibe un incremento sensorial. Así, Weber modifica el concepto de umbral de Herbart.
Ahora lo consciente y lo inconsciente tenían una definición precisa: son los casos en que las
magnitudes estimulares están por encima o por debajo del umbral sensorial.
Fechner es el representante máximo junto con Weber de la psicofísica clásica. Por su rigor
científico, algunos autores consideran a Fechner como el fundador de la Psicología Científica.
En la teoría, Fechner perfecciona la ley de Weber; establece unos métodos para detección de
umbrales empleados sin interrupción por los psicólogos desde entonces. El punto de partida,
es pues, la fórmula de Weber: dI / I = k, es decir, que ha de ser constante la relación entre un
aumento de estimulación dI y el estímulo I a que se añade; o lo que es igual, que los
incrementos, dI, han de ser proporcionales al estímulo I de partida: dI = k . I. Así, Fechner
introduce ciertas suposiciones para seguir pensando; supone que cada incremento advertido
en las sensaciones, al ser mínimo y tener un valor correspondiente al umbral diferencial, es una
unidad de sensación o de representación, al modo de las unidades de conciencia de Herbart.
De todo ello, Fechner formula la ley que lleva su nombre diciendo que la sensación es igual al
logaritmo del estímulo, o lo que es lo mismo: S = k . logI, donde k es la constante de Weber.
Fechner pensó que había logrado dar acabamiento matemático a un problema que parecía
insoluble: el de la relación de lo psíquico con lo fisico. En efecto, su ley relaciona estímulos y
sensaciones, a diferencia de la de Weber, que sólo contiene valores de estímulos.
La idea de evolución en la psicología
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Los antecedentes del evolucionismo biológico
Una de las raíces de la psicología contemporánea se encuentra en el evolucionismo biológico,
el gran acontecimiento de la segunda mitad del siglo XIX. La idea de evolución procedía de las
ciencias históricas y de la filosofía. En ellas se trató durante el siglo XVIII, de progreso, el cual
implicaba: a) existencia de unos cambios, b) sucesión de estados cualitativamente distintos, y
c) determinada dirección o meta jaca la cual tienden esos cambios.
En el siglo XIX se habla ya de evolución. No es un simple cambio de cosas, sino que toda la
realidad evoluciona. Al hacerlo, aparecen aspectos nuevos, pero se piensa que es el
despliegue de algo aue se hallaba incluido en lo que existía (Hegel). Las ideas panteístas del
idealismo alemán, y de la Naturalphilosophie recurrieron a la evolución como explicación de la
unidad que hay bajo la diversidad de apariencias en el universo.
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El evolucionismo biológico
Al lado de esta evolución filosófica hay que contar con una estrictamente biológica, ligada a los
nombres de Lamarck y Darwin.
Jean Baptiste de Monet Lamarck fue primero militar, luego naturalista. Estudió medicina,
botánica y meteorología en París, donde fue profesor de zoología invertebrada. Lamarck
combate la idea de que los seres vivos no han variado en su organización a lo largo del tiempo
desde que fueran creados. Frente a este fijismo, mantiene que los organismos cambian. En el
presente hay fuerzas que los determinan a ser de un modo u otro, de manera que esos
dinamismos organizadores son actuales, y no están relegados a las épocas remotas; pero en
ellas también han debido de existir.
Lamarck condensa su pensamiento en la fórmula “la función crea al órgano”. Piensa que el
organismo está ajustado a su medio ambiente. Al cambiar el medio de forma espontánea e
imprevista, aparecen en el animal necesidades nuevas. La satisfacción de esas necesidades
determina la aparición de acciones nuevas. En éstas el organismo pone en juego recursos e
instrumentos en forma original, a la vez que abandona otras conductas, ahora inútiles. Así
resulta que la nueva función, la nueva conducta, unifica o da carácter de órgano a los
elementos que entraron en juego para su ejecución, según una ley de uso que establece la
perfección, mediante el ejercicio, del instrumento empleado; a la vez, y según la ley del desuso
complementaria, el órgano que no se utiliza se atrofia y desaparece. Es pues el medio el que
crea a través de la función un órgano, y una vez adquirido, pasa por herencia a los
descendientes.
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La obra psicológica de Darwin (1809-1882)
Charles Darwin estudió medicina en Edimburgo. Educado para ministro de la Iglesia anglicana,
su afición a las ciencias naturales le permitió viajar como naturalista sin sueldo en una vuelta al
mundo en el buque Beagle. A partir de sus observaciones en este viaje y la posterior lectura de
Malthus, elaborará su teoría de la evolución. Comienza a trabajar sobre El origen de las
especies en 1854, y lo publica en 1859.
Darwin establece la variabilidad espontánea de los organismos, de la que se aprovecha en su
beneficio el hombre al cultivar las variedades rentables de animales o vegetales. En segundo
lugar, hay una lucha por la vida o la supervivencia, pues nacen más individuos de los que el
medio puede sustentar (Malthus). En tercer lugar, frente a un mismo medio las diversas
variedades se adaptan en grado diverso, de manera que se produce una selección natural en
que perecen los mal adaptados.
La aplicación de estos principios quedó restringida, en un primer momento, a los animales.
Pronto se vio su utilidad e la explicación de problemas antropológicos. El hombre desciende de
una forma menos altamente organizada que él lo está. La evolución representa un aumento de
complicación, pero sólo una diferencia de grado, y no cualitativa, respecto de los animales
superiores. Esta continuidad la examina Darwin no sólo en los aspectos somáticos, sino
también en los psíquicos y establece que no hay diferencia fundamental entre el hombre y los
mamíferos superiores en las facultades mentales. El resultado es un inevitable
antropormofismo de los animales: el hombre y los animales superiores, especialmente en el
orden de los primates, tienen en común algunos instintos. Todos están dotados de los mismos
sentidos, intuiciones y sensaciones y de análogas impresiones, pasiones y emociones, aun las
más complicadas como los celos, la sospecha, la emulación, la gratitud y la benevolencia;
practican el engaño y la venganza, a veces sensibles al ridículo y hasta ofrecen carácter
festivo…
Darwin distingue las facultades intelectuales de las morales. En el conocimiento logrado por el
hombre es decisivo el papel que corresponde al lenguaje; éste, a su juicio, debe su existencia a
una peculiar finura del sistema nervioso. Una vez adquirido reoba sobre el cerebro,
incrementando su función cognitiva.
