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Augusto Pérez Lindo: Reconstruir la sociedad – reinventar el Estado 89 CAPITULO VI FILOSOFIA Y RECONSTRUCCIÓN Parece que la pregunta por el sujeto histórico del pensar latinoamericano está unida a la pregunta por el sujeto histórico de la liberación latinoamericana, ya que la realidad se revela en el proceso de liberación y se le revela precisamente al sujeto de este proceso, puesto que dicha revelación no es otra cosa que la comprensión de la práctica Ignacio Ellacuría, “Filosofía latinoamericana” 1 I ¿Cómo invocar la Filosofía en la Argentina actual sin hacernos cargo de un país que sufre la más grande regresión económica y social que hayamos conocido en más de 100 años?. ¿Cómo ignorar que el 50% de la población ha caído debajo de los umbrales de la pobreza, que tenemos 6 millones de indigentes, que la anomia y la inseguridad se ha apoderado de los ciudadanos?. ¿Cómo no mencionar también que las instituciones políticas se encuentran cuestionadas o deslegitimadas, que los valores morales más primarios no son respetados por muchos dirigentes y ciudadanos?. Desintegración social, anomia, derrumbe del Estado, deslegitimación de la clase política, ausencia de códigos morales, desvalorización de la vida, son al mismo tiempo conceptos y realidades que cada uno trata de interpretar angustiosamente para construir un principio de realidad. Hace menos de un año, todavía, algunos discursos neoliberales nos decían que estábamos sufriendo los males de la globalización mientras que otros discursos, más filosóficos, nos decían que estábamos viviendo los efectos de la posmodernidad. Para enfrentar la realidad debemos reconocer que el espacio filosófico en Argentina es casi inexistente. Podemos caracterizarlo como un conjunto de profesores, de intelectuales y de tendencias con escasa audiencia pública y con muy poco reconocimiento en el sistema educativo. Sus interpretaciones y sus teorías tienen mucho menos alcance que las de los formadores de verdades actuales, los comunicadores sociales de la radio, la televisión y los diarios. La sociedad no reclama conceptos muy elevados o interpretaciones sofisticadas. El pensar colectivo se ha vuelto muy primario, en todos los sectores. Como en los preludios de la Guerra Civil Española o del advenimiento del nazismo. De la ilusión y del desengaño pasamos al nihilismo, a la negación de todo registro simbólico o al pensamiento mágico. ¿Cómo pretender que las ideas asuman una misión iluminadora, cómo imaginar que los principios filosóficos podrán contribuir a las instauración de fines y valores para una convivencia social justa?. Pero, ésta es justamente la misión histórica que le cabe a la Filosofía en la Argentina actual: la de crear ideas para fundar una nueva sociedad y un nuevo Estado. En todo el mundo la Filosofía está en crisis por causa de las profundas mutaciones que ha venido experimentando la humanidad en las últimas décadas. El mundo cambió, los paradigmas han cambiado, nuestro principio de realidad está 1 En: J.C.Scanone; M.Perine (comps.) , Irrupción del pobre y quehacer filosófico. Hacia una nueva racionalidad, Bs.As., Bonum, 1993 Augusto Pérez Lindo: Reconstruir la sociedad – reinventar el Estado 90 cambiando.2 La Filosofía en Argentina ni siquiera ha tenido la oportunidad de asimilar estas mutaciones sea por la marginación de la que sufre, sea porque los interlocutores filosóficos no han podido desarrollar mejores intercambios entre ellos. El diálogo filosófico es casi inexistente. La Filosofía en Argentina enfrenta, pues, no sólo la reconstrucción de la sociedad, ella misma debe repensar su institución, sus modos de comunicación, su relación con la sociedad. A muy pocos se le ha ocurrido vincular las ideas filosóficas con la catástrofe argentina. Se da por sentado que las ideas y creencias tienen poco ver con nuestra catástrofe. Pero, ¿qué nos insinuaba Discépolo cuando en el tango Cambalache decía que “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”?. ¿No nos estaba señalando , como filósofo de barrio , que la sociedad argentina se fundaba en un profundo rechazo al conocimiento y a los principios éticos?. Muchos tangos registran el mismo lei motiv como una denuncia de nuestro modelo cultural. Aquí ya tenemos pistas para intuir que nuestras actitudes frente al conocimiento y a los valores han sido más decisivas de lo que se cree en