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1. El reinado de Carlos IV (1788-1808) pag. 86
Carlos IV accedió al trono en 1788, muerto su padre. Su reinado significó el final de un período de
esplendor y el inicio de una época de inestabilidad. Su reinado fue uno de los más ignominiosos de nuestra
historia. En realidad gobernaba su esposa, Maria Luisa, que dispuso España como su reino, y mantuvo y
revocó a los ministros a su antojo.
En mayo de 1789, coincidiendo con los primeros momentos de la Revolución Francesa, se convocan las
Cortes Generales del Reino, en las que fue jurado heredero Fernando, hijo de Carlos, futuro Fernando VII.
En ellas se propusieron distintas proposiciones (abolición Ley Sálica, que el rey olvido publicar o una crítica
de Campomanes, que presidía las Cortes, al mayorazgo).
Las Cortes se disolvieron con rapidez, en lo que Herr llamó “el pánico de Floridablanca”, ministro de
Estado (“primer ministro”), y del cordón sanitario impuesto por este: el pánico se refiere a la orden que dio
Floridablanca de intervenir la prensa y todo aquello que hiciera referencia a la Revolución Francesa. No se
permitía publicar nada en España relativo a los asuntos de Francia, aspecto que encargó a la Inquisición
El cordón sanitario se refiere a la expulsión de extranjeros, la prohibición de cursar estudios en Francia y el
control sobre los puertos y los Pirineos.
Estas medidas y otros aspectos (actuación del ministro de hacienda, levantamientos en algunas ciudades por
escasez de grano) provocaron la caída de Floridablanca (28-feb-1792) y su puesto lo ocupo su rival político,
el Conde
de Aranda, que se puso en manos de la reina, que estaba allanando el camino para el
encumbramiento de su favorito, Manuel Godoy. Su actitud ante la Revolución Francesa, que alterna la
neutralidad con los preparativos bélicos, y las intrigas palaciegas provocaron su caída (15-nov-1792),
sustituido por Godoy, quien había ido escalando puestos socialmente gracias a la amistad (íntima) de la
reina y del rey. La elección demostraba la absoluta desconfianza del rey a la nobleza de la Corte. Buscaba
alguien fiel, independiente de las fuerzas endógenas de la Corte. Su nombramiento provocó sorpresa e
indignación y pretendió gobernar como un déspota ilustrado, pero a su manera. Su ascenso provoco el odio
de:
-
La alta nobleza y clero, por su origen humilde, las reformas que llevo a cabo, como la reducción del
poder de la Inquisición o los intentos desamortizadores
-
Los ilustrados, que habían regido las riendas del país, y que ahora se veían relegados en la escala de
mando
-
El propio hijo de Carlos IV, Fernando, que hábilmente “envenenado” por enemigos de Godoy, lo
predispone contra él.
En política exterior, Godoy lleva a cabo un acto en defensa del rey de Francia, Luis XVI, pillado en plena
huída, lo que provoca después de su ejecución, que Godoy, a instancias de Carlos IV declaré la guerra a la
Francia revolucionaria (1793-1795), en un momento en que los efectivos militares para una guerra terrestre
eran mínimos. De tal manera, que después de un inicio arrollador, en el que se llega a ocupar el Rosellón, la
situación cambia y las tropas revolucionarias penetran en España, ocupando Cataluña, País Vasco y Aragón.
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La guerra termina con la Paz de Basilea, por la que los franceses recibieron la parte española de Santo
Domingo a cambio de la devolución de las conquistas francesas.
A partir de este momento Godoy alterna entre el temor a la Francia revolucionaria y los intentos de pactar
con ella. De hecho, el “príncipe de la Paz” firma el Pacto de San Ildefonso (1796), una especie de “pacto de
familia”, una alianza ofensiva y defensiva entre Francia y España, que nos ataba a la política exterior
francesa, contra Inglaterra, lo que provoca el inicio de una guerra con Inglaterra que termina con la perdida
de Trinidad y Menorca. Esto provoca la caída de Godoy (28-mar-1798), sustituido por Francisco Saavedra,
aunque Godoy actuó en la sombra y participo en la Junta Suprema como una especie de ministro sin cartera.
En política interior, desde el punto de vista económico la guerra supuso un problema importante para los
ministros de hacienda, que se devanaron los sesos en buscar nuevas formas de financiación que gravaban,
aún más, a las clases populares. Pero además se hizo imprescindible la aportación de la nobleza y del clero,
lo que explica las ideas desamortizadoras. Godoy se comportó como un auténtico ilustrado llevando a cabo
toda una serie de reformas, según algunos historiadores, una manera de hacerse perdonar su origen y la
dependencia a la que nos llevo el Pacto de San Ildefonso.
En el contexto de las guerras napoleónicas, se conmina a Portugal a cerrar sus puertos a los navíos ingleses,
algo que no ocurre y que sirve de pretexto a la corta Guerra de las Naranjas (1801), en la que España obtiene
Olivenza. Después de un período de paz, muy corto, se produce un nuevo enfrentamiento entre Francia e
Inglaterra, lo que obligó a participar, ya que la armada francesa era insuficiente contra la inglesa y se hacía
imprescindible la participación de la armada española, notablemente reforzada durante los gobiernos de
Fernando VI y Carlos III. En la batalla de Trafalgar (20-oct-1805) el comandante Nelson destruyó la armada
franco-española. Esto marcó el fin de los intentos napoleónicos de invadir Inglaterra y el inicio del
denominado “bloqueo continental”. Para España significó el fin del esfuerzo del dieciochesco, el fin del
poderío y del Imperio.