No es que la moral no tenga una base biológica: es que hay un instinto social perdurable en
cada sujeto, que le empuja a buscar la aprobación y simpatía de los demás. Cuando un instinto
o impulso momentáneo hace comportarse en forma incorrecta, deja una huella, que luego es
valorada en relación al canon social de aquel instinto permanente que Darwin considera como
“deber”. La motivación moral es, así, social, pues se basa en la aceptación colectiva, y su base
es la memoria. En todo caso, para Darwin el hombre tiene menos instintos que los animales
que le son más semejantes. El instinto es análogo al hábito hereditario; entraña un fin, que no
es conocido, la ausencia de experiencia y una cierta especificidad. Es el aprendizaje de la
especie. Finalmente Darwin se ocupó del estudio de las emociones y su expresión en una
investigación que alcanzó amplio influjo entre biólogos y psicólogos. La expresión resulta de la
asociación de movimientos con estados mentales.
6 La constitución de la psicología contemporánea
La psicología, como consecuencia del influjo de la mentalidad científica positiva, había de
hacer frente a problemas muy heterogéneos, siendo el más importante de resolver el de
constituirse como ciencia unitaria con objeto y métodos propios. W. Wundt y W. Dilthey se
propusieron tal tarea.
La psicología de W. Wundt
Wundt estudió medicina en Heidelberg y Tubinga, con Müller, quedando como profesor en
1865. La obra de Wundt es posiblemente la que ha ejercido el influjo más decisivo y duradero
sobre la psicología contemporánea. Sus obras más importantes son Fundamentos de
psicología fisiológica y Psicología de los pueblos, que representan la orientación fisiológica,
naturalista, recibida por Wundt por su maestro Helmholtz, y la social, etnológica representada
por los discípulos de Herbart. Wundt ha introducido en psicología el método experimental de la
fisiología, pero sólo lo aplica al estudio de procesos simples como la sensación. El examen de
los procesos superiores le parecía algo imposible de ser llevado a cabo por aquel método,
porque la introspección los alteraba, la manipulación era irrealizable, y estaban modificados por
la cultura y la sociedad; estos últimos procesos han de ser estudiados por la etnología y la
psicología social.
Para Wundt, el objeto de la psicología es la inmediata realidad de la experiencia, el total
contenido de la conciencia en su constitución inmediata. Tal experiencia está integrada por
fenómenos, y en ella tiene cabida tanto lo subjetivo como lo objetivo. Dentro de la experiencia
reconoce Wundt la existencia de dos factores, un contenido (formado por los objetos de la
experiencia), y nuestro conocimiento de ese contenido, que integra el sujeto cognoscente. Así,
la ciencia natural prescinde del factor subjetivo, y la psicología toma la experiencia con todo lo
que contiene, esto es, las representaciones referentes a los objetos junto con todos los
movimientos subjetivos que la acompañan.
Wundt eliminó todo concepto de sustancia, descartando todo substrato hipotético metafísico,
tratando de librar a la psicología de posiciones metafísicas, tanto en la dirección materialista
como espiritualista. Wundt pretende derivar los procesos psíquicos de otros procesos
psíquicos, sin abandonar el plano de la experiencia, lo que significa que hay unos procesos
elementales que dan origen a otros más complejos y de orden superior con que se constituye
la trama de la experiencia: hemos de hallar las leyes que rige la trama de fenómenos: análisis
de procesos, descubrimiento de conexiones y enunciado de leyes; tal es la tarea de la
psicología.
Así, las características de la psicología wundtiana son:
- Fenomenista, pues su objeto lo constituyen fenómenos de la experiencia, rechazando
toda interpretación sustancialista.
-
-
Voluntarista, porque destaca el carácter de proceso dinámico que poseen los
fenómenos, y la analogía que guardan con los procesos volitivos. El voluntarismo se
muestra en el hecho de que se considere decisivo, prioritario, al sentimiento sobre la
sensación, es decir, a los elementos motivacionales sobre los intelectuales y
cognitivos.
Elementarista o atomista, pues recurre a elementos para explicar causalmente los
procesos complejos de experiencia.
Estructuralista, porque interpreta como estructura la totalidad de la experiencia que
constituye su objeto.
Los procesos cognitivos tienen por base inicial la sensación; unas sensaciones con otras se
agrupan en formaciones de espacio y tiempo, dentro de cuyo marco se constituye lo que
llamamos objetos; estas formaciones, para Wundt, no son innatas, sino que se generan y
adquieren en virtud de procesos de interacción entre elementos. La objetividad se va
produciendo, al compás que se va diferenciando la subjetividad determinada por los
sentimientos: sujeto y objeto son resultados, no datos originarios.
Los elementos sensibles dependen de procesos de estimulación, y no sólo de energías
específicas como creía Müller. Se hace hincapié, pues, al estudio de laboratorio
psicofisiológico, de las sensaciones y conocimientos elementales. Es el terreno de la psicología
experimental en el cual se manejan estímulos físicos y declaraciones subjetivas sobre la
experiencia vivida.
Dos dificultades observamos al respecto:
a) La impresión sensible es asimilada por la huella de procesos análogos precedentes, lo
que hace imposible el estudio de sus variaciones.
b) El conocimiento abstracto, superior, del hombre está vinculado al lenguaje, y con ello,
está afectado por una interacción social de tal naturaleza que impide su control en el
laboratorio psicofisiológico.