la determinación de la decadencia argentina.3 ¿No intuimos acaso que cuando se habla del “doble discurso” de la política se trata de la disociación entre el pensamiento y la acción, entre la ideología y la práctica política?. ¿No constatamos que los medios de comunicación masivos se desentienden olímpicamente de la verdad o de la ética para explotar a fondo los efectos espectaculares portadores de mayor audiencia?. ¿No sospechamos que el sistema educativo subestima la importancia del pensamiento crítico, de los conceptos científicos o del significado de los discursos cuando se fueron eliminado los temas filosóficos de la mayoría de los planes de estudios desde la escuela secundaria hasta la universidad?. Entretanto, en América del Norte y Europa la filosofía extiende su influencia en los cursos de gestión empresarial, en las psicoterapias y en las escuelas primarias. Nuestros fracasos tienen algo que ver con la incapacidad para conectar nuestras ideas con la vida social. Los últimos cinco presidentes argentinos desde 1983 a la fecha fueron abogados que nos legaron una paradoja dramática: siendo hombres de leyes tomaron decisiones que nos colocaron fuera de la ley. No supieron preservar los principios fundacionales de la República, los valores esenciales del contrato social. ¿No se trata acaso de una incoherencia con principios filosóficos, éticos y jurídicos de la sociedad?. Pero, ¿cómo darse cuenta de ello si la sociedad se encuentra preparada para sumir que las relaciones sociales no se fundan en fines y principios?. Es la sospecha que el filósofo y jurista Carlos Santiago Nino se planteaba en el libro “Una país al margen de la ley”4 Todo suponíamos que el “nunca más”que se pronunció contra los jefes de la dictadura militar abarcaba las violaciones reiteradas de principios y normas de la ciudadanía democrática y de la solidaridad social. Pero volvimos a repetir de otra manera la violación de estos principios poniendo en peligro inclusive la legitimación de la democracia. ¿Cuánto nos costará restituir la credibilidad en los principios, en las 2 Ver: A. Pérez Lindo, Mutaciones. Escenarios y filosofías del cambio de mundo, Biblos, Bs.As., 1993 Ver: Graciela Scheines, Las metáforas del fracaso. Desencuentro y utopías en la cultura argentina, Sudamericana, Bs.As., 1993 4 Carlos S. Nino, Un país al margen de la ley. Estudio de la anomia como componente del subdesarrollo argentino, Emecé, Bs.As., 1992. 3 Augusto Pérez Lindo: Reconstruir la sociedad – reinventar el Estado 91 normas y los valores de una sociedad justa si en nombre de instituciones democráticas hemos violado todas esas cosas?. La Filosofía argentina no merece estar en el banquillo de los acusados, aunque algunos intérpretes locales de Nietzche, de Foucault, de Feyerabend o de los postmodernos, hayan proyectado hacia estas periferias los crímenes de la cultura europea. Más acertado, parece en cambio rastrear en la misma historia del pensamiento argentino el pesimismo de Sarmiento, de Lugones , de Martínez Estrada , el escepticismo de Discépolo, las críticas anti-coloniales de Jauretche o Abelardo Ramos, para citar un espectro diverso de autores que han dejado pistas sobre las raíces ideológicas de la sociedad argentina. Los estudios del profesor Arturo Roig y de otros autores sobre la relación entre las ideas filosóficas y la historia de América Latina nos parecen de gran actualidad. 5 Podría decirse que la filosofía no ha formado parte del modelo cultural de desarrollo del país dominado por los economistas y los operadores políticos. El rechazo al conocimiento como pauta cultural implica el rechazo a la justificación filosófica de las prácticas sociales e institucionales. Esto quiere decir que la clase dirigente no se planteó los fundamentos de las relaciones sociales, del Estado, de la economía o de la cultura. Por eso pudimos llegar al extremo de pensar la economía sin pensar en la sociedad, como ocurrió en los últimos años. Por eso, también, celebramos frívola e inconcientemente el desmantelamiento del Estado-Nación. Ahora que experimentamos los peligros de una sociedad sin Estado podemos darnos cuenta hasta qué punto hace falta redefinir el sentido de los espacios públicos, las ideas de solidaridad y seguridad, los criterios de justicia e impunidad. ¿Cómo llegamos a esto? Solo quiero indicar algunos aspectos que nos parecen decisivos desde el punto de vista de las