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Fisiopatología y Mecanismos de Acción de los Prebióticos
Dr. Oscar Brunser, Unidad de Gastroenterología, Instituto de Nutrición y Tecnología
de los Alimentos (INTA), Universidad de Chile, Santiago, Chile
Introducción
De acuerdo con la definición enunciada por Gibson y Roberfroid, publicada en Journal of Nutrition
en 1995, un prebiótico es un componente de la dieta que tiene una vía de fermentación específica
dirigida a estimular poblaciones de bacterias intestinales que son beneficiosas para la salud
(Gibson GR, Roberfroid MB: Dietary modulation of the human colonic microbiota: introducing the
concept of prebiotics, J Nutr. 1995 Jun; 125(6):1401-12). Esta definición es la que mejor describe
las propiedades de estos nutrientes.
Fisiología y fisiopatología de los prebióticos
Una característica distintiva de los prebióticos es que, al contrario del almidón, no son hidrolisados
por la amilasa salival ni el ácido clorhídrico del estómago y son resistentes a la acción de las
disacaridasas y de la alfa-glucoamilasa de la mucosa intestinal; tampoco son susceptibles a la
acción de los enzimas pancreáticos; por lo tanto, los prebióticos llegan en una proporción muy alta
al ciego, colon ascendente y transverso, donde sirven de sustrato a la microbiota residente, que los
somete a un proceso de fermentación. Además, los prebióticos funcionan como un factor de
selección, ya que estimulan de manera selectiva el crecimiento de bacterias beneficiosas para la
salud, como es el caso de las bífidobacterias y los lactobacilos.
Como se ha manifestado anteriormente, los prebióticos no son afectados durante su paso por la
cavidad bucal, el estómago y el intestino delgado y en los pacientes ileostomizados es posible
recuperar alrededor de 90% de un prebiótico ingerido; en la orina se detecta aproximadamente 1%
del prebiótico, pues una cantidad traza es capaz de atravesar la barrera representada por el
epitelio del intestino delgado; adicionalmente 8% a 9% de la cantidad total del prebiótico ingerido
sufre un fenómeno de fermentación en el ileon, segmento del intestino delgado que tiene una flora
formada por aproximadamente diez mil (104) unidades formadoras de colonias (CFU) por mililitro
de contenido. Por lo tanto, 90% de la fermentación total de los prebióticos se producirá en el
intestino grueso, que es el lugar donde tiene lugar la actividad funcional de estos hidratos de
carbono.
La síntesis, y por lo tanto la estructura química de los prebióticos se deriva de dos moléculas:
La inulina, que es sintetizada en la raíz de vegetales, especialmente de la achicoria, a partir de
una molécula de sacarosa; como este disacárido está formado por una unidad de glucosa y una de
fructosa, y como a esta última se agregan sucesivamente unidades de fructosa en número variable,
se forma una cadena lineal de hasta cincuenta unidades de fructosa unidas entre sí por enlaces
beta 2—1 que incluye una unidad de glucosa en un extremo. Para el enlace beta 2—1 no existe a
nivel del tubo digestivo humano ningún enzima con capacidad para hidrolisarlo y por esta razón la
inulina y los demás prebióticos son capaces de transitar por el intestino delgado sin sufrir
modificaciones.
fructosa a la que, al igual que en
el caso de la inulina, se unen sucesivamente otras unidades de fructosa mediante el mismo enlace
beta 2—1 dando origen a una cadena lineal de polifructosa llamada un fructopolisacárido; éstos
están formados generalmente por seis a treinta unidades de fructosa y su diferente longitud
constituye un factor que regula la velocidad con que se produce su fermentación en el intestino
grueso.
Tanto la inulina como los fructopolisacáridos pueden ser hidrolizados mediante procesos
industriales que resultan en productos con cadenas de seis a nueve unidades de fructosa, los
fructooligosacáridos (FOS).
La inulina y los fructopolisacáridos se encuentran ampliamente difundidos en el reino vegetal; por
ejemplo, la principal fuente industrial de inulina y de fructopolisacáridos es la achicoria, la que es
cultivada y cuya raíz es procesada en muchos países del mundo; otros vegetales con contenidos
importantes de prebióticos son el topinambur (también llamado alcachofa de Jerusalén), los
rábanos, las cebollas, el ajo, los espárragos y las hojas de todos los vegetales.