Estas dificultades evidencian que los procesos cognitivos se hallan para Wundt vinculados a
procesos de aprendizaje. Así, sin entendemos por estos procesos en que interactúa la
experiencia con los datos de la situación presente, Wundt, en línea de Herbart, mantiene esa
continua integración de los datos actuales de la conciencia con los que forman el resto de su
total experiencia. Un resultado de esta interacción es la formación de la autoconciencia del
sujeto, con sensaciones generales y del propio cuerpo, junto al sentimiento del yo que presenta
la conexión de los procesos.
La base de toda interacción se encuentra de algún modo vinculado a los procesos
motivacionales, de sentimiento; toda la experiencia lo es de un sujeto, y estos sentimientos,
que lo invaden todo, representan el factor subjetivo que es nuevo en cada momento. Así, el
sentimiento es un elemento tan básico como la sensación para la construcción de la vida
psíquica. Cada sentimiento expresa la modificación que experimenta el sujeto en el momento
presente, determina el estado siguiente y está él mismo condicionado por el anterior. Esta
teoría de Wundt de la tridimensionalidad del sentimiento aspiraba a recoger la complejidad
dinámica desatendida frecuentemente. Con cada dimensión se relaciona una dirección peculiar
del sentimiento: el presente nos da placer o displacer, la tensión hacia el futuro se enlaza con
una línea distendida entre tensión, por un lado, y relajación, por otro, y finalmente el resultado
de los procesos antecedentes se relaciona con un estado que oscilará entre la excitación y la
depresión como polos extremos.
Con respecto al problema de la personalidad, Wundt expresa que los procesos de los
conocimientos intelectuales y de aspiración hacia los valores superiores están afectados por la
dimensión social, colectiva, que tiene siempre la experiencia individual. La condición que hace
posible la convivencia social es el lenguaje; la organización de representaciones comunes de
un grupo social integra el mito, y la ordenación de motivos, sentimientos y emociones da lugar
a normas y costumbres, y a la creación artística. Ninguna de estas realidades es producto
individual, sino colectivo: no han de estudiarse en el experimento de laboratorio; el individuo
desde que nace, incorpora influencias de su medio social, y éstas sólo se dejan ver en el
campo de la psicología de los pueblos.
Wundt estudia el curso de esta evolución a través de cuatro grandes estadios de la humanidad:
primitivo, totemístico, la época de los héroes y los dioses y la actual, caracterizada por tender a
la forma universal de una integral humanidad. El hombre primitivo, distante del animal por
rasgos técnicos ha vivido en monogamia dentro de una horda; su pensamiento era mera
yuxtaposición de representaciones sensibles, por asociación y apenas por apercepción
totalizadora; la muerte y la enfermedad le llevan a creer en la magia y en demonios a los que
teme. De la horda se desmembran los clanes, reunidos en torno a un tótem: hay exogamia,
luchas, cultos, tabúes, sacrificios. Tras las guerras entre clanes emerge de un lado el Estado,
con la aparición del derecho y costumbre; de otro, las personalidades, los héroes y los dioses.
Al término de esta evolución se va perfilando una época caracterizada por el establecimiento
de una cultura, una religión y un estado mundiales, en la que crece el cosmopolitismo y el
individualismo personal, y en la que aparece como un ideal todo cuanto representa un valor
humano en sentido humanitario.
Para Wundt, la psicología colabora con la fisiología complementándola con los datos de la
experiencia inmediata, y completa con los aspectos subjetivos aquella imagen abstracta de los
objetos proporcionada por la ciencia natural.
8 La psicología reflexológica rusa
Uno de los grandes movimientos que han logrado unificar buena parte de la investigación en la
psicología del siglo XX está constituido por la reflexología rusa. El movimiento reflexológico
encuentra además un fundamento teórico en el monismo materialista de la época.
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Psicología y fisiología: I. Sechenov
Sechenov se graduó en medicina en la Universidad de Moscú, y después estudió en Berlín y
Heidelberg. Interesado por la fisiología del sistema nervioso, estudió los procesos de inhibición,
y como resultado de su trabajo trató de mostrar que todos los procesos mentales tienen una
base fisiológica, y consisten en una actividad refleja, innata o aprendida.
Sechenov es la principal figura del despertar de la fisiología rusa. Introdujo en Rusia la
investigación bioeléctrica y fundó un laboratorio fisiológico en San Petersburgo. Sechenov
definía así sus propósitos: “He decidido estudiar los fenómenos psíquicos sin tomar en cuenta
lo que ya se ha dicho y sólo basándome en las leyes fisiológicas de la actividad nerviosa”.
Sechenov debía para ello encontrar un camino objetivo, observable, para acercarse al estudio
de lo mental, pues la actividad psíquica del hombre se expresa, es sabido, por signos
exteriores… La diversidad infinita de las manifestaciones exteriores de la vida cerebral se
reducen a un solo fenómeno: el movimiento muscular… Esto simplifica mucho la cuestión”. Lo
psíquico aparece expresado en el movimiento y vinculado al cerebro, de modo que Sechenov
hace de éste el camino de acceso al estudio del primero: “Para nosotros, los fisiólogos, basta
con que el cerebro sea el órgano del alma, es decir, un mecanismo que, puesto en movimiento
por cualquier causa, tiene por resultado final esta serie de fenómenos exteriores…”.
Lo importante es que Sechenov pensó que el reflejo podía aplicarse no sólo a la conducta
invariable y mecánica, involuntaria, en que una misma respuesta se presenta al aplicar al
organismo un mismo estímulo, sino que era capaz de dar cuenta también de la conducta
voluntaria. Para ello necesitaba dos cosas: primera, que tal conducta respondiera a una
estimulación del medio, y dos, que hubiera en el organismo un mecanismo que, sin destruir el
automatismo, lo complicase hasta el punto de poder producir la variabilidad de conductas y
manifestaciones exteriores que observamos. Así, Sechenov elabora un modelo en que entre el
estímulo y la respuesta muscular última, se intercala lo que podríamos llamar un centro de
complicación.
Un movimiento es reflejo para Sechenov con tal que se origine por la excitación de un nervio
sensitivo y sea involuntario. Se trata así de una consideración responderte o pasiva del
comportamiento que aplica al movimiento involuntario y también al voluntario.