relaciones entre las ideas y la formación de la sociedad argentina. La actitud de rechazo al conocimiento, por ejemplo, se instaló en la época colonial. Belgrano, Moreno, Alberdi, Echeverría, Sarmiento y muchos otros vieron claramente que el dogmatismo y el tradicionalismo español nos habían ubicado fuera de la modernidad. Con el tiempo, las actitudes dogmáticas e irracionales se prolongaron en la República independiente hasta nuestros días como un legado oculto. Otro aspecto lo podemos encontrar en la tendencia neo-colonialista de las clases dominantes que quisieron integrarnos en el espacio de las metrópolis hegemónicas, antes Gran Bretaña y ahora Estados Unidos. Scalabrini Ortiz , Jauretche y Hernández Arregui entre otros denunciaron en otras épocas la estructura neo-colonial. En el período menemista (1989-1999) se produjo una recolonización económica y cultural que nos convirtió en una república transnacional. Hollywood y Miami pasaron a ser nuestras metrópolis culturales desde donde se programa el 80% de los paquetes televisivos. Barcelona y Madrid, por su parte, editan más del 60’% de nuestros materiales educativos. Pasamos de ser exportadores a ser importadores masivos de libros. A veces se ha confundido la colonización intelectual con el cosmopolitismo. Nada tan afin con la filosofía como la pretensión de situarse en una cosmovisión universalista. Pero nada tan dañino para la creatividad filosófica que la adopción acrítica de las ideas que vienen de las culturas dominantes. 5 Ver: Arturo Roig, Rostro y filosofía de América Latina, EDIUNC, Mendoza, 1993; Leopoldo Zea (coordinador), América Latina en sus ideas, Siglo XXI, México, 1986 Augusto Pérez Lindo: Reconstruir la sociedad – reinventar el Estado 92 La filosofía no contribuyó a definir el modelo cultural de desarrollo de Argentina por otra razón que señala Alain Touraine en su libro “La palabra y la sangre”. Según este autor las relaciones sociales en América Latina acusan una desarticulación entre el discurso y la acción, entre el pensamiento y el acto. Esta desarticulación tiene que ver con la dependencia pero también con la alienación de la clase dirigente que se comporta como clase dominante extranjera. Transportando este enfoque al caso argentino podemos decir que de esta disociación se alimenta el conflicto entre el país real y el país legal, entre la legalidad y las prácticas clientelísticas-mafiosas que llevaron al colapso del Estado, a la crisis de legitimidad política y a la bancarrota económica. Es como si fuera imposible actuar de acuerdo a un fin, algo gravísimo porque la acción humana por definición se dirige hacia algun fin. La disociación, en el límite, conduce a la equizofrenia, patología que muchos han aplicado a los comportamientos argentinos. Para recuperarnos en salud entonces pareciera conveniente aprender a actuar conforme a fines, a ser coherentes con los mismos. Se puede analizar nuestro drama histórico desde otra perspectiva. Hacia comienzos del siglo XIX el filósofo Hegel tuvo la oportunidad de experimentar las profundas conmociones de la sociedad alemana dividida entre el viejo orden feudal y la emergencia de una burguesía renovadora. Tanto él como sus colegas románticos e iluministas asumieron que la Filosofía debía servir para descubrir el sentido de la historia del pueblo alemán y para reconciliar la experiencia con la conciencia histórica de los actores. Desde entonces todo el mundo aprendió a pensar históricamente, este es el aporte más universal y duradero de Hegel. Pero a nivel local, la función más significativa del Iluminismo hegeliano fue instituir un modelo cultural que postulaba la creación de la sociedad a través del conocimiento, algo que ahora, doscientos años después, estamos considerando como un paradigma de las sociedad actuales. La operación de los idealistas alemanes fue exitosa porque convenció a la burguesía emergente de la necesidad de valorizar la ciencia y las ideas filosóficas para legitimar al Estado y para liderar el progreso de la humanidad tal como se entendía desde las metrópolis dominantes. Gran Bretaña y Francia ya habían iniciado el mismo camino aunque con sus particularidades. Cada uno de estos países no sólo adoptó políticas para formar una élite ilustrada y meritocrática. También le dieron un sello nacional a sus modelos de conocimiento: el empirismo inglés, el racionalismo francés, el idealismo alemán. La