Este “bloqueo continental” obligó a un esfuerzo a Napoleón, pues debía controlar nuevos territorios. En este
contexto, la situación de Portugal no había cambiado con respecto a Inglaterra y Napoleón obtuvo del rey
Carlos IV, por el tratado de Fontainebleau (octubre de 1807), el permiso para que las tropas francesas
penetrasen por España para atacar a Portugal. Detrás de este tratado estuvo la mano de Godoy, que
obnubilado por una corona real (Napoleón había prometido concederle una parte de Portugal como reino),
convenció al rey para que diera consentimiento (en el tratado Francia reconocía la soberanía española sobre
las dos Américas).
Las tropas francesas, al mando de Murat, penetran en territorio español. Pero en su marcha hacia Portugal
van ocupando distintas plazas fuertes (Barcelona, Pamplona). El miedo se apodera de la familia real, que
hace preparativos desde Aranjuez para una posible huída (como había hecho la familia real portuguesa hacia
Brasil). Esto provoca incertidumbre entre el pueblo, que además culpa de todo al gobierno, en manos de
Godoy. En el interior va creciendo una fuerte oposición, que piensa que Fernando puede cambiar la
situación. Así sus partidarios, llevan a cabo una conspiración palaciega, que tiene su culminación el 18 de
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marzo de 1808, con el Motín de Aranjuez. La residencia de verano de los reyes es asaltada por una multitud
alentada por la camarilla fernandina, que fuerza la abdicación de Carlos IV a favor de su hijo, la prisión para
Godoy, así como la represión de sus partidarios.
Esta actuación puso de manifiesto una enorme crisis en la monarquía española, y de paso anunció los
cambios que iban a provocar la caída del Antiguo Régimen.
La guerra de Independencia (pag. 88)
Fernando VII, como sus antecesores, llevó a cabo una política popular.
Los sucesos de Aranjuez obligaron a Murat a acelerar la marcha a Madrid, donde Fernando VII, lo agasajó,
aunque los propios franceses no reconocían a Fernando como rey, pues su propio padre, Carlos IV, había
escrito a Napoleón sobre las vicisitudes de su abdicación en su hijo, con el propósito de recuperar la corona.
Napoleón se postulaba como arbitro de la situación, pues Carlos pretendía que Napoleón le apoyará contra
su hijo, y así recuperar la corona. Pero Napoleón, como había hecho en otros territorios, había decidido
colocar en el trono español a su hermano. Mandó llamar a Carlos IV y a Fernando VII a Bayona (30-abr1808) junto con toda la Familia Real, donde se dirigieron sin percibir la trampa que se cernía sobre la
monarquía borbónica. En las Abdicaciones de Bayona, el 5 de mayo de 1808, Carlos IV renuncia a la
corona, que había recuperado de manos de su hijo Fernando, por mediación de Napoleón argumentando la
ilegalidad de dicho acto (Motín de Aranjuez), y Napoleón entregó la corona a José I Bonaparte. Napoleón
convocó una Asamblea de Notables españoles, que reunida en Bayona, aprueban el texto preparado por
Napoleón, conocido como el Estatuto de Bayona, en el que se reconocía la igualdad de todos los españoles
ante la ley, los impuestos y el acceso a los cargos públicos. Además se abolía la Inquisición (4-dic-1808) y
se iniciaba un proceso de Reforma de la Administración.
En torno a José I se reúnen autoridades y “afrancesados” que, procedentes del despotismo ilustrado, son
partidarios de la alianza francoespañola.
Los levantamientos del 2 de mayo de 1808
El dos de mayo de 1808, se trasladaba a Francia el último miembro de la Familia Real que quedaba en
España, el infante Francisco de Paula. El pueblo madrileño temía una vuelta de Godoy, con el apoyo de sus
amigos franceses, y ante la marcha del último miembro de la Familia Real, reaccionaron, con la
colaboración de algunos militares, de una forma espontánea contra la presencia de los franceses Es el
levantamiento del 2 de mayo, que Murat reprimió duramente, en los famosos fusilamientos del 3 de mayo
de 1808, inmortalizados por Goya. La Junta que Fernando VII había dejado en su ausencia se puso a las
órdenes de Murat.