En el movimiento involuntario hay correlación de intensidades entre el estímulo y la reacción,
Pero la habituación, la fatiga, el umbral variable de excitabilidad… introducen factores
modificadores en la conexión. Sechenov se refiere a la actitud o disposición preparatoria como
elemento relevante a tener en cuenta. Igualmente se le hace visible la importancia que poseen
los mecanismos que refrenan los movimientos reflejos, esto es, los mecanismos de inhibición,
así como los que refuerzan el fin del reflejo en relación con su comienzo, y que se hallan
situados en los hemisferios cerebrales. A Sechenov se le reconoce en gran medida el
reconocimiento de la importancia de la inhibición.
Los movimientos voluntarios son: que no hay excitación antecedente; que se ponen en marcha
a voluntad del sujeto, quien puede inhibirlos o intensificarlos y otorgarles la duración que le
plazca; que son conscientes, guiados por motivos superiores, contra el plano de los instintos, y
agrupan a su conveniencia los movimientos a realizar.
La tarea de Sechenov va a ser reinterpretarlos desde el reflejo. Comienza por situarlos en el
cerebro. Luego afirma la existencia de una estimulación externa en el momento de su puesta
en marcha. Acto seguido, incrementa mucho los tiempos de latencia de las respuestas, de
modo que ya no resulte fácil perdibir el estímulo antecedente al que responden; en fin, hace
intervenir los mecanismos de inhibición o de reforzamiento que operan como ese centro de
complicación anteriormente mencionado. Así, Sechenov conseguía que tales movimientos, sin
dejar de ser reflejos, parecieran espontáneos y distintos de otros. Tal diversidad nacía de que
“es necesario un aprendizaje para dominar los movimientos, como lo es para aprender a
realizarlos”. Es ésta, pues, una teoría genética de la conducta donde el aprendizaje modifica y
reorganiza los reflejos.
Hay, en primer término, procesos cognitivos, que nacen de la combinación y sucesión de
reflejos desencadenados por los estímulos. Ya la representación se forma independientemente
de la voluntad, pues las sensaciones provenientes de los órganos de los sentidos pueden
combinarse de muy variada manera, pero siempre por medio de reflejos sucesivos. La
combinación de esas representaciones lleva a lo que llamamos habitualmente pensamiento,
pero éste sigue siendo para Sechenov un conjunto de reflejos asociados.
El aprendizaje adopta una importancia extrema, pues gracias a él se complican los reflejos. Se
producen asociaciones, cada una de las cuales parece ser una serie de reflejos en la que el fin
de uno empalma con el comienzo del siguiente. Se trata de una visión perfectamente
asociacionista. La memoria es aquí pura conservación de excitaciones que, procedentes en
último extremo del exterior, han quedado interiorizadas.
Los aspectos motivacionales incluyen factores de reforzamiento o incremento de los reflejos.
Para Sechenov, en la infancia aquellos aspectos son de índole general y van poco a poco
concentrándose. El deseo es el reflejo que va vinculado a representaciones placenteras cuya
ejecución o término falta. Pero Sechenov repite una y otra vez: “La causa inicial de toda acción
se encuentra fuera de ella”.
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I. Pavlov
Con la obra de Pavlov entramos plenamente en la psicología contemporánea. Sus hallazgos no
han pasado, sino que continúan sirviendo de base a investigaciones actuales sobre los
procesos químicos.
Iván Pavlov estudió fisiología en la Universidad de San Petersburgo, y fue después profesor de
Fisiología y director de esa sección en el Instituto de Medicina Experimental. Recibió el Premio
Nobel en 1904 y fue elegido, en 1905, miembro de la Academia Rusa de Ciencias. Son
importantes sus descubrimientos sobre los reflejos condicionados. Estudió también los tipos de
sistema nervioso a partir de los cuales estableció una clasificación de temperamentos y
personalidades.
Pavlov, como otros muchos, es un fisiólogo que llega a los problemas psicológicos desde su
ciencia de partida. A veces se olvida que fue Premio Nobel, en 1904, por sus trabajos acerca
de la fisiología de la digestión, y que había ya rebasado los cincuenta años cuando penetró en
el campo de lo psíquico como investigador.
Al estudiar la digestión, dice Pavlov, cabía examinar el grado de transformación del alimento en
sus diversas fases, o bien conocer la naturaleza y cantidad de reactivo gástrico. Esto había de
hacerse investigando las secreciones gástricas. Pavlov ingenió un método para establecer en
un animal vivo una fístula gástrica que permitiese obtener muestras de los jugos producidos
durante la digestión. De esta manera, pudo ver que el organismo posee unos mecanismos
reflejos por los cuales la secreción gástrica se ajusta, cuantitativa y cualitativamente, a la
peculiaridad del alimento ingerido. Fue en este terreno donde iba a descubrir unos reflejos muy
peculiares, los reflejos condicionados.
Hay una secreción refleja producida por la presencia de alimento en ciertos receptores bucales.
Estos reflejos son las conexiones causales regulares entre ciertos estímulos externos definidos,
actuando sobre el organismo, y sus reacciones necesarias. Había aquí receptores específicos,
había nervios centrípetos específicos y actuaban excitantes específicos. Hasta aquí nada era
sorprendente; pero Pavlov encontró un tupo de fenómeno distinto: que la vista del alimento,
incluso el sonido de los pasos del ayudante que venía a traer el alimento del animal, eran
estímulo suficiente para que éste comenzase a segregar jugos gástricos. En la estimulación a
distancia, donde falta el contacto excitante-receptor específico ya mencionado, tenemos, según
pavlov, un hecho psíquico y no fisiológico; el problema se le presentó primero bajo la forma de
secreción psíquica de las glándulas digestivas.