Filosofía, que esos países predicaron de manera universal, sirvió magistralmente para fortalecer y legitimar su poderío nacional. La Filosofía y el conocimiento fueron cuestiones de políticas públicas. ¿Qué deberíamos hacer nosotros desde la Filosofía?. La primera cosa sería reconocer que el pensamiento filosófico, si quiere tener aún vigencia entre nosotros, debería asumirse como protagonista en la tentativa de reconstrucción social que tenemos por delante. Deberíamos ser capaces de colocar a la Filosofía en el vértice de nuestros problemas , en el horizonte de la globalización que nos toca vivir, en la búsqueda de una sociedad más justa, en el debate por la redefinición del Estado, en la construcción de una nueva ciudadanía más exigente, en la búsqueda de una autonomía relativa para nuestro país y la región. El sistema de ideas y creencias de una sociedad comprende la visión del mundo compartida por las mayorías, el modelo o la identidad cultural, los paradigmas Augusto Pérez Lindo: Reconstruir la sociedad – reinventar el Estado 93 científicos vigentes, las ideologías , las creencias religiosas, los principios de la ética social, las creencias colectivas e individuales. Pensando en una Filosofía para la reconstrucción tendríamos que ver cómo puede intervenir ella en cada uno de estas dimensiones. II La Filosofía desde sus inicios estuvo ligada a los avatares políticos y sociales de la “polis” griega como lo han mostrado Rodolfo Mondolfo o Werner Jaeger entre otros. Los fundadores de la Filosofía estuvieron comprometidos en la creación y defensa de un conjunto de ideas y valores que definieron los ideales de la cultura griega. La inestabilidad y la vulnerabilidad de las ciudades griegas era muy grande. Si vivieron épocas de conflictos permanentes, de enfrentamientos entre las ciudades que podían terminar con el aniquilamiento o la esclavización de los vencidos. Tanta contingencia explica la búsqueda de principios absolutos como la Naturaleza, el Logos, el Ser, la Razón. Sócrates fue condenado a muerte por contraponer los ideales de la razón a los mitos de su época. Aristóteles interrumpió sus clases de Metafísica para no ser a su vez víctima de las venganzas políticas. El horizonte del conflicto y de la contingencia histórica había sido magistralmente asumido y conceptualizado por el discurso de Heráclito muchos antes que surgieran Platón o Aristóteles. En los restos de algun manuscrito dejó registrado un principio universal : El conflicto es el padre de todas las cosas (algo que luego se tradujo como “la guerra es la madre de todas las cosas”). ¿Qué podríamos decir nosotros los sudamericanos de hoy que experimentamos una escalada de conflictos en todas las direcciones?. Para la convivencia social lo que importa no es el conflicto sino la superación de los mismos. Algo en lo cual los sudamericanos hemos aprendido muy poco. Las prácticas sociales dominantes han sido la negación, la exclusión, la aniquilación, la explotación , el engaño o la dominación del otro. Tal vez por ello nuestra evolución histórica ha sido signada por la discontuinidad, por el antagonismo, por el engaño, por la negatividad. Esta es una de las razones por las cuales en nuestra historia se pierde el sentido de acumulación: siempre estamos a punto de inventar, de refundar, de recrear la sociedad misma, el país. Ortega y Gasset lo vió a su manera cuando dijo irónicamente que la Argentina es un proyecto, un país del mañana. Desde el inicio de las guerras de la Independencia hemos vivido en medio de conflictos recurrentes. Estos conflictos tienen que ver con tres revoluciones inconclusas: la lucha por la independencia, la conquista de una democracia plena y la realización de una sociedad justa. De diversas maneras los grandes movimientos políticos de la región se propusieron estos objetivos. Lamentablemente, muchas veces los actores fueron encadenados y confundidos por las contradicciones inmediatas, por los discursos sectarios o autoritarios, enfrentaron unos objetivos contra otros. La Filosofía sudamericana optó o bien por permanecer ligada a la exégesis de los grandes pensadores europeos o bien por confundirse con las ideologías políticas. En un caso creamos un pensamiento desarraigado, colonizado. En otro caso rebajamos las Augusto Pérez Lindo: Reconstruir la sociedad – reinventar el Estado 94 ideas al plano de las alquimias políticas. Es hora de asumir un pensamiento