En los individuos que ya albergan una microbiota madura, los prebióticos ingeridos son sometidos
a la acción de las bacterias cuando llegan al colon, donde se produce el proceso de fermentación a
que nos hemos referido anteriormente. Los prebióticos no son las únicas moléculas que llegan
indigeridas al colon; otras moléculas que sufren igual proceso en el colon incluyen los almidones
retrogradados y resistentes a la digestión, mucinas de diversos tipos y proteínas y péptidos
resistentes a la digestión por la tripsina, quimotripsina y demás enzimas proteolíticos. De manera
que la microbiota residente del colon recibe una variedad de moléculas que le sirven de fuente de
nitrógeno y de energía y que permiten su persistencia en dicho ambiente.
Las moléculas que llegan al colon sirven de sustento a una población de bacterias cuyo número de
individuos por gramo de contenido supera al de todos los seres humanos habitantes de la Tierra;
más aún, el número total de bacterias de la microbiota residente del organismo humano supera en
proporción de diez a uno al número de células eucariotas que forman el organismo humano. El
proceso de fermentación bacteriana en el colon genera una variedad de productos terminales que
contribuyen, por un lado, a alimentar y mantener a la masa bacteriana del lumen y ejerce efectos
tales como mejorar los síntomas de la constipación, ya que la mitad de la masa fecal está
constituida por cuerpos bacterianos vivos o muertos. En la actualidad se sabe que los efectos de
los productos de la fermentación son locales y sistémicos; por ejemplo, la actividad de las bacterias
sobre los aminoácidos azufrados da lugar a la formación de hidrógeno sulfurado mientras que su
acción sobre otros aminoácidos da lugar a la formación de amonio, ácidos grasos ramificados de
cadena corta, derivados del fenol, escatol, indol y otros compuestos policíclicos; la fermentación de
los hidratos de carbono no absorbidos, incluyendo los prebióticos produce la formación de gases
como el hidrógeno, el anhídrido carbónico y el metano, y una variedad de compuestos entre los
que se cuentan los ácidos grasos de cadena corta, el lactato, el piruvato, el succinato y el etanol;
algunos de estos compuestos son absorbidos por la mucosa colónica y son utilizados por el
metabolismo del huésped. Otros, como el hidrógeno, el metano y el anhídrido carbónico, son
excretados en el aire espirado; por último algunas moléculas son excretadas por la orina y las
heces. El transporte de los ácidos grasos de cadena corta a nivel del epitelio del intestino grueso
se efectúa junto con sodio y agua.
El hecho de que en el proceso de fermentación de los prebióticos se sinteticen productos que
participan en la formación de masa bacteriana, tiene como consecuencia que estos FOS en vez de
rendir 4 kcal/g, tengan un rendimiento de sólo 1,2 a 1,8 kcal/g; es decir, consumir un prebiótico
significa consumir un hidrato de carbono cuyo metabolismo entrega al organismo mucho menos
energía que el metabolismo de un gramo de hidrato de carbono digerido y absorbido en el intestino
delgado. Por otra parte, es importante tener en cuenta que pese a tratarse de hidratos de carbono
no digeribles, no toda la energía que representan los prebióticos se pierde, sino que la cantidad de
energía antes mencionada (1,2 a 1,8 kcal/g) es aprovechada por el organismo a través del proceso
de fermentación (rescate colónico).
La inulina tiene la característica y la ventaja adicional de que al ser mezclada y batida con agua da
lugar a la formación de una masa con características visuales, gustativas y táctiles similares a las
de los triglicéridos, pero con un rendimiento energético por gramo mucho menor (1,2 –1,8 kcal/g
para el prebiótico versus 9 kcal/g para los triglicéridos); como resultado, esta mezcla de inulina y
agua está siendo utilizada en la preparación de alimentos con bajo contenido de energía y de
grasa.