Ante las noticias que llegaban de Madrid, el levantamiento se propago en toda la península, a la par que se
iban creando las Juntas de Armamento y Defensa, cuyos componentes eran en su mayoría de la baja
nobleza, burguesía o personas con profesiones liberales. Estas juntas reaccionaban ante el vacío de poder
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creado en el país por las Abdicaciones de Bayona. La mayor parte de las juntas se proclamaron a nivel local,
en aquellas ciudades que no estaban ocupadas por los franceses, para articularse a nivel superior, en las
Juntas Provinciales, que se consideraron soberanas y que organizaron la resistencia contra el invasor francés
(con apoyo inglés), recaudaban los impuestos y reclutaban el ejército. Pronto las diferencias entre unas
juntas y otras, obligaron a buscar un mayor nivel de organización y conformaron la Junta Central Suprema
(25-sep-1808), máximo órgano del país, pues la monarquía no existía de hecho, ya que los patriotas
rechazaban a José I (proclamado rey de España en julio de 1808 por su hermano). Establecida en Aranjuez,
coordinaba la marcha de la guerra y tenía plena soberanía sobre las otras. Tuvo como presidentes a
Floridablanca y luego a Jovellanos, y se mantuvo desde septiembre de 1808 hasta enero de 1810, cuando
traspasó sus poderes a una Junta de Regencia, formada por cinco miembros, con sede en Cádiz, que decía
actuar en el nombre de Fernando VII, y que tenía como principal misión la convocatoria de Cortes que
debían llenar el vacío de poder existente, unificando los criterios de las distintas Juntas, y realizando
defensas que, en suma, representaron una alternativa política a José I.
Etapas de la guerra
Napoleón no esperaba encontrar grandes resistencias en la península. Los primeros pasos de la Guerra
fueron favorables para los franceses, con un ejército más numeroso, con mejor preparación y mejor
armamento que los españoles. Pero el avance francés se encontró con la resistencia de algunas ciudades que,
sitiadas, padecieron el hambre y la sed, pero que gracias a su resistencia impedían el avance francés
desgastando a las tropas francesas y dando tiempo a la organización de la defensa. Junto a esto, las
previsiones de Napoleón se deshicieron ante una particular forma de resistencia popular, la guerrilla. El
ejército español, mal preparado, peor equipado y en inferiores condiciones no podía resistir el avance de las
tropas francesas. Se hacía necesaria una reorganización de los recursos militares. Mientras tanto, la guerrilla
se podía convertir en la punta de lanza de dicha resistencia, llevando a cabo una guerra de guerrillas:
-
Estaban formadas por partidas de campesinos, burgueses, etc.
-
Se organizaban con un Jefe de Cuadrilla al frente para luchar contra los franceses
-
El conocimiento del terreno y el apoyo de la población eran su mejor arma
-
Nunca se enfrentaban a campo abierto, sino que actuaban en pequeños grupos, hostigando al
enemigo, destruyendo instalaciones o asaltando los cargamentos de avituallamiento.
Esto permitió una cierta reorganización del ejército español, que sorprendió al ejército francés en la Batalla
de Bailén (julio de 1808), obligando a retroceder a las fuerzas francesas hacia el norte, hasta la línea del
Ebro.
Esto provocó que Napoleón, en persona, penetrara con nuevos refuerzos, coordinando todas las acciones y
tomando Madrid, lo que provoco que la Junta Central se trasladara a Sevilla, e iniciando, en teoría, la
ocupación efectiva del territorio español. Desde ese momento la acción de la guerrilla se convirtió en
fundamental para mantener el espíritu de lucha del pueblo español.
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Sin embargo, la situación internacional le obligó a irse sin completar la ocupación. La ocupación francesa
se las tuvo que ver con la actuación de la guerrilla, que siguió actuando como un ejército regular, con duros
golpes a los franceses, que si bien no resultaban decisivos, al menos servían para mantener el espíritu
español, frente a los franceses.
Desde mediados de 1812, el curso de la guerra comenzó a ser desfavorable para los franceses. La campaña
de Rusia había obligado a Napoleón a desplazar allí gran parte de su ejército, y esto fue aprovechado por las
fuerzas españolas que, con el apoyo de los británicos, obligaron a iniciar la retirada a los franceses. El 22 de
julio de 1812, la Batalla de Arapiles entre tropas inglesas y francesas y la victoria de los primeros será el
principio del fin de la guerra de Independencia.
Incapaz de mantener los dos frentes, Napoleón decidió pactar el fin del conflicto con los españoles. En 1813
firma el Tratado de Valençay por el que se reconocía a Fernando VII como rey de España, se perdonaba a
los “afrancesados” y se les concedía una renta a Carlos IV y su esposa. La vuelta de Fernando VII, deseada
por todos, se convirtió en una pesadilla para los personajes que gobernaron en su nombre, pues anuló toda
su obra política, en particular la Constitución de 1812.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812 (pag. 90)
Con el avance de Napoleón en 1809 y el traslado de la Junta Central Suprema hacia Sevilla, se hizo
necesaria una convocatoria de Cortes que dieran validez a la ausencia de poder y del monarca. La Junta
Central Suprema en sus deliberaciones planteó la posibilidad de convocar dichas Cortes en Sevilla, pero la
presión de las tropas francesas, provocó que la Junta Central se trasladara a Cádiz (Isla de León) donde la
Armada Inglesa podía protegerla de los franceses, y allí se disolvió, cediendo sus poderes a una Junta de
Regencia que se encargó de convocar las cortes.
Las Cortes de Cádiz, inauguradas el 24 de septiembre de 1810, fueron las primeras Cortes que se
convocaron rompiendo con la tradicional convocatoria por estamentos. Este hecho, como otros que luego
veremos, se debe a que las Cortes se reunieran en Cádiz una ciudad portuaria, abierta al comercio, en
relación con América y con una población flotante como consecuencia de la ocupación.