transpolítico y postcolonial para situar la filosofía en un proceso histórico de reconstrucción. El pensamiento sudamericano muchas se ha expresado mejor a través de sus grandes escritores. Una gran parte de nuestras ideas han sido magistralmente expresadas por autores como José Hernández, Rubén Darío, José Martí, Carpentier, Sábato, Octavio Paz, Vargas Llosas, Asturias y tantos otros. Haciendo un paralelismo histórico podríamos considerarlos como nuestros filósofos pre-socráticos. Lo que nos permite insinuar que nuestro protagonismo en una filosofía verdaderamente universal todavía está por venir. Si la experiencia histórica que hemos vivido y sufrido nos enseña algo es que la búsqueda de la verdad y de los principios éticos, deben colocarse más allá de los sectarismo políticos o religiosos. Pero, a su vez, estamos obligados a desentrañar las claves filosóficas para fundamentar, interpretar o hacer posible la realización de nuestros objetivos históricos. ¿Cuáles serían las consecuencias filosóficas de las revoluciones inconclusas de América del Sur?. Desde el punto de vista de nuestra conciencia histórica nuestros referentes absolutos no fueron ni una idea de la Naturaleza, como entre los griegos, ni la Razón Iluminista de los modernos, ni una identidad religiosa fundacional. El catolicismo (en su versión conservadora o en su versión liberadora) tuvo una gran presencia en muchos acontecimientos de nuestra historia. Durante siglos dejó la marca de la intolerancia , del dogmatismo y una alianza con las clases dominantes. En los años 60 y 70 surgió la Teología de la Liberación como relectura del mensaje evangélico a favor de los pobres y los excluidos. Pero la secularización ha sido la constante más fuerte en la formación de las sociedades sudamericanas desde el comienzo de las luchas por la Independencia. ¿Podemos encontrar un denominador filosófico común en todos los movimientos sociales y políticos que han buscado la emancipación o la liberación en América Latina?. Como indicamos más arriba estos movimientos, desde 18l0, pueden interpretarse como tentativas parciales y contradictorias para alcanzar la independencia, la democracia plena y la justicia social. Lo cual no significa ignorar que grupos de poder, partidos y oligarquías dominantes han intentado lo contrario: gobernar con las minorías, mantener las desigualdades y enajenar la independencia nacional. Si hay conflicto es justamente por eso. Cabe recordar que en Sudamérica , donde hacia 1980 predominaban las dictaduras, la idea de una democracia pluralista y tolerante ha ganado un amplio consenso. Liberales, populistas, marxistas, socialcristianos o socialdemócratas, la mayoría de las tendencias políticas han revalorizado el ideal democrático junto con la defensa de los derechos humanos. Es importante subrayar que estos consensos se discutieron en muchos niveles y se reflejaron en declaraciones de los presidentes de América del Sur. Muchos profesores de filosofía se involucraron en la construcción de este consenso intersubjetivo. De manera general podemos interpretar las ideas emancipadoras como parte de un “humanismo histórico” que deberíamos analizar más de cerca para ver en qué se diferencia del iluminismo, del liberalismo, del populismo, del marxismo y del Augusto Pérez Lindo: Reconstruir la sociedad – reinventar el Estado 95 socialcristianismo que generalmente llegó de Europa. Algunos ensayos recientes, como los de Dussel o Mignolo6, señalan con razón que la matriz eurocéntrica de las ideologías que alentaron los movimientos políticos impidieron reconocer la singularidad y la multiculturalidad de nuestra experiencia histórica. El tema de la identidad cultural y del multiculturalismo forma parte de nuestros debates intelectuales. Es una perspectiva importante para revisar nuestras formaciones filosóficas, el currículo escolar y el modelo cultural. Estamos descubriendo lo que somos: nuestro ser multicultural, heterogéneo, diverso. Somos el resultado de múltiples culturas que vienen de América, de Europa, de Africa y de Asia. A nadie extraña ya que tengamos en la región presidentes de origen japonés, alemán, árabe, criollo, indígena o español. En Argentina comenzó un cambio en el modelo cultural que estaba fundado en la idea del crisol de razas amalgamadas por el predominio europeo. No olvidemos que autores como Sarmiento y otros habían propuesto la eliminación del