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Tema 13. El teatro del absurdo (Ionesco, Beckett) y el teatro comprometido (B. Brecht) La renovación teatral en el siglo XX se debe, entre otros, a factores como la influencia del cine, los avances técnicos, que abren mayores posibilidades a la escenografía y luminotecnia, o la relevancia del director, que aporta su propia concepción del espectáculo. Es el caso de André Antoine (1858-1943), director teatral francés que influyó de modo determinante en las reformas teatrales del siglo XIX que derivaron de las ideas naturalistas de Émile Zola, expresadas en su artículo de 1881 El naturalismo en el teatro. A través del Théâtre Libre de París (1887-1894), se anticipó a las teorías que posteriormente concretaría Stanislavski en su Sistema, con su concepto teatral llamado “la cuarta pared”, por el que los actores se desenvuelven en escena de manera natural, como si no hubiera público, al que pueden incluso dar la espalda o salir de su campo de visión. Stanislavski, por su parte, propone un método que conjuga lo físico, lo intelectual y lo emocional para conseguir que el actor se identifique con su personaje. Entre las tendencias teatrales destacadas en el siglo XX encontramos la renovación dramática realizada por Alfred Jarry (Ubú rey1(1896) es considerada antecesora directa del teatro del absurdo. Su estreno fue interrumpido varias veces por los abucheos de los ofendidos y los vítores de los vanguardistas) y Antoin Artaud (fue el ideólogo del teatro de la crueldad, cuya base es sorprender e impresionar a los espectadores, mediante situaciones impactantes e inesperadas), el teatro más tradicional de Bernard Shaw y Giradoux, el teatro del absurdo y el teatro de compromiso. El teatro del absurdo surge en Francia alrededor de 1950, relacionado con el existencialismo que surge a raíz de las convulsas circunstancias históricas que sufre el ser humano en la primera mitad del siglo XX: una situación de desorientación moral en que occidente había quedado sumido a partir de la Segunda Guerra Mundial. Autores existencialistas son Jean Paul Sartre y Albert Camus, que profundizarán en su preocupación por el individuo, recurriendo a los símbolos, la inverosimilitud de las acciones y de los personajes. Pero será el teatro del absurdo la cúspide de la renovación dramática que ya se había comenzado a producir desde principios del siglo. Dos autores guiarán esta nueva tendencia: Eugène Ionesco y Samuel Beckett. Siendo el primero de origen rumano y el segundo nacido irlandés, ambos escribirán en francés sus obras más célebres. Debe mencionarse que la labor de estos dos franceses no se entendería sin el antecedente claro de Luigi Pirandello. El escritor italiano reflexiona sobre el propio teatro y su artificio. Propone en sus obras una renovación del arte escénico basada en la creencia o posibilidad de que la existencia no sea sino un artificio, una gran simulación que cede el verdadero protagonismo a la realidad que descansa en la ficción. Esta sería más real y provocaría una paradoja para el ser humano que tendría verdaderas dificultades para llegar a conocerse a sí mismo. La obra de Pirandello que más fielmente refleja esta propuesta es Seis personajes en busca de autor2 (1921). La influencia de Pirandello es fundamental para entender a los autores del teatro del absurdo. En el teatro del absurdo el sinsentido de la condición humana se refleja a través de argumentos incoherentes, diálogos repetitivos, lo ilógico y el disparate. Respecto a la técnica empleada los autores presentan caracteres hiperbólicos, con cierto deleite en la representación 1 Es una comedia satírica en la que se mezclan las referencias a Macbeth con los excesos de un monarca tan tirano como cobarde, y cuya trama da lugar a situaciones llevadas hasta el absurdo. Es también una crítica corrosiva contra la autoridad que el autor realiza a través de la llegada al poder del grotesco Padre Ubú, quien junto a su mujer encarnan la corrupción y el despotismo, casi un paradigma de los dictadores del siglo XX. 2 Miguel de Unamuno anticipa la idea del personaje que se enfrenta a su creador en su novela “Niebla” (1914). caricaturesca de los tipos humanos; ocupan un lugar importante el sueño y las imágenes oníricas; y las acciones suelen concentrarse en pocos actos, preferentemente uno. Detrás del velo cómico se esconde la tragedia de la existencia. Junto a Jean Genet (Las criadas), los autores más relevantes en esta tendencia son Ionesco y Beckett: Eugéne Ionesco (1912-1994) pretende sabotear el teatro clásico atentando directamente contra sus reglas, una de las cuales, la verosimilitud, se ve seriamente afectada. Pretende mostrar lo absurdo de muchas de las circunstancias cotidianas de la vida humana, especialmente las más dramáticas. Su propia experiencia vital contribuye a la elaboración de sus piezas. Sus obras más destacadas son: La cantante calva (1950), donde unos personajes de lo más variopinto entrelazan diálogos sin decir nada absolutamente y el sinsentido lo impregna todo, empezando por el propio título; La lección (1951), curioso cuadro en que un profesor, para explicar el término “cuchillo” mata a su alumna; Las sillas (1952), donde unos personajes inexistentes establecen un coloquio; El rinoceronte (1959), obra que muestra la transformación angustiosa de los habitantes de una ciudad en rinocerontes; El rey se muere (1962) trata sobre un tema recurrente aunque sea tangencialmente en la obra de Ionesco: su preocupación por la muerte. Samuel Beckett (1906-1989), que muestra su pesimismo sobre el ser humano y plantea temas como la soledad o la incomunicación, conduce al teatro del absurdo a sus más altas cotas de logro escénico con la escenificación de Esperando a Godot (1953): dos personajes sobre las tablas transfieren al espectador la angustia por la espera de algo o alguien que nunca llega. Mientras tanto se suceden alusiones directas a los temas eternos de la literatura y la filosofía: la muerte, la amistad, el amor, el paso del tiempo. El humor amargo es parte inseparable de esta obra de Beckett, de igual modo que lo son el juego con el lenguaje y los significados, las pausas o las preguntas retóricas. Desde el punto de vista escenográfico, los decorados de estas obras del absurdo suelen ser pobres, con los elementos simbólicos mínimos e imprescindibles para dar el sentido (o sinsentido) requerido a la representación. Teatro del compromiso Con el comienzo de la segunda mitad del siglo XX, una generación de jóvenes dramaturgos británicos se rebela contra la moral tradicional inglesa. Las obras se centrarán en la manera de vivir de las clases obreras. John Osborne (1929-1994), dramaturgo y guionista de cine, se erige como cabeza del movimiento denominado jóvenes airados, que aglutina a todos los nuevos autores teatrales que sintonizan con esta nueva oleada de crítica de la monotonía existencial en que el capitalismo ha hundido a la colectividad. La obra de Osborne, Mirando hacia atrás con ira, es el estandarte del grupo. En el mismo sentido crítico hallamos la obra de Harold Pinter (1930-2008) con La fiesta de cumpleaños (1958) o El vigilante (1959). La influencia del grupo se deja sentir en la obra de Tom Stoppard que acompaña la crítica de ironía y humor como en Rosencratz y Guildersten han muerto (1967). Los dramaturgos norteamericanos, por su parte, se concentran en reflejar las cuestiones sociales en unas piezas que mantienen una relación cada vez más estrecha con el mundo cinematográfico. El tratamiento psicológico y filosófico aparece en la obra de Eugene O’Neill (1888-1953) con A Electra le sienta bien el luto (1931). Thornton Wilder (1897-1975) escribe Nuestra ciudad (1938) donde el título es revelador de cómo Wilder retrata la vida en una pequeña ciudad donde el tiempo pasa sin grandes sucesos. Tennessee Williams (1911-1983) vuelve su mirada sobre la sociedad sureña en la que se crio. Destaca el tratamiento de los personajes femeninos y se preocupa por la falta de comunicación entre los seres humanos lo que provoca situaciones de violencia contenida o manifestada a través de una ira verbal incontrolada. Entre sus obras debemos mencionar: Un tranvía llamado deseo (1947), La gata sobre el tejado de cinc (1955) o La noche de la iguana (1961). Sus obras fueron adaptadas con éxito al cine. Arthur Miller (1915-2005), guionista y dramaturgo, en sus obras trata sobre el sueño americano y la vida de las clases medias estadounidenses. Sus protagonistas mantienen cierta semejanza con el héroe clásico que se enfrenta a un hado trágico, aunque en este caso el destino fatal es sustituido por el fracaso personal o social. Destacan Muerte de un viajante (1949), Panorama desde el puente (1955), sobre la inmigración, o Las brujas de Salem (1953), contra la represión y la intolerancia. Bertolt Brecht (1898-1956) Aunque también se dedica a la poesía, la vida de este alemán fue el teatro. Lo importante para Brecht es la puesta en escena más que la originalidad; se trata de presentar lo conocido con nuevas palabras y formas. De hecho, en la Berliner Ensemble, compañía fundada por Brecht y Helene Weigel en 1949, introducirá importantes novedades en la puesta en escena. Contrario al nazismo, del que se vio obligado a huir3, compone un teatro didáctico y político con el que intenta concienciar al espectador de la necesidad de transformar la sociedad. El compromiso sociopolítico y las innovaciones dramáticas caracterizan su teatro épico. En esta fórmula dramática se pretende que el espectador presencie con cierta distancia lo que ocurre en escena para que pueda juzgarlo críticamente. Para conseguir ese distanciamiento utiliza personajes narradores que anuncian lo que va a suceder de modo que nadie esté pendiente del desenlace; mezcla farsa y drama, y el lenguaje coloquial con las formas poéticas; rompe la tensión dramática con canciones; exagera la teatralidad de los actores para hacer evidente que están actuando; crea una escenografía antirrealista utilizando máscaras y dejando a la vista la tramoya. Brecht denuncia la guerra, la explotación, la represión… No le gustan los héroes, sino las criaturas contradictorias de las que nos ofrece su lado más débil y humano. Destacan, entre sus obras, Madre Coraje y sus hijos, sobre una mujer que pierde a sus hijos en la guerra; Galileo, en la que reflexiona sobre el compromiso de los intelectuales con la sociedad; El círculo de tiza caucasiano, donde se celebra un juicio para saber quién es la madre de un niño a través de una prueba; El señor Puntila y su criado Matti o La evitable ascensión de Arturo Ui. 3 En su exilio pasó por diversos países (Dinamarca, Suecia, Finlandia) hasta recalar en EEUU, donde estrenó algunas obras, pero también resultó sospechoso a los ojos del gobierno por sus ideas comunistas.