Los recuentos bacteriano fecales en voluntarios que recibían suplementos de 15 g de sacarosa,
oligofructosa o inulina, muestran que Bacteroides, Eubacteria, Enterobacter, Clostridium, etc.
prácticamente no presentan cambios significativos pero, en cambio, las bífidobacterias y
lactobacilos experimentan un alza importante que puede llegar a ser de aproximadamente 1,2 log
(es decir, diez veces más) para el caso de las bífidobacterias, en comparación con el efecto
producido por la ingestión de la sacarosa. La proliferación selectiva de las bífidobacterias y de los
lactobacilos es el principal efecto funcional de los prebióticos y representa la estimulación selectiva
de la proliferación de un número limitado de especies; también puede ser interpretado en el sentido
que algunos componentes de la dieta son capaces de modificar fenómenos en los segmentos más
distales del tubo digestivo, como es el caso del intestino grueso. Bífidobacterias y lactobacilos son
componentes de la llamada microflora acidófila del recién nacido, la que es considerada
beneficiosa para la salud ya que ejerce efectos protectores frente a enteropatógenos y además es
capaz de modular algunos procesos relacionados con la maduración del aparato inmune local. Por
este motivo se piensa que la estimulación del desarrollo de este tipo de microbiota colónica
mediante la administración de prebióticos podría tener efectos beneficiosos en el corto, y tal vez en
el largo plazo, sobre la salud humana.
Los productos finales del proceso de fermentación de los prebióticos en el colon tienen diferentes
destinos; algunos, como por ejemplo el etanol, se absorben fácilmente en el colon y sirven como
drenaje de electrones que contribuye a mantener la anaerobiosis del lumen; el lactato tiene
acciones antimicrobianas y junto con el piruvato sirve de sustrato a los colonocitos y contribuye a la
síntesis de ácidos grasos en dichas células; por último, el hidrógeno (cuya medición en el aire
espirado es utilizada como índice de fermentación en el colon) se excreta parcialmente por el
pulmón y además es consumido por las bacterias, que lo utilizan para sus procesos de óxidoreducción.
El acetato, el propionato y el butirato son los ácidos grasos de cadena corta más importantes y su
producción depende del tipo de prebiótico que llega al colon; por ejemplo, la inulina genera la
formación de más butirato porque, al parecer, su fermentación es más lenta; en cambio, cuando la
fermentación es más rápida, se forma de preferencia más propionato y acetato. El acetato es
metabolizado por el músculo estriado, el cerebro, el riñón y el miocardio e induce aumentos de la
síntesis hepática de triglicéridos y de colesterol LDL. En cambio, el propionato es un precursor de
la glucogénesis hepática y tiene un efecto opuesto al del acetato, ya que inhibe la síntesis de
colesterol en el hígado y disminuye los niveles de triglicéridos plasmáticos. La suma algebraica de
los efectos metabólicos del propionato y del acetato muestra que el primero tiene un efecto mucho
más intenso que el acetato y, como resultado, el consumo de prebióticos hace disminuir el nivel de
los triglicéridos y colesterol LDL sanguíneos. Un estudio realizado en Bélgica por Delzenne y
colaboradores demuestra que, al administrar fructooligosacáridos, se observa un descenso en el
colesterol total y modificaciones del glicerol-3- fosfato (Delzenne NM, Williams CM: Prebiotics and
lipid metabolism. Curr Opin Lipidol. 2002 Feb; 13(1):61-7).
El butirato es un compuesto muy interesante desde el punto de vista de la fisiología del colon: los
colonocitos, las células epiteliales que recubren el lumen del colon, obtienen 75% de sus
requerimientos de energía a partir de este compuesto; además, al ser metabolizado por el epitelio
colónico, actúa como regulador del crecimiento celular ya que retarda la proliferación celular y
favorece la diferenciación y la apoptosis o muerte celular programada de aquellas células que han
cumplido su vida útil o que han sufrido algún daño metabólico. A través de estos mecanismos el
butirato favorece el establecimiento de un epitelio colónico diferenciado y ejercería un efecto
preventivo sobre la aparición de tumores malignos en el epitelio colon. Cuando se incuba
deposiciones humanas con fructooligosacáridos o con lactulosa, la producción de ácidos grasos de
cadena corta es considerable y se genera en un plazo breve, de unas seis horas. De manera que
los efectos de los ácidos grasos de cadena corta podrían comenzar en un plazo breve, ya que son
absorbidos en forma eficiente y rápida, y quedaría por dilucidar la persistencia de dichos efectos
para poder obtener una imagen más completa de su funcionalidad.