negro, del indio y del gaucho. Los tiempos nos llevaron de un cierto paradigma de la homogeneidad cultural eurocéntrica a un paradigma de la diversidad y de la diferencia. Ahora, somos latinoamericanos y también universales. La conciencia multicultural fue precedida por la revalorización de los principios de los derechos humanos, que en Argentina se incorporaron a través de los tratados internacionales en la Constitución Nacional de 1994. Luchas por los derechos humanos, multiculturalismo, avances de los derechos de la mujer, todas estas tendencias muestran que el pensamiento sudamericano tiene un foco central en la búsqueda de un humanismo histórico. El vertiginoso avance de los movimientos feministas y de las políticas para suprimir las discriminaciones contra la mujer derivan de la aplicación coherente de los derechos humanos pero también de un cambio en las concepciones éticas, antropológicas y políticas. Este viraje también tiene que ver con un cambio de paradigmas en Occidente. Como muy bien señala Charles Taylor en principio la idea de la igualdad en dignidad, que fundó el movimiento liberal de los derechos humanos, tendía a suprimir las diferencias.7 Los liberales hablaron de igualdad ante la ley, los socialistas de igualdad social. Pero las discriminaciones específicas contra la mujer quedaron ocultas detrás de esos principios. Por eso, el movimiento feminista se inscribe en otro paradigma: el reconocimiento de las diferencias. Otro tanto ocurre con las comunidades, los grupos étnicos o las minorías discriminadas. La igualdad de derechos cuenta tanto como el derecho al respeto de las diferencias. Este es uno de los debates filosóficos que nos invitan a revisar nuestras ideas sobre la universalidad y la singularidad de nuestras identidades y derechos. En el contexto argentino todavía queda mucho por pensar y decir respecto a la igualdad ante la ley y la justicia social. 6 Ver: Eduardo Dussell, Etica de la liberación en la Edad de la Globalización y la Exclusión, Ed. Trotta, México, 1998; Walter Mignolo (compilador), Capitalismo y geopolítica del conocimiento. El eurocentrismo y la filosofía de la liberación en el debate intelectual contemporáneo, Ediciones del Signo , Bs.As., 2001; Edgardo Lander, La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, CLACSO/UNESCO , Bs.As., 2000 7 Ver: Charles Taylor, Multiculturalism. Examining the Politics of Recognition, Princeton University Press, Princeton, 1994 Augusto Pérez Lindo: Reconstruir la sociedad – reinventar el Estado 96 III Ya lo hemos dicho, en el contexto de la sociedad argentina actual la enseñanza filosófica se encuentra confrontada con escenarios dramáticos tales como la desintegración social , el impacto de la globalización neo-liberal, el derrumbe del Estado-Nación, la pauperización generalizada, la deslegitimación de los poderes políticos, el crecimiento de la violencia social y de lo anomia. Hemos señalado también que el fracaso argentino tiene que ver con actitudes negativas frente al conocimiento, frente a los valores. Es lo que a menudo se ha representado como una cultura descreída, escéptica y melancólica en letras de tango, en el cine y en la literatura. La generación de los años 70 rechazó estas actitudes y creyó en las posibilidades de cambios revolucionarios. No importa si esos intentos fracasaron. Sigue pendiente la necesidad de modificar el modelo cultural para valorizar el conocimiento, la solidaridad, y la voluntad de realizarse en una sociedad justa. Con esto tendríamos materia abundante para vincular la Filosofía con la educación y con un futuro de reconstrucción de la sociedad. Cualquiera puede apreciar que Argentina tiene recursos humanos calificados en abundancia, en cualquier profesión y disciplina. Hay más de un millón y medio de estudiantes en 94 universidades, con más de 1.600 carreras. Tenemos cerca de 150.000 graduados de la Educación Superior en el extranjero. Tenemos materia gris abundante pero no tenemos políticas de conocimiento para aprovecharlos. 