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EL PROBLEMA DE LA SOCIEDAD A) EL CONCEPTO MARXISTA DE IDEOLOGÍA Marx entiende por ideología el conjunto de creencias y doctrinas, de orden religioso, filosófico, ético, jurídico y político, que conforman la cultura de una determinada sociedad en cada época. Según Marx, las ideas, expresiones del espíritu humano, no son la causa del proceso económico y de la organización social, como afirmaba el idealismo de Hegel. Al contrario, las formas ideológicas son reflejo de las condiciones materiales de la existencia humana. Esta idea se recoge en la famosa afirmación marxista “los hombres no viven según piensan, sino que piensan según viven”. Las formas ideológicas son reflejos de la realidad que la conciencia social proyecta, pero la alienación económica distorsiona de manera inevitable la conciencia que la sociedad tiene de sí misma. Así, no solo es falsa esta conciencia, sino que constituye un instrumento de opresión en manos de la clase dominante en cada época. La ideología, pues, distorsiona no solo la imagen que el hombre tiene de sí mismo y de su sociedad, sino que en opinión de Marx constituye un elemento opresivo en manos de las clases dominantes en cada momento histórico. Así, podemos diferenciar distintos elementos “distorsionadores-opresores” dentro de la ideología de la sociedad de clases capitalista, por ejemplo: la religión, que adormece la conciencia de explotación del proletariado, con la promesa de una vida mejor. De ahí que con frecuencia la religión se alíe con los intereses de la clase opresora. La filosofía que con su interpretación idealista de la realidad exime del compromiso revolucionario. El derecho o las teorías políticas que solo buscan conservar la situación de la clase dominante (por ejemplo, con la defensa de la propiedad privada o con el uso de la violencia legítima por parte del Estado), la moral burguesa que tranquiliza la conciencia del capitalista, la doctrina económica del liberalismo que justifica la explotación económica y las desigualdades sociales etc… Con esta interpretación de la ideología, Marx se convierte en un filósofo de la sospecha (adelantándose a Nietzsche y a Freud), al considerar que las distintas explicaciones racionales del mundo conllevan siempre intenciones ocultas, no son neutras u objetivas, sino que ocultan intereses de poder. Marx, como filósofo de la sospecha, intenta en sus obras desenmascarar dichos intereses. Para llevar a cabo esta labor de desenmascaramiento, el marxismo adopta en sus análisis un punto de vista sociológico. Se trata de explicar la realidad desde la economía y, a través de ella, la lucha de clases, motor de la historia, según el materialismo histórico. El objetivo último del filósofo (teórico revolucionario) es lograr, mediante sus análisis y teorías, que el proletariado adquiera conciencia de clase, perciba el carácter ideológico-distorsionador de la realidad en la que vive y sea capaz, mediante la praxis (el compromiso político y la acción revolucionaria) de transformarla. Este papel del filósofo quedó expresado por Marx en la célebre tesis, según la cual “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. B) LA ALIENACIÓN: DEFINICIÓN Y TIPOS En los Manuscritos económico-filosóficos y en La ideología alemana se encuentran los principales análisis de la alineación del ser humano. En Marx, este concepto juega un papel fundamental. Ciertamente, no fue el primer filósofo que habló de alienación. Ya con anterioridad, Hegel y Feuerbach habían desarrollado teorías sobre la alineación. Sin embargo, el planteamiento marxista destaca por su originalidad y por su carácter crítico. Como en otros aspectos, Marx considera que la filosofía no ha sido capaz de explicar satisfactoriamente dicho fenómeno (origen, causas, formas de superación…), porque lo ha abordado desde un planteamiento teórico-especulativo. Para comprenderlo correctamente debe ser explicado desde las condiciones materiales–productivas en las que se encuentra el ser humano. A diferencia de Feuerbach que había analizado la alienación desde el contexto de la explicación del origen y naturaleza de la religión, Marx extenderá la alienación a todas las esferas de la actividad humana, empezando por la actividad esencial: el trabajo, entendido como la producción de bienes para la satisfacción de necesidades. Producir es la actividad esencial de los humanos, lo que los distingue de otras especies animales. El trabajo, como actividad productiva libre, es la actividad en la que el ser humano expresa su humanidad, su verdadera naturaleza. La alienación proviene, pues, de un desajuste del proceso productivo. Para Marx, la alienación consiste fundamentalmente en la explotación económica del trabajador, pero también tiene una dimensión social: la división de la sociedad en clases. Así pues, la causa última de la alienación son unas determinadas condiciones económicas de la sociedad, que se concentran en la propiedad privada de los medios de producción. Aunque la alienación es, según Marx, una constante de la historia humana, sin embargo alcanza su máximo desarrollo en el sistema capitalista. La alienación se