Hay que tener en cuenta las dificultades para conseguir informar de dicha convocatoria, pues la mayor parte
del país estaba ocupado por los franceses, y de hecho algunas provincias no pudieron enviar a nadie,
sustituidos por los denominados “sustitutos”, es decir, personas de dichos territorios que se encontraban en
Cádiz.
Tanto en la elaboración de la Constitución como de las leyes y decretos de las Cortes, los diputados se
fueron dividiendo en facciones o sectores:
a) Liberales
b) Jovellanistas
c) Absolutistas
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Entre ellos surgen, a veces, una posición intermedia como la de los representantes de las colonias, que
tienden a votar al lado de los liberales. Los grandes temas de discusión provocaron grandes episodios
oratorios. Un primer triunfo de los liberales fue la discusión sobre la organización de las Cortes (unicameral,
sin estamentos, o bicameral, una para los privilegiados y otra para el pueblo). Se conformo un parlamento
unicameral (cámara única), rompiendo con las tradicionales por estamentos.
Otro triunfo fue el principio de Soberanía Nacional, aprobado por las Cortes en su primera reunión,
trasladado posteriormente al artículo 3 de la Constitución. Esto venía a poner fin al concepto tradicional del
Antiguo Régimen, pues por primera vez se declaraba que el poder estaba en manos de la nación, entendida
como el conjunto de los ciudadanos, sin distinción de estamentos, y que se expresaba a través de las Cortes,
formadas por los representantes de la Nación de España y sus territorios (incluida las colonias, a la que se
oponía los absolutista y parte de los liberales). La defensa de la idea de Soberanía Nacional es llevada por el
grupo más brillante de los liberales (Argüelles, Toreno, etc.) siguiendo las ideas de la Revolución francesa y
de los movimientos independentistas del s. XVIII. De hecho se constituyen en Asamblea Nacional
Constituyente.
La Constitución fue promulgada el 19 de marzo de 1812 y, debido a la festividad de San José, se la conocerá
popularmente con el sobrenombre de “La Pepa”. Con ella, se pretende buscar un sistema político que recorte
los poderes del rey, sin por ellos prescindir de sus “servicios”, al igual que la Constitución francesa de 1791,
desterrando el absolutismo y sustituyendo los intereses estamentales del Antiguo Régimen por los de la
burguesía.
El texto fue el resultado de un compromiso entre los liberales y absolutistas, más cercano a los liberales por
la situación política en la que se llevó a cabo (Cádiz y apoyo “americanos”). Este compromiso aparece claro
si comparamos la organización liberal del Estado que establece la Constitución con el reconocimiento total a
los derechos de la Religión y la Iglesia Católica (notablemente representada), punto fundamental que
defendieron los absolutistas.
Principios básicos de la Constitución de 1812
-
Reconocimiento de la Soberanía Nacional y definición de España como “la Nación de los dos
hemisferios”, lo que significaba el trato de igualdad entre la península y los territorios coloniales
(América y Filipinas).
-
La división de poderes, siguiendo los estudios de Locke y Montesquieu:
o El poder ejecutivo lo ejerce el rey, quien nombra a los ministros (gobierno). El poder del rey
está controlado por las Cortes. El artículo 172 limita algunas decisiones que pudiera tomar,
aunque tiene en sus manos la sanción y promulgación de las leyes, y un veto suspensivo de
las mismas.
o El poder legislativo, que reside en las Cortes, unicamerales, elegidas por sufragio universal
indirecto de los varones mayores de 25 años. El mandato duraba dos años y era incompatible
con cualquier cargo de designación real, incluido ministro. Las Cortes se reunían anualmente,
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durante un período expresado en la Constitución (tres meses), ante el temor de que el Rey no
las convocara.
Las Cortes aparecen como la institución más importante del Nuevo Régimen en la medida en
que representan la voluntad nacional. Sus poderes son muy amplios (elaboración leyes,
aprobación presupuestos, ratificar tratados internacionales,…) y los miembros eran
inviolables.
o El poder judicial residía en los tribunales de Justicia que gozaban de independencia. Se
mantuvieron los tribunales especiales militares y eclesiásticos.
-
La Constitución reconocía expresamente la confesionalidad del Estado y la exclusividad de la
religión católica.
-
Contenía una declaración de derechos generales del ciudadano, entre los que se encontraban la
libertad civil, la libertad de imprenta para libros no religiosos, igualdad jurídica ante la Ley; derecho
a la propiedad privada, a la educación elemental, etc. Así como una serie de garantías generales y
judiciales.
-
Otros artículos completaban la Constitución, como la administración del Estado (dividiendo el país
en provincias y estableciendo la elección popular de los alcaldes), la organización de la Hacienda, el
establecimiento de un ejército permanente bajo autoridad de las Cortes y una milicia nacional.