8 En otras palabras: no sabemos qué hacer con la inteligencia. Revalorizar el conocimiento debería ser un objetivo principal de la Filosofía en una época de reconstrucción. En primer lugar, porque sería coherente con los orígenes mismos de la Filosofía como amor a la sabiduría, como valorización de la inteligencia. En segundo lugar, porque el uso del conocimiento se ha vuelto más decisivo que nunca en la resolución de los problemas contemporáneos. Se habla mucho del monto de la deuda externa, pero se puede demostrar matemáticamente que el capital intelectual desaprovechado por la Argentina supera ampliamente lo que debemos pagar. Por lo tanto necesitamos fortalecer la idea de un modelo cultural para el uso intensivo del conocimiento en la resolución de nuestros problemas. Yendo al tratamiento de problemas más específicos: ¿qué puede proponer la Filosofía para la reconstrucción del Estado, la sociedad y la economía?. Ante todo, puede proponer una visión adecuada del mundo, de nuestro posición en el mundo llamado global. ¿Cómo dejar pasar el hecho de que llamamos globalización a un sistema de relaciones internacionales asimétricos que en otros tiempos se denominaba imperialismo?. La Filosofía pretende ser un conocimiento universal y debemos revisar nuestras visiones etnocéntricas para dar cabida a las visiones de otras culturas, de otros pueblos y grupos sociales, sin duda la mayoría de la Humanidad, que no se encuentra representada en la cultura del “show businness” que consumen las masas. Argentina es uno de los raros países del mundo que ha incorporado todos los tratados internacionales de derechos humanos en su Constitución Nacional pero que en 8 Ver: A. Pérez Lindo, Políticas del conocimiento, Educación Superior y Desarrollo, Biblos, Bs.As., 1999 Augusto Pérez Lindo: Reconstruir la sociedad – reinventar el Estado 97 su enseñanza y en su cultura sigue aferrado a una cosmovisión etnocéntrica ajena a su identidad regional y a la universalidad de las culturas. En la escuela aprendimos que Colón buscaba las Indias sin saber de qué se trataba cuando llegó a América pero nosotros sabemos de la India apenas un poco más que los conquistadores de siglos atrás. Revisar nuestra cosmovisión, o sea, la visión del mundo real que compartimos con el conjunto de la Humanidad, revisar nuestro modelo cultural para darle un contenido multicultural, constituyen tareas pendientes de la enseñanza de la filosofía en nuestro medio. En parte, por fidelidad a la verdad, por fidelidad al mandato intrínseco del saber filosófico. Y en parte por una cuestión de conciencia histórica: para situarnos adecuadamente en el mundo en que vivimos. También, tenemos que ser capaces de cuestionar nuestros modelos de conocimiento, nuestro paradigmas. No nos referimos tanto a las prácticas y métodos de las ciencias en cuanto tales sino a los usos sociales del conocimiento. Argentina, junto a Estados Unidos, es el país que menos restricciones ha impuesto al desarrollo de las biotecnologías aplicadas en la producción agropecuaria y alimentaria. Hemos renunciado en nombre de los intereses del mercado a toda defensa de los recursos naturales. La idea de la Naturaleza como el entorno básico de la sociedad ha desaparecido de las políticas de Estado al mismo tiempo que la Unión Europea ha planteado este asunto con todas las implicancias filosóficas, éticas, ecológicas y sociales que corresponden. En consecuencia, el país sigue las “biopolíticas” que dictan las empresas biotecnológicas transnacionales que comprometen nuestro futuro ecológico y tal vez sanitario. Las orientaciones éticas de la ciencia y la tecnología exigen discusiones filosóficas muy arduas. Porque las opciones no son unívocas ni maniqueas. Se trata de definir estilos de vida, una idea de la felicidad humana, una concepción del futuro de la humanidad. Los que intentan clonar o fabricar seres humanos creen que buscan el mejoramiento del ser humano. Ya estamos entrando en una civilización donde se produce y reproduce la vida de manera artificial. Las categorías antropológicas tradicionales tienen que ser hoy completadas con las variantes de androides, biónicos, genéticamente fabricados, o tecnológicamente restaurados que coexisten con seres humanos nacidos y criados naturalmente. O sea, entramos en la “biotecnópolis”, en un mundo transnatural. Necesitamos discutir y formular “biopolíticas” porque de ellas depende también el destino del ser humano. En el plano ideológico nos esperan tres conceptos fundamentales: el Estado, la sociedad civil y la economía. Las políticas neo-liberales, la recolonización económica y cultural del país, la desintegración social y el derrumbe estatal obligan a repensar el contrato social que nos religa como Nación. ¿Qué Estado queremos?. ¿Cómo definir un Estado inteligente y solidario