Pavlov comenzó por establecer que la adaptación a distancia no mostraba ninguna diferencia
con el reflejo salivar fisiológico normal, y podía ser tenido también por reflejo. La única
diferencia consiste en que el fisiólogo es constante, incondicional, mientras que el psicólogo
varía constantemente y, por consiguiente, es condicional. Además en el reflejo incondicionado
el papel del estimulante es asumido por las propiedades del objeto, que obran como estímulos
fisiológicos. Por el contrario, en los reflejos condicionados intervienen, en calidad de estímulos,
ciertas propiedades del objeto que no tienen ninguna relación fisiológica directa. En cierto
modo, estas propiedades son como señales de las primeras.
Así, al lado de las conexiones innatas y absolutas, entre estímulos incondicionados y
respuestas incondicionadas, hay otro tipo de conexiones temporales. Éstas están sujetas al
cumplimiento de ciertas condiciones, y en ellas un estímulo condicionado, presentado
repetidamente junto al incondicionado, termina por controlar o desencadenar la respuesta
naturalmente asociada al estímulo incondicionado. Así, la condición de eficacia del estímulo
condicionado radica en su repetida vinculación con el estímulo fisiológico o absoluto, del que
llega a convertirse en una auténtica y efectiva señal.
Los reflejos entran como mecanismos del organismo que permiten la adaptación y mediante
ésta, la conservación. A lo largo de varias décadas realiza un estudio muy completo del
fenómeno. Estos reflejos son a su juicio cerebrales: la función fundamental y más general de
lso hemisferios cerebrales es la de reaccionar a las señales. En el cerebro hay un sistema de
analizadores, que reciben las excitaciones del medio y posibilitan, con su puesta en marcha, la
conducta adaptativa adecuada. Esto ocurre porque, al establecerse el reflejo condicional, se
forma una vía que permite discurrir la excitación correspondiene a la señal o estímulo
condicionado desde su lugar cortical al lugar propio de la excitación incondicional o fisiológica.
Pavlov expresa que en el córtex cerebral, concebido como un verdadero campo dinámico, la
excitación del estímulo condicionado es atraída hacia el lugar de excitación del incondicionado,
y las repetidas asociaciones de ambos estímulos forman allí una nueva vía de descarga. La
formación de reflejos condicionales es pues la base del fenómeno de aprendizaje.
Hay también procesos de supresión de los reflejos, o extinción, explicables mediante la
intervención de una fuerza de inhibición en el hemisferio cerebral. Excitación e inhibición son
los mecanismos fisiológicos que crean la dinámica cerebral que explica estos procesos.
Al interpretar los estímulos condicionales como señales de los incondicionales, Pavlov abrió el
camino hacia una consideración del reflejo como proceso cognitivo; en efecto, mediante el
proceso de condicionamiento los primeros adquirirían un valor semántico, de referencia a los
estímulos absolutos incondicionados. El lenguaje constituye el segundo sistema de señales de
la realidad, y es específicamente nuestro, siendo la señal de las primeras señales; al tiempo
que nos aleja de la realidad, dice Pavlov, “el lenguaje ha hecho de nosotros lo que somos”.
Lenguaje y pensamiento, como estructuras de simbolización, encuentra de este modo su lugar
en el sistema reflexológico.
En el reflejo condicionado ocupa también el estímulo incondicionado un papel de refuerzo de la
conexión adquirida, en cuanto su desaparición o disociación respecto del estímulo
condicionado acarrea inexorablemente la extinción del proceso. Esta extinción no podía ser
concebida como una simple desaparición de la vía de conexión nerviosa adquirida. Pavlov
descubrió que, tras un proceso de extinción y cierto reposo, el estímulo condicionado evocaba
una respuesta dotada nuevamente de una cierta magnitud, fenómeno que ha sido interpretado
como resultado de una recuperación espontánea.
En último extremo, Pavlov orienta su cortina hacia la concepción adaptativa y homeostática del
funcionamiento del organismo, al que consideraba como un sistema mecánico en equilibrio con
su ambiente.
9 La fundación del psicoanálisis – Freud
Freud es una de las figuras geniales de la cultura contemporánea. En los últimos años de siglo
XIX Freud ensaya un método nuevo y propio, el de la asociación libre, y comienza a interpretar
los sueños de sus pacientes. Entre 1896 y 1900 elabora los conceptos básicos del
Psicoanálisis. En 1902 se crea en derredor suyo un grupo, la Sociedad psicológica de los
miércoles, y en 1908 se celebra el Primer Congreso de Psicoanálisis en Salzburgo. En 1911 las
teorías freudianas se extienden por Norteamérica, donde se funda la Asociación Psicoanalítica
Americana.
Hay por último un factor decisivo en la constitución del psicoanálisis, y es a obra de Josef
Breuer, médico vienés que había tenido en su consulta un caso de enferma histérica, “Anna
O.”, y en cuyo tratamiento tiene el psicoanálisis su nacimiento. EL estudio de este caso puso de
manifiesto la existencia de unas experiencias traumáticas en la enferma, y si alivio mediante su
verbalización vino a constituir el método catártico.
Es preciso mencionar a Charcot; a su través alcanza a ver Freud la específica consistencia de
los trastornos puramente funcionales, de las enfermedades psíquicas, y el sentido de la terapia
psicológica. La naturaleza de lo psíquico, independizada del imperialismo fisiológico, empieza a
abrirse camino. El siguiente “nivel” en el ascenso hacia el psicoanálisis lo representa su
relación con Breuer: en la enfermedad psíquica hay una causa, el trauma, y también una
terapia, la liberación o catarsis, con lo que comienza el psicoanálisis.
Los primeros años como médico estuvieron orientados hacia la investigación biológica,
fisiológica y neurológica, pero fue sobre todo el sistema nervioso lo que acaparó todo su
interés.
La estancia en París con Charcot revolucionó la actitud intelectual de Freud. Hubo dos
acontecimientos decisivos en el cambio de Freud: de un lado, éste sabía que Breuer había
logrado avances terapéuticos en el caso de su paciente de histeria con el empleo de la catarsis
hipnótica; de otro lado, Charcot empleaba la hipnosis con las histéricas y establecía el carácter
psíquico del trastorno, en el que descubría así una estructura estable y repetida.