Además de la Constitución, los diputados de Cádiz llevaron adelante una importante legislación ordinaria
que complementó las decisiones incluidas en el texto constitucional. Se trata de decretos o leyes de ámbito
social o económico que debían contribuir a la destrucción de los fundamentos del Antiguo Régimen tales
como la abolición del Tribunal de la Inquisición, la desamortización de los bienes de la Iglesia, la supresión
de los privilegios estamentales y del régimen señorial, la implantación de la enseñanza primaria pública y
obligatoria, la libertad de comercio, trabajo, etc. La mayor parte de estos decretos o leyes no llegaron sino a
esbozarse.
La labor legislativa de Cádiz no tuvo una aplicación práctica, tanto por la guerra como porque en España no
existía una burguesía liberal consolidada. En realidad, la composición de las Cortes no reflejaba la situación
de la sociedad española, mayoritariamente campesina, con un nivel educativo muy bajo y alejada totalmente
de los intereses de la minoría burguesa. Además, la nobleza y el clero, monárquicos y tradicionalistas, con
gran poder social y político no apoyaban la Constitución. Así pues, Fernando VII no tuvo dificultades para
derogar la obra legislativa de Cádiz y restaurar el absolutismo cuando recuperó el trono en 1814, después
del Tratado de Valençay. A pesar de todo, no pudo volver a la situación anterior de 1808, puesto que la
existencia de un grupo social formado básicamente por la burguesía y los militares, que defendían las ideas
liberales, era un hecho en España.
La Constitución tuvo tres períodos de vigencia:
-
Marzo 1812 a mayo de 1814
-
Enero de 1820 a noviembre de 1823
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-
Agosto de 1836 hasta junio de 1837
En el largo proceso de construcción del Estado Liberal, la Constitución de Cádiz de 1812 se convirtió en un
modelo y un símbolo para los liberales españoles, e incluso su influencia se extendió fuera de las fronteras
españolas, siendo modelo para otras constituciones europeas y, sobre todo, americanas.
El reinado de Fernando VII (1814-1833) (pag. 92-95)
El reinado de Fernando VII lo podemos dividir en tres etapas
El sexenio absolutista (1814-1820) (pag. 92)
En diciembre de 1813 se había firmado el Tratado de Valençay entre Napoleón y Fernando VII, por el cual
le fue devuelta la Corona a este último. Las nuevas Cortes nacidas de las primeras elecciones, había dado
una mayoría conservadora. Pese a esto, las Cortes previenen al Rey sobre la necesidad de jurar la
Constitución para que se le reconociera su derecho como monarca español, paso previo para aceptar el
tratado. Fernando, que acaba de escapar de las “garras” napoleónicas, da muestras de querer aceptar la
Constitución (acepta el itinerario marcado por las Cortes para entrar en España, aunque luego lo modifica).
Sin embargo, durante su trayecto las fuerzas absolutistas, nobleza y clero, se organizaron rápidamente para
mostrar su apoyo al Rey y para que este restaurase el absolutismo. Tanto la nobleza como el clero tenían
poderosas razones para querer la vuelta al Antiguo Régimen (perdida de privilegios, etc.). El pueblo,
indiferente a la labor de las Cortes de Cádiz y la Constitución, aclamaba la llegada del Rey. En este contexto
se produce el “Manifiesto de los Persas”, declaración de intenciones por parte de 69 diputados absolutistas,
entregado a Fernando VII antes de su llegada a Madrid, donde manifestaban los sucesos ocurridos durante
los seis años de guerra y le “animaban” a que derogase la legislación de Cádiz y convocase las Cortes
tradicionales, es decir, las estamentales.
Animado por esto (y por la caída de Napoleón) el 4 de mayo se promulgó el Real Decreto que declaraba
nula la Constitución y anulaba la obra legislativa de las Cortes de Cádiz. En este Golpe de Estado se impone
el absolutismo y la represión contra todos los liberales.
El gobierno absolutista fue sustentado por las fuerzas tradicionales: la nobleza, el clero y el ejército. La
Inquisición fue restablecida, pero no fueron reimplantados los viejos derechos jurisdiccionales.
En el exterior, Fernando VII trató de aproximarse a las potencias del Congreso de Viena y la Restauración
europea, en medio de un continuo cambio de ministros, provocado por la gravedad de la situación
económica y financiera. España inició el proceso de perdida de mercados americanos, que afectó por igual a
los comerciantes gaditanos, industriales catalanes y a los campesinos que exportaban sus vinos,
aguardientes, aceites y harinas a América.
Se intento reorganizar Hacienda, con una contribución proporcional a las rentas de cada contribuyente, que
fracasó por la oposición de los privilegiados y de los campesinos ante el incremento de las cargas fiscales,
en un momento en que los precios agrarios bajaban.
Muchos liberales y afrancesados (a pesar del Tratado de Valençay) tuvieron que exiliarse por la represión
fernandina. El liberalismo político, ante su débil base social, vio en el apoyo militar la única salida para
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derrocar el régimen. El método empleado por el ejército era el pronunciamiento, es decir, el levantamiento
de armas contra el gobierno. Estas acciones eran protagonizadas por militares afines a la ideología liberal,
antiguos cabecillas guerrilleros en su mayoría, miembros del campesinado (que se negaban a pagar rentas y
tributos) o de la burguesía urbana. Así se sucedieron varios pronunciamientos, desde el intento de Espoz y
Mina (1814) hasta el pronunciamiento de 1820
El trienio liberal (1820-1823) (pag. 93)
En 1820 se produce el pronunciamiento del Coronel Riego, que con unos 14000 hombres se encuentra en
Cádiz para embarcar hacia las colonias americanas con el fin de combatir el movimiento de emancipación.