Las cantidades de prebióticos consumidos en la dieta en un período de veinticuatro horas
dependen de las costumbres alimentarias y del acceso a determinados alimentos. Las encuestas
de que se dispone en la actualidad revelan que en los Estados Unidos la población consume entre
1 y 3 g de prebióticos al día; en Europa esta cifra es mayor y se sitúa alrededor de 10 g al día, lo
que se explica por el hábito de un consumo mayor de verduras en este último continente. Si se
analiza el origen de los prebióticos, resulta obvio que provienen de alimentos que la especie
humana ha consumido durante miles de años y que han demostrado ser totalmente inocuos desde
el punto de vista toxicológico; por este motivo la Food and Drug Administration (FDA) de los
Estados Unidos engloba los prebióticos en el concepto GRAS o Generally Recognized As Safe. De
acuerdo con esto, los prebióticos son considerados componentes de uso libre en la alimentación
humana, siendo la única limitante para su consumo las molestias que pueden derivarse de los
procesos de fermentación en el colon.
Principales efectos de los prebióticos
1. Efectos locales
Los efectos locales producidos por los prebióticos son fundamentalmente el aumento de la masa
fecal explicado por el aumento del número de bacterias; la producción y el aumento selectivo de la
producción de ácidos grasos de cadena corta, el aumento de la absorción colónica de algunos
minerales y el aumento de la síntesis de ácido fólico.
1.1 Absorción de calcio: En los seres humanos, uno de los efectos más importantes de la
ingestión de prebióticos es una disminución moderada de la excreción urinaria de calcio; este
hecho probablemente traduce el hecho que la presencia de un prebiótico en el lumen del colon
induce una disminución del pH local debido a la formación de compuestos ácidos (láctico, pirúvico,
ácidos grasos de cadena corta) y al aumento del contenido acuoso en el lumen, secundario a su
efecto osmótico, lo que favorece la absorción del calcio. Considerada en términos absolutos, esta
mayor absorción no representa cifras considerables, pero hay que considerar que este efecto de
los prebióticos es un proceso de reversión de la situación de balance desfavorable de calcio que
ocurre sobre todo en mujeres postmenopáusicas y en los varones mayores de sesenta y cinco
años. El aumento diario de la retención de calcio estimulado por los prebióticos contribuye a
establecer un balance positivo de este mineral y a disminuir los riesgos asociados con este
fenómeno en ausencia de aumentos de la ingesta de calcio. En un estudio con ratas
gastrectomizadas para dificultar la absorción de calcio, la administración de calcio asociado con
fructooligosacáridos hizo que las concentraciones de calcio en el esqueleto fueran mayores al
compararlos con los de aquellos animales que sólo recibieron sacarosa.
1.2 Prevención de la tumorigénesis: Uno de los efectos más importantes que se
observan en el colon de ratas al inyectarles azoximetano es la aparición de tumores que se
manifiestan en un plazo de cincuenta semanas. En un primer momento se establece un estado
premaligno, con focos de criptas aberrantes que se observan como pequeños solevantamientos en
la mucosa; posteriormente casi todos los animales desarrollan lesiones malignas, aunque no todos
los focos de criptas aberrantes se transforman en tumores malignos. La respuesta de la mucosa al
estímulo con carcinógenos como el azoximetano se usa para medir efectos preventivos del cáncer
por diversos compuestos. Los animales del grupo control desarrollan ocasionalmente alguna cripta
aberrante con epitelio atípico pero en ellas sólo participan algunas criptas; al administrar 10% de
oligofructosa con la dieta de los animales tratados con azoximetano el número de criptas
aberrantes disminuye y su evolución hacia el desarrollo de tumores malignos en la mucosa del
intestino grueso es mucho menor y más lenta.
Los estudios de corta duración acerca de los efectos de los fructooligosacáridos en la
prevención del carcinoma del colon en el ser humano son relativamente fáciles pero el ideal sería
llegar a realizar seguimientos de largo plazo, en los cuales se pudiera correlacionar las cantidades
de prebióticos contenidos en la dieta con la incidencia de cáncer de colon, o bien con la
concentración y actividad de enzimas fecales que han sido relacionadas con la tumorigénesis
colónica. El requerimiento de seguimientos de largo plazo se origina del hecho que la
carcinogénesis a nivel del colon es un proceso que puede demorar diez o más años. Es posible
que muchos de los efectos preventivos del cáncer de colon atribuidos a la fibra en los estudios de
Trowell puedan ser adjudicados también a los prebióticos presentes en la dieta de la población
africana.