al servicio del bien común?. ¿Cómo imaginar un Estado transnacional en el avance hacia la Unión Sudamericana?. Otros interrogantes se nos plantean en cuanto a la sociedad civil. ¿Qué atribuciones pueden asumir las organizaciones de la sociedad? ¿Queremos que ellas se hagan cargo de competencias que hasta ahora recaen sobre el Estado?. Por ejemplo: ¿pueden hacerse cargo las organizaciones ecologistas de los programas de protección del medio ambiente?. ¿Deberían hacerse cargo la comunidad de los problemas de minoridad y Augusto Pérez Lindo: Reconstruir la sociedad – reinventar el Estado 98 familia como ocurre en muchos distritos de Europa y Estados Unidos?. Detrás de estas cuestiones se encuentran definiciones de orden filosófico. Podemos estar pensando en el Estado como garante de la solidaridad social y de la vigencia de los derechos o pensamos un Estado mínimo subordinado a la sociedad civil. También en el plano ideológico podemos discutir sobre el alcance de una democracia participativa donde los ciudadanos tengan un poder de control de gestión en la formulación de proyectos y en la ejecución de los mismos. Es un proceso que ya se ha iniciado en la Capital Federal. Esta nueva ciudadanía plantea cuestiones de orden procedimental pero también implica un deslizamiento de las prácticas políticas hacia el desarrollo local. O sea, un desplazamiento de los problemas nacionales hacia los problemas locales. Hay que restituir los fundamentos filosóficos y éticos al Estado, a la política, a las relaciones sociales. Que equivale a reivindicar comportamientos conforme a fines en lugar de la arbitrariedad o la discrecionalidad. Era la idea weberiana de las sociedades modernas. La falta de principios nos ha llevado a prácticas corruptas y a la destrucción de toda regla en los intercambios sociales, o sea, a la anomia, a la falta de registros simbólicos. La Constitución Nacional de 1994 comprende una gran variedad de fines y principios. Debemos inventar la cultura para respetarlos. Desde el punto de vista educativo observamos que las políticas de los 90 intentaron reformar las formas institucionales y el currículo escolar. Además de los problemas de financiamiento y organización que no fueron resueltos, la reforma intentó fortalecer los aspectos cognitivos pero se olvidó de las relaciones y de las actitudes. También se minimizó la consistencia ética y filosófica de currículo. Con una reforma truncada, un sistema educativo atomizado, una caída brutal del financiamiento, un descuido de las actitudes éticas y de los principios filosóficos, podemos decir que el sistema educativo se encuentra en crisis. Una vez más, allí tienen oportunidades para contribuir a la reconstrucción los profesores de filosofía aliados con los expertos educativos. He tratado de señalar las misiones históricas que la Filosofía puede asumir en relación con la reconstrucción de la sociedad argentina. Obviamente, no ignoramos que el campo filosófico es plural, que no todos los actores comparten los mismos valores e ideas. Lo que afirmo es que la sociedad argentina necesita repensar su modelo cultural de desarrollo, el sistema político, la organización social y la economía. En todas estas dimensiones están en juego definiciones de orden filosófico y ético. En cada época, hay pensadores que asumen como un desafío existencial y filosófico encontrar respuestas para definir el sentido y el destino de una sociedad. El fracaso y el drama argentino actual nos interpelan a todos de maneras diferentes. Los profesores y practicantes de la filosofía podemos evocar las Filípicas de Demóstenes donde éste apelaba a la educación del pueblo, a la determinación para enfrentar al destino, a la recuperación de la dignidad del Estado para lograr el reconocimiento del mundo. Nuestra época no es tan brillante como prometía. La misión histórica de la Filosofía sigue siendo la de inventar conceptos para interpretar la realidad, la de fundar un sentido para la existencia humana, la de fundamentar el conocimiento verdadero. Entre nosotros, la Filosofía ha de ser el espacio desde el cual podemos seguir afirmando que el proyecto humano ha de ser capaz de trascender sus imposibilidades. Más allá de las Augusto Pérez Lindo: Reconstruir la sociedad – reinventar el Estado 99 incertidumbres, de las injusticias o de las inseguridades, el camino que tenemos por delante es una filosofía para la reconstrucción.