En 1895 Freud escribe sin llegar a terminar una obra singular: Proyecto de una psicología para
neurólogos, en la que pretendía conjugar un modelo fisiológico de los procesos psíquicos,
concebidos en términos de movimiento, con los datos cualitativos de la experiencia consciente,
de manera que entren a un tiempo los procesos normales e histéricos. Por lo pronto, trata de
representar los procesos psíquicos como estados cuantitativamente determinados de partículas
materiales especificables… las neuronas.
- Frente al mundo exterior, el organismo presenta sus propios receptores que actúan
como “pantallas de cantidad”
- Hay luego un conjunto de neuronas permeables que enlazan mundo interno y mundo
externo.
- Hay otros dos sistemas internos, según Freud: uno explica la memoria, el otro la
conciencia. La memoria exige que haya neuronas modificables; este sistema enlaza
con el exterior a través de la médula, pero enlaza además con el interior del organismo.
- Hay, además, un segundo sistema interno, un sistema para la conciencia, formado por
neuronas, que aportarán “las cualidades”.
El yo funciona de acuerdo con la experiencia acumulada. Entre sus datos se halla lo que Freud
llama “el signo de la realidad”. Este es un factor que procede del mecanismo de conciencia,
gracias al cual el yo distingue entre representación y percepción; lleva a cabo enlaces de
asociaciones, que constituyen e pensamiento, y modifica las conexiones hasta hacer posible
una acción ajustada a la realidad. Como en las asociaciones del yo intervienen placer y dolor,
resultad que, en casos especiales, el afecto inhibe el curso normal del pensamiento.
Uno de estos casos es el sueño, en el que el nivel de energía baja, y entonces en lugar de
percepción hay una tendencia alucinatoria que posibilita cierto grado de satisfacción. Freud
dice que las asociaciones oníricas son realizaciones de deseos en que la satisfacción es
puramente subjetiva, independiente de la realidad. El otro caso es la histeria, proceso
patológico concebido hoy como neurosis, en que ciertos deseos o impulsos se satisfacen
mediante una sustitución de sus metas. En este terreno, dice Freud, la clínica enseña que la
raíz está en la “vida sexual”; se trataría de recuerdos vinculados con vierta experiencia sexual,
de modo que aquellos empiezan a mostrar su condición traumática cuando comienza a actuar
la dinámica del sexo, con la pubertad.
La primera preocupación –que le llevó a abandonar el campo de la neurología- fue el estudio
de la histeria junto a Charcot y Breuer. Lo fundamental es que se hacía depender los síntomas
histéricos de escenas impresionantes, pero olvidadas, de su vida (traumas): la terapia
consistente en hacer que el paciente recordase y reprodujese tales sucesos en la hipnosis
(catarsis). Hacia 1905 admitió que en muchos casos no existía trauma real alguno, por lo que el
núcleo etiológico del trastorno había de residir en meras fantasías del sujeto, resultantes de sus
pulsiones. Estaríamos ante el caso de un puro conflicto intrapsíquico, y no ante un choque
objetivo externo.
Freud llega poco a poco a la convicción de que la vida sexual está en el origen de los
trastornos psicopatológicos, y a la idea de que existe una sexualidad infantil muy anterior a la
pubertad, de la que derivan deseos incestuosos hacia los progenitores del sexo opuesto al del
hijo, y en ocasiones el hijo siente celos, hostilidad y deseo de muerte hacia el padre, y lo ocurre
a la hija hacia la madre.
Metodológicamente abandona la hipnosis y emplea el método de las asociaciones libres. En él
el paciente expone sin ninguna censura sus espontáneas ocurrencias de modo que las
cadenas asociativas terminarán por llegar al núcleo patogénico. Añade además la técnica de
La interpretación de los sueños: los sueños expresan el trauma mediante un lenguaje de
símbolos que es preciso traducir. El terapeuta ha de lograr vencer en el paciente una
“resistencia” que mueve a éste a defenderse de su trauma, a olvidarlo y a no aceptarlo;
además, las reacciones amorosas que el paciente dirigía a personas relacionadas con su
trauma las dirige, en un momento de su tratamiento, al psicoanalista, fenómeno conocido como
“transferencia”.
En su estudio sobre los sueños Freud elabora una primera topografía del psiquismo, en la que
reconoce la existencia de un sistema consciente, otro preconsciente y otro inconsciente que no
comunica con la conciencia. Hay unas fuerzas, los deseos, que tienden a su realización, y hay
también que contar con la existencia de represiones que mantienen expulsados o reprimidos
fuera de la conciencia determinados elementos o deseos.
La energía que se denuncia en los procesos psíquicos se particulariza en el caso de la
“excitación sexual”; aquí habrá una fuerza cuantitativamente variable, o libido. Y convierte el
impulso o instinto en una pieza esencial de su teoría, la pieza básica de la motivación.
La I Guerra Mundial dejó su huella en Freud. Junto al impulso del eros del sexo, admite ahora
el “instinto de destrucción”; frente a la búsqueda del placer, admitiría las tendencias a la
repetición y a la recuperación de equilibrio. El apartado mental contiene ahora tres sistemas: el
ello inconsciente y pleno de energía, el yo que reprime y controla la conducta, y el superyo o
instancia de las normas morales o ideales.
En el organismo se impone la homeostasis. Hay, sin embargo, dos factores de desequilibrio: la
excitación externa y la necesidad y dinamismo internos. Freud conecta con un hedonismo
esencial: satisfacción y descarga del impulso aportan placer, mientras que todo aumento de la
tensión representa displacer. El organismo, inicialmente, se orienta hacia el placer (principio del
placer) y se defiende de las tensiones, frustraciones, displacer, ansiedad. Tras mantener en un
principio la existencia de dos tipos de pulsiones, las sexuales y las del ego o de
autoconservación, sostuvo luego la centralidad de los impulsos sexuales originados en el Ello
(Libido) y al fin vino a sostener la existencia de unos instintos de muerte o destrucción
(Thánatos) al lado de los eróticos (Eros).