El 1 de enero comienza el levantamiento en Cabezas de San Juan, donde Riego proclama la Constitución de
1812 y la sublevación se extiende por distintas ciudades, donde se forman Juntas Municipales y una Junta
Provisional general que ayudan a mantener el espíritu constitucional. La pasividad del ejército, la actuación
de los liberales y de los campesinos obligó al Rey a jurar la Constitución de 1812 (10-mar-1820) y a
convocar nuevas Cortes.
Estas Cortes reemprendieron el proceso de modernización que había llevado a cabo las Cortes de Cádiz,
completándolo y desarrollándolo:
-
Supresión de las vinculaciones y mayorazgos
-
Reforma de las Comunidades Religiosas
-
Reducción del diezmo a la mitad
-
Nueva desamortización de las órdenes religiosas reformadas
-
Supresión de la Inquisición (definitiva)
Se respeto la división provincial y se puso en marcha el primer reglamento de instrucción pública y el
primer Código Penal, emanado de las Cortes.
También fue creada la Milicia Nacional para garantizar el orden y defender las reformas constitucionales.
Esta Milicia es una guardia cívico-militar creada por las Cortes de Cádiz que actuaba solo en las provincias,
en auxilio del ejército. Había sido disuelta durante el período absolutista de Fernando VII, pero
reestablecida por el gobierno del Trienio Liberal y lo será en los momentos del s. XIX en los que gobierne la
tendencia liberal-progresista.
La labor del gobierno y de las Cortes, netamente liberales, se vio lastrada por la actitud del Rey, que vetaba
todas las reformas. Aparte, el gobierno liberal tuvo varios enemigos:
1. La división entre los grupos liberales, que se escinden en los moderados (partidarios de realizar
reformas con prudencia e intentar no enemistarse con el Rey, la nobleza y el clero) y los exaltados
(planteaban la necesidad de acelerar las reformas y enfrentarse al monarca)
2. La oposición absolutista, formada por la nobleza y el clero, que se sentían muy perjudicados por la
política liberal que había reducido su poder económico y que animaron diversas revueltas. En 1822
se alzaron en Cataluña, Navarra y Galicia, y se establecieron una regencia absolutista en la Seu
D’Urgell en 1823.
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3. La oposición de los campesinos, perjudicados por los impuestos, que no se beneficiaban de la
desamortización, y además, pasaron a ser arrendatarios de nuevos propietarios que los podían
expulsar de sus tierras si no pagaban impuestos, concretamente en Cataluña y Navarra.
El éxito del Trienio Liberal supuso un impulso a los movimientos liberales en Europa, algo que la Santa
Alianza no podía permitir. Así en el Congreso de Verona (1822) se decidió intervenir en España para
restablecer el absolutismo de Fernando VII. Se aprobó el envío de tropas francesas (abril de 1823) al mando
del Duque de Angulema, un ejército, denominado “los Cien Mil Hijos de San Luís”, reponiendo a Fernando
VII como monarca absoluto y concluyendo el “experimento” liberal.
La Década Ominosa y conflicto dinástico (1823-1833) (pag. 94)
Fernando VII, en su primer Decreto Ley anula todas las reformas y actos del gobierno Constitucional. A
continuación, se desató un período de dura represión, depuraciones y venganza. Para ello se crearon las
“Juntas de Fe” y “Comisiones Militares”, destinados a perseguir, denunciar y ajusticiar a liberales, como fue
el caso de Riego.
A partir de 1825, Fernando VII, acuciado por los problemas económicos, inicia un acercamiento a las
industrias liberales y esta actitud fue mal vista por el sector más conservador y tradicionalista de la Corte.
Mientras tanto, los liberales desde dentro o fuera de España, intentan derrocar a Fernando VII, mediante los
manidos pronunciamientos, pero su falta de unidad dará la victoria a los absolutistas. Al mismo tiempo que
se desarrollan estos intentos liberales, tiene lugar el nacimiento de una nueva oposición, los Apostólicos,
que más tarde se llamarán carlistas. Esta oposición se agrupa en torno a la figura de Carlos María Isidro de
Borbón, hermano del Rey y sucesor al trono por falta de descendencia real.
El primer levantamiento de los carlistas será la Revuelta de los Malcontents o Agraviados, en 1827. El
descontento de los Realistas ante la política de Fernando VII, unido al descontento del campesinado catalán
por la fuerte presión fiscal se agrava por la presencia de las tropas francesas, desembocando en 1827 en una
insurrección contra el Gobierno. Los insurrectos reclamaban el reestablecimiento del absolutismo y de la
Inquisición, frente al mal Gobierno del Rey, pero el apoyo popular fue débil y el levantamiento, sofocado.
Los problemas se agravan cuando, tras la muerte de su tercera esposa y, sin descendencia, Fernando VII se
casa con María Cristina de Nápoles, abriendo la posibilidad de tener descendencia y alejando a Carlos María
Isidro del trono.