2. Efectos a nivel sistémico
Los efectos sistémicos de los prebióticos consisten en la disminución del colesterol (aunque
algunos prebióticos son capaces de aumentarlo), de los triglicéridos, la insulina, la glicemia, el
amonio y la urea plasmáticos; los prebióticos son capaces de aumentar los niveles de vitaminas del
grupo B, la glutamina plasmática y se supone que aumentarían la función inmunitaria, tanto local
como sistémica como respuesta a la mayor proliferación de las bífidobacterias. Por último, se está
explorando la posibilidad de que después de un tratamiento con antibióticos se produciría una
restitución de la flora intestinal normal. Respecto de este aspecto, con Sylvia Cruchet y Martin
Gotteland estamos realizando un estudio que evalúa el efecto de una mezcla de prebióticos
administrados a niños con bronquitis, después de un tratamiento con amoxicilina de una semana
de duración, sobre la restitución de la flora. Es un estudio en doble ciego, que está en curso y
esperamos tener resultados en unos seis meses.
Por último, es interesante considerar el concepto de sinbiótico, es el resultado de la administración
conjunta de un prebiótico y de una bacteria probiótica, en que ésta se beneficia de la presencia en
el medio luminal colónico de un sustrato específico que le permitiría una mejor sobrevivencia y
potencialmente beneficiaría la salud del paciente.
Experiencias Clínicas Chilenas en Prebióticos
Dra. Sylvia Cruchet, INTA, Universidad de Chile; Rama de Gastroenterología
Sociedad Chilena de Pediatría
Introducción
A continuación discutiremos la aplicación de los prebióticos en pediatría y algunos estudios
relevantes, incluyendo algunos realizados en el INTA.
Los prebióticos son componentes de la dieta que tienen una vía de fermentación específica, que
estimula poblaciones de bacterias intestinales que son beneficiosas para la salud. La investigación
sobre estos componentes se inició en animales; posteriormente, en estudios en seres humanos,
Gibson y cols. realizaron cambios en una dieta estándar ofrecida a voluntarios sanos mediante el
agregado de prebióticos (principalmente inulina) a una de ellas y logró determinar que se producía
un aumento de las bífidobacterias en la microflora de aquellos que recibieron la dieta con el
prebiótico, de 20% a 71% (Gibson GR, Roberfroid MB: Dietary modulation of the human colonic
microbiota: introducing the concept of prebiotics, J Nutr. 1995 Jun; 125(6):1401-12).
Estudios con prebióticos
Saavedra y Tschernia estudiaron parámetros clínicos en lactantes en relación con algunas
enfermedades pediátricas agudas; los lactantes recibieron suplementos de oligofructosa, uno de
los prebióticos más frecuentes en la dieta normal. El estudio se realizó en 123 lactantes sanos de
cuatro a veinticuatro meses de edad quienes, antes del estudio, estaban consumiendo algún tipo
de cereal y que además asistían durante el año, en forma permanente, a una sala cuna. Se
seleccionó aleatoriamente a dos grupos, uno de los cuales recibió el cereal solo mientras que el
otro recibió el mismo cereal suplementado con oligofructosa, a razón de 0,55 gramos por cada 15
gramos de cereal seco. Las cuidadoras recolectaron datos dos veces por semana con la ayuda de
una profesional que visitaba los hogares o entrevistaba a los padres, por teléfono, los fines de
semana; esto permitió un registro de la información en cuestionarios precodificados para evaluar la
sintomatología o las patologías diarias de los niños bajo control.
Los resultados demostraron que ambos grupos consumieron 3,3 gramos de cereal por kilo de peso
y por día, que fue bien tolerado. El grupo suplementado con el fructooligosacárido recibió 1,1
gramos del compuesto cada día; ambos grupos subieron normalmente de peso. Al cabo de un año,
se midió la frecuencia de síntomas gastrointestinales y se observó que los niños del grupo
suplementado con oligofructosa presentaron significativamente menos vómitos, regurgitación y
molestias digestivas en general. No se encontró diferencia significativa en cuanto a la flatulencia y
la constipación, pero se observó 40% más de constipación en los niños que no recibieron el
suplemento de prebióticos (J. Saavedra, NASPGN 1999. J Pediatr Gastroenterol Nutr, 1999; 29
A95; A. Tschernia, NASPGN 1999. J Pediatr Gastroenterol Nutr, 1999; 29 A58).