Uno de los mecanismos de satisfacción de la necesidad y de logro de ese placer buscado
reside en la acción imaginaria –los sueños-; sin embargo y normalmente, los deseos se
satisfacen en acciones reales. En el campo sexual, en determinado momento, los deseos se
concretan en torno al progenitor del sexo opuesto: el niño ama a su madre (complejo de Edipo)
y la niña al padre (complejo de Electra). Esta situación, que engendra celos, ansiedad y temor
de las represalias del progenitor del propio sexo, que es visto como rival, se supera en los
casos normales mediante una identificación o apropiación de los motivos ideales y modos de
comportamiento del progenitor temido, con lo que se adquieren las líneas básicas del rol del
propio sexo. Además, Freud cree que así se origina una suprema instancia motivacional, el
superyo, que permite la incorporación de motivos morales y sociales a la conducta del sujeto.
Otro gran tema en Freud fue la personalidad. La complejidad de sus sistemas –ello, yo y
superyo- ya ha quedado indicada. Freud aportó además una visión evolutiva, al establecer una
sucesión de etapas en el desarrollo sexual. Quedarían éstas caracterizadas por el objeto capaz
de producir placer sexual: la primera zona erógena es, para Freud, la boca (fase oral); luego se
sucede otra fase anal, la fase fálica y en torno a los cuatro años se produciría la grave crisis del
complejo de Edipo, a que sigue una época de sexualidad latente hasta que, al fin, con la
pubertad, se instaura la fase genital. A la vez, esta evolución está sujeta a un proceso de
socialización, en que aquella se va configurando en la relación del sujeto con los demás. Desde
un inicial autoerotismo (narcisismo) se va hacia el predominio de un objeto exterior. La libido
también se encuentra a la base de la formación de grupos sociales (tótem y tabú), y es
libidinosa, al menos en parte, la relación que vincula a los seguidores con su líder. Por otro
lado, el grupo social está presente en la personalidad del individuo a través de sus normas,
integradas en el superyo de cada uno.
10 El conductismo:
10.1 Watson
Watson es una de las figuras capitales de la psicología contemporánea. Al fundar el
conductismo, llevó a cabo una de las transformaciones más decisivas en la historia de esta
ciencia. Conductista es el científico que estudia la conducta y hace de ésta el objeto de una
ciencia natural, positiva y experimental. Se trata de una observación objetiva, de modo que
sobre ella pueda fundarse un conocimiento común, compartido, intersubjetivo, sometido a
posibles comprobaciones por los demás investigadores. Para Watson esto significa el rechazo
absoluto de la introspección; al prescindir de ella, elimina de golpe la conciencia como objeto
para la psicología. Al exigir un objeto realmente observable, se encuentra con que éste es la
conducta, lo que el organismo hace o dice, los distintos sistemas de las reacciones que el
individuo hace a su medio.
Así, a la base de la posición de Watson hay un doble aspecto: primero, el método, que debe
ser el mismo que se emplea en las ciencias positivas; segundo, el objeto a tratar. Concibe la
ciencia como un sistema de leyes, obtenidas desde la experiencia mediante una inducción
realizada con rigor, que permite la predicción y el control de fenómenos. El supuesto general es
el determinismo de su objeto, es decir, de la conducta; pero como esta conducta está integrada
por reacciones al medio ambiente, Watson tratará de buscar la interdependencia que haya
entre ambos factores.
El conductista lleva a cabo un análisis de la conducta en lo que se considera que son unidades
constitutivas: estímulos o situaciones, de un lado, y respuestas o reacciones, de otro. Establece
en lo posible, las relaciones entre estímulos y respuestas. Controla, así, la conducta, con sólo
modificar las situaciones en que los objetos se hallan, y predice las respuestas al examinar el
conjunto de estimulaciones a que se hallan sometidos.
El estímulo es cualquier cosa que puede excitar la actividad en un receptor. De esta manera, el
conductismo se abre con una idea física del estímulo, como progreso energético que altera las
estructuras receptoras del organismo. Al conductista le importa la conducta como un todo.
¿De qué modo están relacionadas las respuestas con los estímulos? Concibamos al hombre
como una máquina montada y lista para funcionar, dice Watson. La máquina del organismo
tiene una estructura perfectamente determinada, y por ello, están dadas las conexiones entre
receptores y efectores, mediante mecanismos de conducción nerviosa. Esta estructura
posibilita unas formas originarias, hereditarias, innatas, pero muy elementales, de reacción;
sobre éstas se edifican otras más complicadas, adquiridas, en que se combinan los enlaces
elementales; de esta manera puede entenderse el principio del conductismo, que toma el
comportamiento reflejo como crecimiento o desarrollo de respuestas simples.
Watson establece una clasificación de las respuestas en cuatro grandes categorías: de un lado,
atiende a que sean respuestas hereditarias o adquiridas (hábitos); de otro, a que sean visibles
y manifiestas o que no lo sean: respuestas explícitas e implícitas. La unidad elemental que
interviene en las respuestas es el arco reflejo.
Al apelar a la unidad de reflejo, simplifica su idea acerca de las respuestas complejas. Las que
son hereditarias forman un equipo con las respuestas congénitas más o menos simples, entre
las que destacan las emociones básicas, y algunos reflejos. Rechaza los instintos para evitar
los problemas que este concepto conlleva de previsión, orientación a un fin, conducta
teleológica, quedando tan sólo como factor de explicación la estructura y configuración del
organismo.
Las respuestas adquiridas son hábitos, y hábito no es sino un modo determinado de actuar,
sea de carácter explícito o implícito, que no pertenece al equipo hereditario del hombre. Los
hábitos pueden ser considerados como estructuras resultantes del aprendizaje.
Para Watson en el aprendizaje no se adquieren conexiones nuevas, sino que se consigue la
integración de movimientos separados de manera que se produce una nueva actividad unitaria.