En 1713 Felipe V había promulgado la Ley Sálica (tal y como estaba previsto en la Paz de Utrech), según la
cual se privaba a las mujeres de llegar a la corona. El 24 de marzo de 1830, Fernando VII, persuadido por su
esposa, promulgará la Pragmática Sanción, que anulaba la Ley Sálica y permitía a las mujeres reinar. El 10
de octubre de ese año nacía la princesa Isabel.
En la Corte se suceden escaramuzas: María Cristina buscó el apoyo de los liberales, no porque estuviera de
acuerdo con ellos, sino porque necesitaba su apoyo para el futuro trono de su hija, ya que se oponían a los
carlistas.
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Por otro lado, los apostólicos o carlistas intrigan para derogar la Pragmática. En septiembre de 1832 el Rey
se encontraba gravemente enfermo y su Ministro Apostólico consiguió que Fernando VII, delirando y con
fiebres, anulara la Pragmática, pero mejorado de su enfermedad, la impuso de nuevo, haciendo jurar a su
hija Isabel como heredera legítima al trono español, es decir, Princesa de Asturias.
El 6 de octubre de 1832, María Cristina asume funciones de regencia, ante la gravedad de la enfermedad del
Rey, y toma importantes medidas encaminadas a buscar el apoyo de los liberales y debilitar a los carlistas:
-
Trata de desarticular todas las fuerzas partidarias de Don Carlos María Isidro de Borbón, al que
destierra al vecino reino de Portugal
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Destitución de los mandos militares y gobernadores civiles.
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Amnistía para los liberales, que permite la vuelta de cerca de 10000 familias.
El 29 de septiembre de 1833 moría Fernando VII. Ese mismo día, Carlos María Isidro de Borbón se
proclama rey y se inicia un levantamiento absolutista en el Norte de España, comenzando así la primera
Guerra Carlista.
La independencia de las colonias americanas
El proceso de emancipación (corte de lazos políticos con la metrópoli) de las colonias americanas se inició
de forma repentina durante la Guerra de la Independencia y culminó en el reinado de Fernando VII (18141833).
Las causas del independentismo
En el aspecto político-administrativo las reformas de los Borbones para lograr más eficacia y acabar con la
corrupción existente provocaron hondo malestar entre los criollos (descendientes de españoles nacidos y
criados en América) que habían copado la esfera política de las colonias. Los criollos fueron relegados de
los cargos más importantes, desplazados por peninsulares, lo que produjo gran descontento. En el
aspecto económico, la existencia del pacto colonial por el que la metrópoli se hacía con las materias primas
de las colonias (metales, cacao, café, tabaco, algodón, azúcar) y éstas compraban los productos
manufacturados españoles no gustaba a los criollos, porque España tenía problemas para hacer llegar sus
productos a las colonias debido a las guerras y el libre comercio con Inglaterra era más ventajoso para ellos.
En 1790-1800 se abrió el comercio colonial a países neutrales, a petición de los criollos. Esta medida supuso
que España perdiera su papel de intermediaria y la quiebra de las incipientes industrias locales. En 1808 se
restableció el monopolio lo que molestó a los criollos.
El aspecto social también tuvo importancia. Los blancos ocupaban la cúspide de la sociedad, divididos en
dos categorías: los peninsulares (1%) y los criollos, (20%) que dominaban la vida económica y social, cuyo
descontento les llevó a protagonizar la lucha por la independencia. Los indios, negros y mestizos eran la
mayoría; muy explotados, dirigían sus quejas contra los criollos.
En el aspecto ideológico las ideas de la Ilustración calaron en la minoría de intelectuales criollos.
Las Sociedades de Amigos también contribuyeron. El ejemplo de la independencia de EEUU (1786) y de la
Revolución Francesa (1789) animó a los criollos ilustrados.
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La causa desencadenante fue el vacío de poder creado por la invasión de los franceses de la península
ibérica en 1808, que originó la Guerra de la Independencia. En América, tras las abdicaciones de Bayona los
criollos se negaron a reconocer al rey intruso José Bonaparte y formaron Juntas que, a imitación de las
españolas, tomaron localmente el poder y manifestaron su adhesión al rey Fernando VII. Pero cuando la
Junta Suprema Central en 1810 traspasó sus poderes al Consejo de Regencia muchos territorios americanos
se sintieron desligados de España y las Juntas se declararon autónomas.
El desarrollo del proceso de independencia.