plasma en ese sistema en un cuádruple nivel: 1º. Alienación en cuanto al producto del trabajo: en el sistema económico burgués se denomina capitalista al propietario de los medios de producción. Estos medios son el origen de la riqueza. En la sociedad industrializada constituyen el motor de la economía: las fábricas, las máquinas y el trabajo de los obreros. El capitalista es dueño de las fábricas y las máquinas y compra la fuerza de trabajo del obrero. El precio que el capitalista paga por la fuerza de trabajo del obrero es el salario. De esta manera, el producto del trabajo deja de pertenecer al proletario. La plusvalía, beneficio de la venta del producto en el mercado, pasa a ser propiedad exclusiva del capitalista, dado que el proletario, al vender su fuerza de trabajo por un salario, renuncia a ella. Por consiguiente, en la sociedad industrial-capitalista, el trabajador no controla el producto de su trabajo. El producto en el que se objetiva su trabajo no le pertenece, convirtiéndose así en algo ajeno al trabajador: su actividad transformadora no le pertenece, sino que deviene propiedad de "otro". Además, en la medida en que el producto se convierte en una mercancía, el trabajo objetivado en él es tratado también como mercancía, por lo que el mismo sujeto productor, cuya actividad se halla objetivada en la cosa, en el objeto producido, se ve sometido a un proceso de reificación, de cosificación, mediante el que el termina por ser considerado simplemente como cosa, como mercancía. 2º Alienación en cuanto a la actividad que el trabajador realiza: la segunda de las dimensiones de la alienación económica tiene relación con el trabajo como actividad. La incorporación de las máquinas y la especialización del trabajo llevan al “trabajo en cadena” en el que cada trabajador solo participa en una parte del proceso realizando la misma actividad de forma repetitiva. Al convertirse el trabajo en una actividad alienante, el hombre no se realiza en ella por lo que busca su satisfacción fuera del ámbito productivo, en las actividades animales: comida, sexualidad… Lo propio del ser humano es el trabajo, pero el hombre alienado se siente animal en el trabajo, y busca realizarse como ser humano fuera de él. 3º Alienación en la relación entre los seres humanos: el ser humano concreto no es considerado como individuo, sino como aquel que ocupa un determinado lugar en el proceso productivo. La primera consecuencia es la división del ser humano en clases sociales antagónicas u opuestas: explotadores y explotados. De este modo, la actividad productiva se convierte en una actividad realizada bajo dominación, coerción y el yugo de otro hombre. Los seres humanos en vez de relacionarse entre sí cooperativamente lo hacen competitivamente. El amor y la confianza mutua se ven reemplazadas por el comercio y el intercambio de y como mercancías. Los seres humanos no reconocen en el otro una naturaleza humana común: ven a los otros como instrumentos para satisfacer sus intereses egoístas. La humanidad, bajo la explotación del trabajo asalariado, aparece escindida, separada en dos partes que no reconocen su común humanidad. Según Marx, la conciliación del ser humano consigo mismo ha de venir de la revolución que suprima la sociedad de clases. La división en clases se traduce en la oposición entre el individuo y la especie humana, porque ninguna de las dos esferas enfrentadas (burguesía y proletariado) representa al hombre completo. Los individuos no pueden reconciliarse con su especie porque pertenecen solo a una de las clases sociales, y ninguna de ellas contiene al género humano en su totalidad. 4º Alienación en la relación del hombre con la naturaleza: este significado de la alienación resume los anteriores. El ser humano se define como el productor universal de sí mismo. El hombre realiza su propio ser en la transformación de la naturaleza. Pero el mundo se vuelve hostil para el desposeído. La naturaleza es ya solo un enorme almacén de materias primas que el trabajador alienado debe extraer, manipular, transportar, consumir… Los obreros de las ciudades pierden toda referencia al mundo natural. Por eso, la situación del obrero industrial es aún peor que la del siervo del feudalismo, porque este tenía al menos una cierta acogida en el mundo natural. Pero la alienación no solo se da en el terreno de la actividad productiva, del trabajo. De la alienación económica, estructural y radical en la sociedad capitalista, derivan otras formas de alienación: la social (a través de la división de la sociedad en clases), la política (con la división entre la "sociedad civil" y el "Estado") de las que, a su vez derivan otras formas de alienación ideológica, (como la religiosa y la filosófica) que buscan justificar la situación real de miseria para la mayoría y, al mismo tiempo, confundir y mistificar la realidad creando una falsa conciencia de la misma. La última fase de la alienación es, pues, la alienación ideológica. En ésta el trabajador cree que es legítima la apropiación de la plusvalía por parte del capitalista. El trabajador cree que como el capitalista posee legítimamente los medios de producción (talleres, maquinaria, fábricas...), tiene un derecho fundado para apropiarse una parte de su trabajo, de una parte de su actividad, de una parte de su vida. A su vez, se considera legítima la posesión de los medios de producción porque deriva de una apropiación legítima de plusvalías en etapas anteriores, construyéndose un círculo vicioso en los procesos de legitimación de la explotación. La eficacia de la explotación capitalista descansa sobre la noción de legitimidad: presentarse ante las conciencias de los explotados como moralmente justificables. La ideología es una forma de ver el mundo que satisface los intereses de los explotadores. La ideología provoca una falsa conciencia, una representación inadecuada de la realidad a fin de que los explotados consideren naturales y, por tanto, justificables e inevitables sus condiciones de vida: “siempre ha habido ricos”, “es natural que el amo se lleve una parte de la cosecha: al fin y al cabo es el dueño de la tierra”, “es normal que el capitalista tenga beneficios, pues él arriesga su capital…”… son expresiones que manifiestan la aceptación de la ideología dominante por parte de los dominados. La ideología se constituye en la culminación del proceso de alienación. El siguiente texto de Marx recoge las ideas esenciales sobre la alienación del trabajador en el capitalismo: ¿En qué consiste entonces la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo, arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo, fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo" (Marx, "Manuscritos económicofilosóficos"). C) EL MATERIALISMO HISTÓRICO El materialismo histórico es el término con el que se designa la concepción materialista de la historia defendida por Marx. Esta interpretación se fundamenta, a su vez, en una visión concreta de la realidad, por lo tanto, en una interpretación ontológica que se conoce con el nombre de materialismo dialéctico, y que fue defendida en primer lugar por Engels y, en sus líneas generales, aceptada por Marx. El materialismo dialéctico recoge críticamente las ideas del idealismo de Hegel interpretándolas desde una óptica materialista. Esas ideas son las siguientes: Todo fenómeno social debe explicarse desde la economía y no desde las ideas. Pero la realidad económica no es rígida, sino dinámica y, según Marx, consiste en la lucha u oposición de elementos contrarios (la contradicción es el motor de la historia). Esta lucha no sucede de modo azaroso. Hay leyes que la regulan: las contradicciones se oponen, de esa oposición sale una síntesis (reconciliación de opuestos) y esa síntesis da lugar a una evolución o proceso gradual y continuo. Marx considera que ese proceso terminará con el fin de la historia, cuando se produzca la superación de todas las contradicciones y la realidad se reconcilie consigo misma, es decir, cuando se instaure la sociedad comunista. Partiendo de esa visión contradictoria de la realidad como lucha de contrarios que ya en la filosofía griega había sido defendida por Heráclito, Marx elabora su interpretación científica de la historia: el materialismo histórico. Según Marx, el fundamento de la realidad humana, tanto en el plano individual como en el plano social, es el modo de producción. Por modo de producción hay que entender la forma general que a lo largo de la historia ha adoptado la estructura económica de la sociedad. Cada pueblo o época debe ser analizado y examinado desde las condiciones económicas reales de su economía, y no según la conciencia expresada en forma de ideología. Así considerado, el materialismo histórico es la teoría marxista sobre la historia universal que explica cómo y por qué se han ido sucediendo los distintos modos de producción. El análisis de la sociedad de Marx establece la necesidad de diferenciar dos capas o niveles constituyentes, es decir, presentes en toda sociedad: por un lado, la infraestructura o estructura económica de la sociedad y, por otro, la superestructura. Analicémoslas por separado: 1ª. La estructura económica de la sociedad: esta estructura se identifica con el sistema de organización productiva. Constituye el estrato fundamental a partir del cual se explica verdaderamente cada sociedad y cada época, así como la propia evolución histórica. La estructura económica está compuesta por: a) Las fuerzas de producción: Por fuerzas productivas entiende Marx, en primer lugar, la materia objeto de transformación, (materia bruta o manipulada) a partir de la que se espera obtener un producto determinado. En segundo lugar, la actividad del trabajador, su capacidad de trabajo, que es denominada fuerza de trabajo, y que alcanza un determinado grado de desarrollo en una formación social determinada (como simple fuerza física, o como habilidad técnica o intelectual). En tercer lugar, los medios para realizar el trabajo (útiles, herramientas, máquinas, etc.) necesarios para obtener los productos deseados. Así pues, las fuerzas de producción son el origen o la fuente de la actividad económica y constituyen el elemento dinámico de la economía. En el capitalismo, la principal fuerza de producción es el proletariado, clase que aporta el trabajo que produce las mercancías y