Este estudio también investigó los signos específicos durante episodios de diarrea: los niños que
recibieron el suplemento mostraron una diferencia significativa en cuanto al porcentaje de tiempo
que permanecieron con fiebre, la frecuencia de las consultas telefónicas al médico y las visitas
médicas, que fueron menores; no se detectaron diferencias estadísticamente significativas
respecto de vómitos o dolor abdominal pero menos niños del grupo suplementado manifestaron
tener dolor durante los episodios de diarrea. Los autores de este estudio concluyen que el aporte
de un cereal o una fórmula láctea con prebiótico, podría disminuir algunos síntomas
gastrointestinales durante la evolución de cuadros diarreicos.
Hammad realizó, en el año 2000, otro estudio en población pediátrica. Utilizó sinbióticos
(probióticos asociados con prebióticos) para mejorar algunas características que se consideran
beneficiosas para la salud. Con este fin, evaluó cincuenta y ocho niños sanos, afectados por
episodios de gastroenteritis aguda, en un estudio aleatorio, en doble ciego, divididos en dos
grupos. Un grupo recibió una fórmula láctea sin lactosa y el segundo recibió la misma fórmula
adicionada con Lactobacillus como probiótico y oligofructosa como prebiótico. Este autor observó
que al cabo de un tiempo se produjo una disminución significativa en la duración del cuadro clínico
en los niños que recibieron el sinbiótico. Los autores concluyeron que si se disminuye, de dos días
y medio a un día y medio la duración de un cuadro de gastroenteritis, considerados en términos de
nutrición, de pérdida de escolaridad y sintomatología, estos resultados son importantes.
Fisberg realizó, en el año 2000, un estudio multicéntrico, controlado y en doble ciego en 626 niños
que presentaban desnutrición leve a moderada. Un grupo de ellos recibió como suplemento un
sinbiótico (oligofructosa más Lactobacillus acidophilus) para observar el efecto sobre lo que definió
como días de niño enfermo, es decir, niños que presentaron durante más tiempo distintos tipos de
sintomatología respiratoria y gastrointestinal. Estos niños fueron evaluados mensualmente durante
cuatro meses por nutricionistas y se registraron síntomas: fiebre, diarrea y tos. Este estudio
demostró que el número de días que los niños permanecían enfermos fue significativamente menor
en los niños que recibieron el sinbiótico.
Griffin observó el efecto de 8 gr diarios de oligofructosa o una mezcla de inulina con oligofructosa,
en 59 niñas en la etapa de menarquia, es decir, alrededor de los catorce años, y calificadas en la
etapa de premenarquia o que ya la habían presentado en los seis meses precedentes, etapa en la
que es necesario un alto consumo de calcio. Se controló a estas niñas desde el punto de vista
nutricional y no se demostraron diferencias entre ellas en los niveles de su ingesta de calcio; el
efecto sobre la absorción del calcio fue evaluado mediante isótopos estables midiendo sus
concentraciones en sangre y orina; y concluyeron que la absorción de calcio fue significativamente
mayor en el grupo que recibió la mezcla de oligofructosa e inulina (IJ Griffin et al, Ped Research
2002; 51 (4): 188A).
Hay muchos estudios en animales e in vitro, pero en la práctica clínica es difícil llegar a
conclusiones reales debido a causas multifactoriales. Hace un par de años iniciamos estudios en
prebióticos con los Drs. Brunser y Gotteland y a continuación quisiera discutir algunos ejemplos de
estudios clínicos realizados en población pediátrica chilena.
Estudios sobre prebióticos en población pediátrica en Chile
Efecto de prebióticos y probióticos sobre la colonización por Helicobacter pylori
En el primer estudio se analizó el uso de inulina más una bacteria probiótica sobre la colonización
por Helicobacter pylori en niños, el cual se realizó en colaboración con el Equipo de
Gastroenterología del INTA y la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA), de Viena,
Austria.