Se puede dividir en dos etapas, definidas no sólo por los hechos que se desarrollan en las colonias sino por
los acontecimientos que tienen lugar en la metrópoli.
a) Primera etapa (1810 - 1814):
En las Juntas se perciben dos posturas:
- Los realistas, fieles a Fernando VII y a la autoridad peninsular. Es la postura adoptada por los virreinatos
más antiguos (Perú y Nueva España)
- Los independentistas, que consideraban que las Juntas tenían la soberanía. Esta postura se dio en los
nuevos virreinatos (Nueva Granada y de Rio de la Plata)
Desde el comienzo se perfilan focos revolucionarios distintos, distantes entre sí y sólo parcialmente
coordinados. En el virreinato de Rio de la Plata, en 1810 el cabildo de Buenos Aires decidió formar una
Junta que proclamó la independencia de la República del Rio de la Plata. Ese año triunfó el movimiento
también en Chile y se exportó la revolución a otros territorios. Paraguay será la primera colonia en 1811 que
se haga independiente; en 1813 lo hace Uruguay. En el virreinato de Nueva Granada y Venezuela fue la
oligarquía criolla la que tomó la iniciativa. Simón Bolívar, poseedor de miles de hectáreas y esclavos, se
hizo jefe del movimiento y proclamó la I República de Venezuela, en 1810. En el virreinato de Nueva
España (México) en 1810 se levantó el cura Hidalgo apoyado por los campesinos indios que se dedicaron al
saqueo y exterminio de los terratenientes blancos, con lo que la revuelta adquirió tintes sociales. Criollos y
peninsulares formaron un frente común realista, el levantamiento fue sofocado y el cura ajusticiado. En
1812 lo hizo el cura Morelos con igual resultado. El virreinato del Perú será un bastión realista. El virrey
Abascal
tuvo
una
actuación
decisiva,
sofocando
las
rebeliones.
Al regresar en 1814 Fernando VII a la península mandará una expedición militar de 10.000 hombres al
mando de Morillo, que restableció la situación y sofocó los levantamientos, salvo en Argentina.
b) Segunda etapa (1816-24):
En esta fase la mayoría de las colonias obtendrá su independencia. Grandes libertadores, como Bolívar y
San Martín, guiarán a los ejércitos coloniales en la guerra contra la metrópoli, apoyados por Inglaterra y
EEUU.
En 1816 gracias al general José de San Martín se producirá la definitiva declaración de independencia de
Argentina en el Congreso de Tucumán. En 1817 marchó con su ejército a Chile a través de los Andes y
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derrotó a los españoles en Chacabuco (1817) y Maipú (1818). En 1818 Chile obtuvo la independencia. San
Martín desde Valparaíso se dirigió hacia Perú, bastión realista.
En 1818 resurgió el independentismo venezolano con Simón Bolívar, quien se atrajo a las masas al abolir la
trata de negros y prometer recompensas. En las batallas de Boyacá (1819) y Carabobo (1821) derrotó al
ejército español; su lugarteniente Sucre, en la batalla de Pichincha (1822), anexionó Ecuador. Se formó
la Gran Colombia (Venezuela, Colombia y Ecuador) de la que Bolívar será presidente. Tenía la idea de
crear unos Estados Unidos del Sur, a imitación de Estados Unidos.
El pronunciamiento liberal de Riego en 1820, de tropas que iban a ser embarcados a América para sofocar la
rebelión, provocó un giro político (Trienio Liberal, 1820-23) y aceleró el proceso de independencia. San
Martín se entrevistó en Guayaquil con Bolívar en 1822. Lograron expulsar a los españoles tras vencer a los
realistas del virrey de Perú, Abascal, en Junín y Ayacucho (1824), última batalla de la independencia. Perú
consiguió la independencia y en 1825 lo hace el Alto Perú, rebautizado Bolivia en honor del general. .
En México los decretos anticlericales de las Cortes en el Trienio Liberal crearon gran malestar entre los
realistas. En 1821 el general Agustín de Itúrbide publicó el "Plan de Iguala". Los propietarios y la Iglesia le
apoyaron y México alcanzó la independencia. Itúrbide se proclamó Emperador en 1822 (Agustín I). Las
colonias de América Central se irán independizando para formar la República Federal de Centroamérica
(1823), separándose luego en cinco repúblicas (Costa Rica, Honduras, Guatemala, El Salvador y
Nicaragua).
España perdió todas sus colonias americanas, excepto Cuba y Puerto Rico. De su inmenso imperio colonial
sólo le quedaron ellas y Filipinas, en Asia.
Las consecuencias de la independencia
Para España: la confirmación de que era una potencia de segunda fila. La repercusión económica fue mayor,
ya que desapareció una fuente importante de ingresos para la Hacienda pública- los caudales de Indias- y el
comercio se redujo, lo que retrasó el proceso de industrialización en España.
Para las colonias: los intereses de las burguesías comerciales y de los grandes terratenientes condujeron al
fraccionamiento en múltiples repúblicas, débiles e inestables, con formas de gobierno autoritarias, en manos
de caudillos militares, los únicos que podían mantener sometidas a las masas. Las clases altas criollas se
identificaron con la nación pero no promovieron el desarrollo y las condiciones de vida de negros, indios y
mestizos empeoraron. El sueño de Bolívar de crear unos Estados Unidos del Sur fracasó y pronto surgieron
luchas fratricidas entre los países por cuestiones fronterizas.
La independencia política de los nuevos estados no supuso la independencia económica. El dominio español
fue sustituido por el de Gran Bretaña y Estados Unidos, que llevaron a cabo un neocolonialismo brutal,
impidiendo con ello el desarrollo económico de la zona. En 1823 el presidente Monroe había declarado:
"América para los americanos", es decir, que sería un territorio preferente de Estados Unidos y que los
europeos debían ir abandonando sus intereses en el continente.
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