las riquezas. b) Las relaciones sociales de producción: Las fuerzas productivas originan un conjunto de relaciones entre los seres humanos. Estas relaciones no son libres, no las deciden los hombres, sino que están determinadas por la actividad económica. Las relaciones sociales de producción son el elemento social estático que determina la situación de cada clase social y, por lo tanto, de cada individuo, dentro del proceso económico. Las relaciones de producción constituyen la forma vigente de sociedad civil, que tiende a conservar el domino de la clase explotadora. En la sociedad burguesa, las relaciones sociales de producción se definen con relación al capital: unos son capitalistas, propietarios de los medios de producción, mientras que otros son asalariados o proletarios. 2ª. La superestructura o estructura jurídico-política: Sobre la base económica que constituyen las fuerzas productivas y las relaciones de producción se levanta un edificio jurídico y político que se corresponde con determinadas formas de conciencia social. La superestructura jurídico-política está formada por el conjunto de normas, leyes, instituciones y formas de poder político, en el fondo, instrumentos mediante los cuales las clases dominantes ejercen su poder sobre las clases sometidas. Se trata, pues, de un sistema de instituciones sociales, jurídicas y culturales que responden, según Marx, a una determinada situación de los individuos y las clases dentro del proceso productivo. La superestructura está compuesta por una red de formaciones sociales e ideológicas que permiten a los seres humanos adquirir una conciencia falseada o deformada de los conflictos y resolverlos según teorías filosóficas, éticas o políticas que, en el fondo, buscan solo mantener el orden vigente y legitimarlo. La gran novedad de Marx en este punto, frente a toda la filosofía anterior, fue poner de manifiesto que la superestructura jurídica, política, filosófica y religiosa no tiene vida propia, sino que depende absolutamente de la infraestructura económica que constituye el motor de la historia. Ahora bien, este determinismo absoluto fue matizado por el propio Marx a lo largo de su vida intelectual, pues si fuese así no parecería quedar ningún margen para que las ideas por sí mismas pudiesen cambiar el curso de los acontecimientos históricos. De hecho, parece contradictorio con la propia biografía de Marx, puesto que si fuésemos coherentes con aquel determinismo estricto, entonces el papel de la lucha social y política quedaría prácticamente anulado, en tanto que la superestructura estaría condicionada en exclusiva por la infraestructura económica. Los cambios sociales se producirían necesariamente al entrar en conflicto las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y entonces la praxis política y revolucionaria del proletariado no sería necesaria. Esta contradicción fue solventada por Marx al admitir la posibilidad de una influencia mutua entre ambos niveles sociales, en lugar de una influencia unilateral, quedando justificada así la lucha política como factor encargado de “acelerar” la transformación social que, de todas formas, se dará necesariamente…. Evolución de los modos de producción La historia es concebida como el desarrollo de los distintos modos de producción que se van sucediendo, siendo el motor de este cambio la lucha de clases. Los modos de producción son, por lo tanto, los auténticos determinantes de la evolución histórica de la humanidad, por lo que la historia debería ser explicada en función de ellos, y no de acontecimientos externos, como la sucesión de dinastías o los dramatizados en el culto a los "héroes". La historia, según Marx, comienza propiamente con la división del trabajo y la consiguiente propiedad privada de los medios de producción. Con anterioridad a ese hecho, existía un comunismo primitivo en el que los seres humanos vivían en pequeños grupos. La sociedad tribal primitiva era una sociedad en la que no se daba la propiedad privada de los medios de producción, sino la propiedad colectiva, un modo de producción en el que las relaciones sociales establecidas eran relaciones de colaboración, y los medios de trabajo y los productos obtenidos pertenecían a la sociedad Desde el momento en que existieron propietarios de las fuentes de riqueza, la sociedad quedó dividida en clases. Esta división es la expresión social de la alienación económica porque divide al género humano en clase explotadora y explotada. Pero la división de la sociedad en clases produce el dinamismo histórico puesto que la lucha de clases es convierte en el elemento propulsor del cambio social. Para explicar el dinamismo social, el paso de un modo de producción a otro, Marx recurre al esquema dialéctico de Hegel pero aplicándolo a la economía política. La explicación es la siguiente: las relaciones de producción favorecen inicialmente el desarrollo de las fuerzas productivas, pero a medida que las fuerzas productivas se van desarrollando, terminan por entrar en contradicción con las relaciones de producción existentes, convirtiéndose éstas en una traba para el desarrollo de aquellas, lo que provoca una revolución social, que