Helicobacter pylori es una bacteria gram negativa que coloniza la mucosa gástrica e induce una
gastritis crónica asintomática. Se la considera el agente etiológico de las úlceras gastroduodenales
y es un factor de riesgo para la aparición de linfomas gástricos y de adenocarcinomas. Esta
bacteria, que coloniza tempranamente en los países en desarrollo, donde hay menor saneamiento
ambiental, afecta a una proporción importante de la población general. Nuestro estudio demostró
que a los seis y siete años, 70% de los niños ya estaban colonizados por esta bacteria y que entre
los once y trece años esta proporción aumentaba a 90%.
El tratamiento es eficiente pero sólo se trata a los pacientes si presentan gastritis crónica activa o
una úlcera gástrica. La mayoría de las personas portadoras son asintomáticas y no necesitan
tratamiento; además, el índice de reinfección es muy alto; por otra parte, los antibióticos que se
usan son de alto costo y con mala tolerancia; también es necesario asociarlos con inhibidores de la
bomba de protones en un tratamiento que dura catorce días. Por otro lado, el tratamiento produce
resistencia de la misma bacteria o de otras, y se asocia con episodios de diarrea y fenómenos
alérgicos, por lo cual hemos pensado en tratamientos alternativos con sinbióticos o probióticos que
ayuden a prevenir y/o disminuir la colonización de las poblaciones en riesgo. Así los prebióticos y
probióticos aparecen como un tema interesante de investigación en este campo.
El objeto del estudio fue evaluar la capacidad de un prebiótico (inulina) en combinación con una
bacteria probiótica, Lactobacillus acidophilus, de interferir con la colonización por Helicobacter
pylori. Este estudio se efectuó en niños de nivel socioeconómico bajo, del área oriente de Santiago,
todos asintomáticos, sin diagnósticos de patologías gastrointestinales, que no utilizaron
antibióticos, antiácidos ni procinéticos del tipo de la cisaprida durante el mes previo a la
intervención. Se obtuvo el consentimiento informado de los padres y el protocolo fue aprobado por
el Comité de Ética del INTA.
Para este estudio aleatorio abierto, se seleccionó a niños portadores de Helicobacter pylori,
mediante una técnica que mide la excreción de carbono 13 no radioactivo en aire espirado, luego
de que el niño ingiere una dosis de urea marcada. Esta técnica no es invasiva, a diferencia de las
biopsias y endoscopías. Los niños se distribuyeron aleatoriamente en tres grupos: uno recibió los
antibióticos tradicionales durante siete días, otro recibió Lactobacillus acidophilus y el tercero
recibió inulina asociada con Saccharomyces boulardii (es decir, un prebiótico más un probiótico );
los tratamientos fueron administrados en la escuela antes de entrar a clases, durante ocho
semanas y dos veces al día, donde fueron supervisados por una nutricionista y una enfermera.
Durante el último día de los tratamientos se realizó una segunda prueba de urea y medición de
carbono 13 en el aire espirado. Los resultados fueron los siguientes: 182 de 254 niños (71%),
estaban colonizados por la bacteria, lo que confirma datos que habíamos obtenido anteriormente.
No hubo diferencias en cuanto a sexo o edad y todos mostraron una concentración similar de
carbono-13 en el aire espirado. La deserción de niños fue similar en los tres grupos y se explicó por
inasistencias a la escuela por más de tres días o por rechazo a la ingesta del producto.
En el grupo que recibió los antibióticos se produjo una disminución significativa de la colonización
por Helicobacter pylori, no así en el grupo que usó el probiótico bacteriano. En el grupo que utilizó
el sinbiótico (Saccharomyces boulardii asociado con inulina) también hubo una disminución
significativa en la presencia de la bacteria en la mucosa gástrica, con erradicación completa de
12% (en comparación con 60% en el grupo que utilizó antibióticos). Se puede concluir que el uso
permanente del prebiótico más el probiótico tiene un efecto positivo en la disminución de la
colonización por Helicobacter pylori; este efecto se mantiene mientras se consume el producto.
Efecto de la suplementación de una fórmula láctea con prebióticos o probióticos sobre la
composición de la microflora del lactante
En otro estudio analizamos el efecto de una fórmula láctea suplementada con un prebiótico o
probiótico sobre la composición de la microflora de lactantes. Es un estudio colaborativo, que
realizó la Unidad de Gastroenterología junto con la Unidad de Microbiología del INTA, la Unidad de
Alimentación y Microbiología de la Universidad de Reading, Inglaterra, el Departamento de
Ciencias de la Facultad de Química de la Universidad de Lausanne, Suiza, y el Nestlé Research
Center, de Nestec, Suiza.