Se trata de un fortalecimiento de unas vías y de la entrada en desuso de otras, y puede
explicarse acudiendo a las condiciones de ese mismo fortalecimiento. Tras rechazar Watson la
ley del efecto de Thorndike, que daba a la satisfacción e insatisfacción un papel fundamental
en el aprendizaje, señala que la respuesta más adecuada es la más reciente y frecuente.
Después introduce la idea de que en un hábito complicado se halla que cada una de sus
unidades es un reflejo condicionado, en el que se ha conseguido sustituir un estímulo por otro,
interviniendo el mecanismo fisiológico del sistema nervioso. El hábito es, pues, una
combinación de reflejos condicionados.
Watson señaló la existencia de tres clases de hábitos: los motores, los viscerales y los
laríngeos. Dependen del órgano somático que interviene en la respuesta. Los primeros
intervienen en el movimiento; los segundos constituyen el ámbito del mundo emocional y
motivacional, y los terceros, el de los procesos de pensamiento.
Hay tres grandes tipos de reacción emotiva: ira, amor y temor. Son reacciones innatas, y están
enlazadas con estímulos definidos: la ira con la limitación del movimiento; el amor, con la
caricia; el termo, con la pérdida de la sustentación. El enlace de esos estímulos con órganos
internos, con vísceras, hace que se trate de respuestas viscerales.
Pero al lado de la repuesta innata, está la aprendida. El condicionamiento determina que esas
emociones, o sus combinaciones se enlacen con estímulos bien diferentes de los originales.
Para Watson, en una situación se produce una estimulación más compleja de lo que el uso o
manipulación eficientes requiere, y aparecen más reacciones corporales concomitantes que
son las que dan a aquella situación la tonalidad emocional.
La palabra es para Watson una respuesta, una acción; hablar es hacer, comportarse. Por
condicionamiento, la palabra sustituye al objeto designado; de este modo, al manejar palabras
lo que se hace es ejercitar un hábito manipulatorio. Al campo de los hábitos del lenguaje
cuando se ejercen detrás de las puertas cerradas de los labios, llamamos pensar, que no es
sino un hablar con nosotros mismos.
La personalidad no es sino el producto final de nuestros sistemas de hábito. Watson es un
adversario de las facultades o disposiciones hereditarias, y responsabiliza al ambiente o
situación de la personalidad que cada uno adquiere: la situación nos domina siempre.
Watson introduce una profunda transformación en la psicología, al centrarla de modo absoluto
en la conducta. Con su rechazo a la introspección, se coloca frente a la tradición estructuralista
de Wundt y Titchener. Al atenerse al comportamiento, esto es, al funcionamiento del organismo
frente al medio, Watson se proclama como el único funcionalismo lógico y consistente, un
funcionalismo de adaptación al entorno.
El hincapié que hace en la adaptación muestra, bien a las claras, su orientación biológica
evolucionista. En efecto, defiende la continuidad sin saltos entre el estudio del hombre y el del
animal. En la interpretación conductista, el hombre y el animal son máquinas fisicoquímicas.
Finalmente, es famoso Watson por su eliminación de la conciencia como objeto psicológico. El
conductismo no puede hallar la conciencia en ningún rincón del tubo de ensayo.
10.2 Skinner
La psicología conductista iniciada por Watson se convirtió en el protagonista de la escena
psicológica americana después de la II Guerra Mundial hasta el comienzo de la década de los
años sesenta. Puede que el elemento decisivo en ese proceso se halle en la aparición de unas
efectivas técnicas de control de la conducta.
Skinner ha realizado una labor fundamental, el análisis de la conducta, en términos de
estímulos y respuestas. Conducta es para él “la actividad observable del organismo”, que
consiste esencialmente en movimiento. Es una realidad muy compleja, cambiante, fluida y
evanescente, pues es proceso y no cosa, y el análisis a que la ha sometido busca,
precisamente, descubrir las relaciones funcionales que prevalecen entre aspectos medibles de
la conducta y diferentes circunstancias y hechos de la vida de un organismo.
Los elementos que Skinner tiene fundamentalmente en cuenta son dos: los estímulos y las
respuestas. Se trata de variables que son observables, entidades físicas que se hallan fuera
del organismo, el cual es considerado como una caja negra, como un sistema del que sólo
conocemos su input y su salida o output. La correlación funcional entre estímulos y respuestas
la denomina reflejo; por ello comenzó a aceptar el reflejo como instrumento para la descripción
de la conducta.
Skinner encuentra dos grandes tipos de conexión entre estímulos y respuestas. Uno es el
estudiado por Pavlov: aquí los estímulos, al actuar sobre el organismo, desencadenan una
respuesta. Skinner llama a esto “conducta respondente”, pues aparece el estímulo primero y la
respuesta después. Al lado de ese paradigma reconoce la existencia de otro distinto, el de la
conducta operante: aquí surge una respuesta de forma aparentemente espontánea; esa
respuesta determina ciertas consecuencias o efectos; estos efectos reobran sobre la conducta
que los originó, bien para fortalecerla o para extinguirla. Aquí son los estímulos consiguientes a
la respuesta, o contingencias, los que guardan con ésta una relación funcional. El estudio de
esta conducta operante es la gran obra de Skinner.
Los estímulos pueden ser de cuatro tipos: elicitantes o provocadores, cuando su aparición
desencadena la respuesta; discriminativas, aquellos que meramente indican la presentación de
la ocasión para una respuesta, pero no la producen directamente; a éstos se añade el estímulo
emocional, que produce ese peculiar estado en el organismo que es la emoción, y en fin, el
estímulo reforzador, sobre el que hemos de detenernos un poco. El reforzador o refuerzo es
aquella consecuencia o contingencia producida por la respuesta que aumenta la probabilidad
de nuevas respuestas. Skinner distingue entre refuerzos positivos y negativos; refuerzos
primarios, y otros secundarios.
Se trata, como se ve, de un replanteamiento de la ley del efecto de Thorndike, para quien la
satisfacción reforzaba las respuestas aprendidas, y la insatisfacción las extinguía.