concluye en la sustitución de las viejas relaciones de producción por otras nuevas, adecuadas al grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Como si se tratase de un rio que crea su cauce para desbordarlo luego, las fuerzas de producción terminan por romper los moldes que la organización social había venido adoptando. Tales contradicciones, y la resolución de las mismas, determinadas por procesos estrictamente materiales, constituyen el elemento configurador de la sociedad y el motor de la historia. Así, la historia progresa, según Marx, en la sucesión de diversas formas organizativas de la actividad económica. Los sucesivos modos de producción tienen en común el estructurarse según clases sociales antagónicas. Los modos de producción que habrían existido a lo largo de la historia de la humanidad son los siguientes: 1º Asiático: Marx consideró que el modo de producción asiático no podía ser asimilado ni al antiguo ni al feudal, por lo que lo calificó de "asiático" u "oriental". Al depender del riego de las tierras, que exige un control centralizado de los recursos hidráulicos, se provoca la creación de gobiernos centralizados que se imponen sobre las dispersas comunidades agrícolas. Por otra parte, la simplicidad de la organización económica la convierte prácticamente en inmutable, de donde se explica su persistencia a través de los siglos. Ejemplos históricos de este modo de producción los encontraríamos en el antiguo Egipto, en Mesopotamia o las civilizaciones 0orientales (China, India…). 2º. Antiguo o esclavista: La sociedad antigua es una sociedad civilizada, pero basada en un sistema esclavista de producción. Las relaciones sociales en el régimen esclavista son, pues, de dominio y sometimiento. El agente propietario, el amo, ejerce un dominio completo sobre las fuerzas productivas (mano de obra - el esclavo-, y medios de producción), de las que era propietario. Se dio, por ejemplo, en Grecia y Roma. 3º. Feudal: La sociedad feudal posee muchas características similares a las de la sociedad antigua. Las relaciones sociales de producción son también semejantes a las del modo de producción esclavista. Pero, pese a que el señor feudal posee la propiedad completa sobre los medios de producción, solo en parte la posee sobre el trabajador (siervo), con el que establece una relación de servidumbre o vasallaje, que ya no es exactamente igual que la relación amoesclavo del mundo clásico. La Edad Media sería el ejemplo típico de sociedad feudal. 4º. Capitalista o burgués: En su obra El Capital, Marx analizó minuciosamente este modo de producción. Su base es la propiedad privada de los medios de producción, aunque el trabajador es jurídicamente libre. La fuerza de trabajo es la única propiedad que posee el trabajador. El trabajo genera una plusvalía que no revierte sobre el salario del trabajador, sino que es apropiada por el capitalista, generando capital, por lo que la relación capitalistaproletario es una relación de explotación. En opinión de Marx, el antagonismo entre las clases sociales llega aquí a su punto culminante, puesto que el grado de explotación es máximo. La universalidad alcanzada por este modo de producción no tiene precedentes, de modo que también la explotación de la clase oprimida se hará creciente e insoportable hasta la revolución proletaria, que significará el fin no solo del capitalismo sino de la historia al terminar la división de la humanidad en clases sociales antagónicas. Este fin de la historia no es algo que pueda o no suceder, para el materialismo histórico no se trata de una hipótesis o de una creencia, sino de un acontecimiento que necesariamente habrá de suceder, pues está determinado por la propia evolución dialéctica de la sociedad. El capitalismo responde a una dinámica autónoma que consiste en intensificarse cada vez más. La consecuencia de esa intensificación será, según Marx, su propia autodestrucción: a más capital, más explotación; y a más explotación, más capital, Cuanto mayor es el capital, el capitalista podrá pagar salarios cada vez más inferiores y enriquecerse más a costa de los obreros. A su vez, cuanto más producen los obreros a más bajo coste, más se incrementan las ganancias del capitalista. La concentración, cada vez en menos manos, de la propiedad privada de los medios de producción conllevará el progresivo empobrecimiento de la clase obrera y aumentará sus niveles de explotación lo que implicará el fin del capitalismo. La revolución proletaria pondrá fin a dicho sistema. La clase trabajadora, numerosa y consciente de su situación (gracias, entre otros factores, al papel de concienciación que la filosofía posibilita) arrebatarán a los capitalistas la propiedad de los medios de producción y se instaurará la dictadura del proletariado, última forma de Estado, previa a su definitiva desaparición en la sociedad comunista, en la que ya no habrá clases sociales ni propiedad privada y en la que la humanidad recuperará, superándolo, el modo de producción del comunismo primitivo. En ese momento, las contradicciones históricas cesarán y el dinamismo social terminará, pues ya no habrá más relaciones de explotación y sometimiento.