El tracto gastrointestinal es estéril en el momento del nacimiento y resulta rápidamente colonizado
en el momento del parto por bacterias de origen materno: la flora intestinal del lactante es diferente
si el parto ocurrió por vía vaginal o por cesárea, respecto del tipo y cantidad de bífidobacterias que
es mayor en los partos por vía vaginal. En la flora del recién nacido influyen también el ambiente y
el tipo de alimentación del lactante. La microflora tiene un papel fundamental en la mantención de
la salud y en la patogenia de algunas enfermedades; así, los prebióticos y probióticos se han usado
para estimular el crecimiento selectivo de poblaciones bacterianas que son consideradas
beneficiosas para la salud.
La inulina y los fructooligosacáridos son los prebióticos más estudiados y con mejor respuesta
clínica; se extraen de raíces, como la achicoria, y se usan en la industria alimenticia, entre otros
usos en la preservación de alimentos congelados. Por ser de origen vegetal y ampliamente
distribuidos en la naturaleza están siempre presentes en nuestra dieta. Los prebióticos no son
digeridos por el intestino, pero son fermentados completamente por la microflora del colon y en
este proceso estimulan en forma selectiva el crecimiento de bífidobacterias. La ingesta regular de
prebióticos se asocia con efectos beneficiosos para la salud.
En otro estudio de nuestro grupo se evalúo el efecto que la suplementación de una fórmula láctea
con un prebiótico (fructooligosacárido) o probiótico (Lactobacillus), podría tener sobre la flora fecal
de lactantes alimentados con fórmulas, en comparación con aquellos cuya flora es considerada de
mejor calidad, porque los amamanta su madre. Se realizó un estudio clínico prospectivo,
parcialmente aleatorio y en ciego, en niños que asisten en forma regular a controles en un centro
de salud en el área oriente de Santiago; los niños eran de ambos sexos, nacidos de término, con
peso de nacimiento entre tres mil y cuatro mil gramos, sanos y no habían recibido antibióticos
durante el mes anterior al estudio. Al cumplir los tres meses y medio de edad, sus madres eran
contactadas por una enfermera para ingresarlos al protocolo si habían llegado espontáneamente al
destete. El estudio comprendió cuatro grupos de dieta durante doce semanas: uno con lactancia
materna exclusiva; un control, que recibió una fórmula estándar; el tercer grupo, que recibió la
misma fórmula estándar adicionada con fructoligosacáridos a razón de dos gramos por litro de
fórmula; y el último grupo, que recibió la fórmula láctea con bacterias lácticas vivas.
Se enroló al niño el día cero, se hizo la antropometría y se tomaron muestras de deposición para
cultivo y caracterización por FISH (identificación de bacterias por hibridación in situ con sondas
fluorescentes), con registro de los síntomas y, por último, se comprobó que no hubiera tomado
antibióticos durante el último mes. El primer control se efectuó a los siete días, en el consultorio o
en su casa, se midieron los mismos parámetros que al ingreso, y se evaluaron los posible síntomas
que pudo haber presentado el niño. Esto se repitió en la semana anterior al término del estudio, en
una visita en el domicilio. Todos los datos se registraron en formularios precodificados y los datos
se traspasaron a un sistema computacional. Al término de la semana doce, se suspendió la dieta
especial y los niños quedaron con una dieta estándar hasta la semana quince, momento en que
fueron controlados nuevamente. Durante todo este tiempo, un pediatra y dos enfermeras
controlaron a los niños en la estación de terreno, para registrar y resolver cualquier problema que
el niño presentara.
La conclusión de este estudio es que, si se usa un prebiótico adicionado a esta fórmula láctea, se
puede obtener una respuesta satisfactoria, en términos de bifidobacterias, y comparable a la de los
niños que reciben lactancia materna, que sabemos es la óptima.
Estos estudios están siendo publicados y creemos que representan un aporte a la pediatría y al
estudio del desarrollo del niño sano que no se alimenta con lactancia materna exclusiva durante los
primeros meses de vida. Hay en curso otros dos estudios con prebióticos, en adultos quemados y
adultos mayores para evaluar la respuesta, considerando distintos parámetros de salud.